Este año la discusión en redes no es sobre el tamal con pasitas o la pizza con piña. La cosa ha escalado a pelear sobre si debemos decir “felices fiestas” o “feliz navidad”. Quienes defienden lo primero dicen que es un intento de ser inclusivos y prácticos, reconociendo que hay otras fiestas que se celebran en esta época (Hanukkah, por ejemplo) y que vale ahorrarse nombrar cada fiesta en particular. Quienes defienden lo segundo aseguran que decir “felices fiestas” es invisibilizar la navidad, que debe ser reconocida como “la fiesta” de la época y que la gente debería mencionar cada festividad dependiendo de con quién esté hablando.
Yo crecí católico y, aunque ya no me considero creyente, la cena de fin de año sigue siendo un momento donde la familia se reúne y toca base para fortalecer el vínculo. A veces hay miembros nuevos (novios, novias, parejas o mascotas), a veces se pierden otros (este año papá cumplió 20 años de haber fallecido), a veces somos los mismos.
Como siempre lo más importante no es si celebramos navidad, hanukkah, kwanzaa o alguna otra fiesta, o bien si no somos creyentes. Al final del día la fiesta en particular es solo el vehículo mediante el cual volvemos a encontrarnos según nuestra cultura, lo importante más allá de las etiquetas es el vínculo. Con esto no quiero decir que la fiesta específica carezca de importancia porque los tintes culturales de cada una también nos conectan con nuestra comunidad y nos generan la sensación de pertenencia, irónicamente separando a nuestro grupo específico del resto de la gente. Es el ir y venir de la identidad con su doble definición de singularidad y comunión con otros.
Pero más allá de las divisiones culturales o religiosas todos compartimos la tierra, la vida, el sufrimiento, todos somos humanos y nos sentimos solos en un mar de gente de vez en cuando. Mitigar esa sensación se logra a través de la conexión con otros y es allí donde esas tradiciones pasadas de una generación a otra crean espacios universalmente valiosos.
No se trata de la comida que hay en la mesa (aunque entiendo perfectamente que en términos de conexión con nuestra historia y nuestra tribu sea importante diferenciar entre “hallacas” y “tamales”), tampoco se trata de vestirse bonito para cumplir o de dar regalos caros. En su lugar se trata de reencontrarnos, de recibir a los nuevos, despedir a quienes se van, recordar a quienes hacen falta y seguir adelante con quienes están presentes.
Dividirnos entre quienes dicen “felices fiestas” y quienes dicen “feliz navidad / hanukkah / etc.” es la última versión de “ustedes vs. nosotros” y puede hacernos pelear si no entendemos el proceso y nos quedamos en la superficie de la discusión del momento. Ya pasamos por la pizza con o sin piña, tamales con o sin pasitas, tamales vs hallacas, barca vs. real madrid, feliz navidad vs. felices fiestas, hombres vs. mujeres, gays vs. heteros, nacionales vs. extranjeros, pobres vs. ricos… podría seguir pero creo que queda claro el punto (aunque en redes sociales uno ya no sabe).
En fin, espero que tengan muchas oportunidades de conexión, intimidad y fortalecimiento de esos vínculos que les ayuden a vivir mejor, porque #ElVínculoCura y familiares, amigos, amantes, mascotas y hasta extraños pueden ayudarnos a conectar con la vida luego de un año difícil o con altibajos emocionales. Celebres lo que celebres es importante participar, salir a ver gente, compartir. Tal vez estés en una situación particular en la cual no tengas a nadie conocido a mano, tal vez haya cosas que no quieras compartir con tus familiares y amigos aún. Pero a tu ritmo y dentro de tus posibilidades ve a participar, sal a eventos públicos, llama a las personas, utiliza las redes para decir lo que sientes y pedir algo de conexión, debemos usarlas para eso en lugar de para presentar una vida irrealmente perfecta.
Todos somos humanos y todos podemos sentirnos mal, pero enfocarnos en lo que tenemos en común en lugar de resaltar las diferencias que nos presentan nuestras festividades ayuda más a todos y es mucho más cómodo y sano que pelear.
Les contaré una historia que todos conocen. *SPOILERS*
Cuándo Bruce Wayne tenía 8 ó 9 años fue al cine con sus padres, al salir del lugar tomaron un callejón oscuro camino a casa. De pronto, de entre las sombras de la noche apareció un hombre con un arma de fuego que disparó contra los padres del chico. Los adinerados Thomas y Martha cayeron muertos sobre el pavimento frente a los ojos perplejos del pequeño Bruce. El criminal desapareció sin dejar rastro y el niño quedó condenado a vivir para siempre con las secuelas del trauma. Al volverse adulto, el chico decidió convertirse en un vigilante callejero y patrullar los callejones de su decadente ciudad para cazar criminales e instaurar miedo en sus corazones. Con un traje de murciélago y el compromiso personal de nunca utilizar un arma de fuego, Batman se volvió rápidamente un símbolo de esperanza para los ciudadanos y terror para los criminales de Ciudad Gótica. Al menos así es la historia que nos han contado… hasta ahora.
Por su parte, Joker (Guasón) es conocido como el villano principal del héroe enmascarado. En el mito de Batman pocos criminales tienen tanta relevancia como Joker, cuyo origen es bastante desconocido pero cuyo desequilibrio mental está siempre representado de una u otra forma.
La nueva entrega de DC Comics al cine gira la cámara hacia un lado y se enfoca en el villano principal del murciélago que generaciones de personas han admirado. Esta vez los autores intentan imaginar qué tipo de eventos pueden dar origen a Joker y nos cuentan su historia antes de tomar ese nombre. Lo que nos han presentado nos hace alejarnos del comic y traer a la mesa importantes conversaciones sobre la salud mental.
Del Mandato Materno:
Arthur se gana la vida como payaso en distintas asignaciones como fiestas infantiles o hacer publicidad a locales comerciales. Su sueño es hacer un stand-up que le ayude a convertirse en un comediante exitoso. Su madre le llama “Happy” (feliz) y le ha dicho desde niño que su función en la vida es traer alegría a la gente.
El mandato de la madre repetido una y otra vez ha, sin duda, tenido un efecto en la manera de percibirse a sí mismo de Arthur. Como sucede con todas las personas, la manera en que nos ven nuestros padres y cómo nos “reflejan” (nos dicen quienes somos en su mente) incluye algunos mandatos inconscientes que seguiremos de alguna manera a lo largo de la vida. Lo anterior no generaría problemas a menos que dicho reflejo provenga de cuidadores con un contacto distorsionado con la realidad. Tal vez nos presenten con tareas inalcanzables, tal vez nos perciban como a alguien peligroso, poco valioso o problemático, tal vez seamos un estorbo frente a sus ojos o poco inteligentes o bien dignos representantes de la perfección. Todos los mensajes distorsionados son potencialmente esclavizantes, hasta que los hagamos conscientes.
La madre de Arthur padece una forma de psicopatología que dificulta a la audiencia determinar si lo que dice es cierto, esto es especialmente importante al darnos cuenta de quién asegura es el padre de Arthur. Respecto a esto la audiencia puede experimentar la sopresa, la esperanza, la incertidumbre, el desencanto y la confusión que siente el personaje principal en su intento de contactar a su supuesto padre.
Del Diagnóstico:
Arthur presenta evidentemente problemas de salud mental, sus diagnósticos responden a aspectos constitucionales (heredados) y su historia de negligencia y abuso físico y posiblemente sexual en la infancia. Los signos y síntomas más evidentes en Arthur son las alucinaciones visuales y auditivas, los delirios y esa risa incontrolable que se disparaba cada vez que sentía ansiedad, miedo o tristeza. En psicopatología a esa manifestación se le llama “Afecto Inapropiado” y se trata de una expresión afectiva que no corresponde con la emoción que el individuo experimenta internamente o bien con la que trata de comunicar con el lenguaje hablado. Algunas personas tratan desesperadamente de decir lo triste que están al tiempo que se ríen a carcajadas.
Todo lo anterior evidencia un trastorno psicótico, probablemente un tipo de esquizofrenia. Los antecedentes familiares y la historia de abuso físico, combinados con la falta de factores de protección en términos de vínculos sanos y la falta de acceso a servicios de salud adecuados preparan el terreno para que se dispare la psicopatología que ya corre en la familia de Arthur.
De la Atención en Salud Mental:
Arthur es atendido por una trabajadora social, ella hace alguna intervención clínica que dista mucho de la psicoterapia que el paciente necesita. Además, el espacio físico, las montañas de expedientes y la actitud de la profesional nos hablan de cómo el sistema mismo está enfermo, sobrecargado y no se da abasto para llenar los requerimientos que estos casos tienen.
En los encuentros de Arthur con su terapeuta se realizan comentarios sobre medicación excesiva, cómo se recurre a la misma para atacar al síntoma y cómo finalmente se elimina la posibilidad de recibirla gracias al recorte de fondos que el gobierno hace a este servicio. Estos comentarios son importantes en la actualidad, cuando existe una tendencia a pensar que la medicación es la solución por sí sola y se menosprecia la necesidad del vínculo y la psicoterapia bien realizada. La salud mental suele ser la menos atendida en los sistemas públicos de salud, sobre todo se limita el acceso a psicoterapia dado lo costosa, frecuente y duradera que debe ser para ayudar a algunos casos.
Por último, la película hace comentarios importantes sobre cómo el terapeuta puede estar tan afectado como sus pacientes por las situaciones locales. Al comunicar que será la última sesión debido al recorte de fondos de la ciudad, la terapeuta dice algo como “no les importa la gente como tú… la gente como nosotros”. La afectación personal de la terapeuta es algo que ella misma admite con esa frase y que el paciente percibe al quejarse de que ella nunca escucha y “siempre hace las mismas preguntas”. Lo que Arthur está señalando, con una claridad poco frecuente en su trastorno es que ella está desconectada, que el vínculo no está funcionando.
Del Vínculo:
Y hablando del vínculo llama la atención la manera en que Arthur responde ante sus compañeros de trabajo. En una escena muy cruda Arthur apuñala a uno de sus compañeros, quien se había burlado de él y había mentido previamente, metiéndolo en problemas. El ataque violento de Arthur se da luego de que su compañero intenta torpemente expresar simpatía (no empatía, y esto es importante) por las dificultades que el futuro Joker atravesaba.
El asesinato se da frente a la vista aterrorizada de un segundo compañero de trabajo, en este caso una persona con enanismo. Habrá quien pueda pensar que este personaje sirvió de liberación cómica (como usual e injustamente se utiliza a personas con enanismo en las películas y espectáculos) pero me parece que la interacción de Arthur con él simboliza algo diferente. “Tú fuiste el único que me trató bien”, le dice Arthur antes de darle un beso en la frente y dejarlo ir ileso. Tal vez sería bueno pensar en cómo incluso la persona más pequeña, metafórica y literalmente, también tiene la capacidad de hacer una diferencia en la vida de alguien más. Decidir “tratar bien a otro” puede hacer la diferencia en su vida… y en la nuestra.
Del Efecto Social y la Identificación:
Pero el impacto de nuestro comportamiento no se da solamente en nuestro ambiente inmediato, sobre todo en la época que vivimos. ¿Qué pasaría si tuviéramos plataformas suficientemente amplias que alcancen a muchas personas? ¿Qué pasa si los mensajes que enviamos son honestos pero dañinos o enfermos? ¿Qué pasa si esos mensajes caen en los oídos de personas con alguna vulnerabilidad en términos de salud mental, con frustración y desesperanza acumuladas?
Desde su primer asesinato hasta convertirse en Joker, la plataforma de Arthur va creciendo y lo va convirtiendo en un héroe ante el ojo público, alguien que personifica la frustración del ciudadano común de ciudad Gótica, el que va cargado de resentimiento social y sin capacidad de ver una salida a sus predicamentos.
Muchos sentían esa rabia hacia la clase alta, hacia la gente con dinero, hacia quienes parecían no tener que luchar por sobrevivir. Cuando Joker aparece en escena y realiza ataques violentos a los privilegiados que no se ponen en el lugar de aquel que sufre, el público se identifica con él, lo convierte en un símbolo y se siente empoderado para actuar de la misma manera. Es uno de estos ciudadanos quien, durante una revuelta, asesina a Thomas y Martha Wayne en un callejón y desaparece en la oscuridad de la noche, generando el trauma que marcará la vida de Bruce y le condenará al sufrimiento eterno, tal vez de la misma manera en que el ciudadano común siente eterno su propio sufrimiento.
El ataque violento y agresivo sirve como una forma de forzar al otro a sentir el dolor con el que cual no está empatizando. Porque todos necesitamos empatía, sentir que el otro entiende es una necesidad humana básica que, de no ser satisfecha lo suficiente, genera frustración, eventualmente ira y finalmente agresión.
Los pobres no sintieron la empatía de aquellos privilegiados y les agredieron en un intento desproporcionado de comunicar su necesidad. Por otro lado, la gente no empatizó con Joker, en vez de eso se identificó con él y actuó sin pensar. La empatía genera el vínculo y el vínculo cura. La identificación con un antihéroe solo reVuelve los malestares propios y posiblemente los ajenos pero no reSuelve nada, de la misma manera en que identificarse con el paciente no ayudaba a la terapeuta a realizar un buen trabajo con Arthur.
De la visión del Héroe:
Al ver esta perspectiva, al seguir los pasos de Joker en su desarrollo toca preguntarnos si es batman el único que sufre. Siempre lo hemos percibido como un huérfano traumatizado por el asesinato de sus padres, condenado a exponerse cada noche de su adultez en los callejones oscuros, en un intento inconsciente de resolver de manera distinta el encuentro con el criminal de turno. Batman trata conscientemente de inocular miedo en los criminales pero, de manera inconsciente, se expone una y otra vez a su temor más grande, al encuentro del criminal en la oscuridad de la noche. Como muchos héroes, su presencia solo es la carcasa que contiene al niño pequeño que repite el trauma e intenta resolverlo con un final diferente al original.
De la nueva visión del villano:
Por último, la película nos recuerda que las presiones de la vida cotidiana pueden ser muchas, a veces demasiadas y que, si sometemos a estas presiones a personas con problemas de salud mental, retirándoles además los vínculos afectivos y la ayuda terapéutica necesarios para lograr regulación emocional, lo que obtendremos será nada menos que lo que nos merecemos como sociedad: alguien que personifique la faceta más oscura de la humanidad y que lo haga con una sonrisa.
Con lo anterior no quiero justificar los actos criminales, no todos los que cometen crímenes tienen problemas de salud mental y no todos los que padecen algún trastorno son capaces de violar la ley o violentar a otros. La gente no se vuelve un Joker por tener un mal día pero sí puede acercarse a serlo con suficientes eventos traumáticos en etapas clave de la vida. Así que no se trata de justificar el crimen, sino de entender que no se da en el vacío y que, si logramos comprender su origen, podríamos prevenir que se dé en otras personas.
Es fundamental ser honestos, encontrar los espacios para expresar de manera sana lo que sentimos en realidad y dejar de perpetuar esos mantras de autoayuda que no ayudan a nadie, cosas como “las personas verdaderamente fuertes son las que siempre sonríen a pesar de estar sufriendo por dentro”. No, esas no son personas fuertes, son personas que no han logrado espacios sanos para expresar su realidad, muchas veces gracias a la censura que en algún momento vino de fuera pero que hoy día es autoimpuesta. “Pon tu mejor cara” se ha convertido en sinónimo de hacer como que no pasa nada y, en ese sentido, tendríamos que preguntarnos si como sociedad no estamos teniendo también un afecto inapropiado, sobre todo en la época del internet cuando muchos sonríen en las fotos de instagram pero lloran en la consulta del terapeuta porque su vida no es tan maravillosa como la que otros muestran en sus perfiles virtuales.
De la vuelta a la realidad:
En el baño, luego de salir de la película, dos hombres adultos, tal vez en sus 20’s llevaban a un niño de unos 8 ó 9 años y se burlaban de cómo se había asustado durante la película y decía “¡que no lo mate, que no lo mate!”. Los adultos cuestionaban la masculinidad del chico por haberse expresado así. Esas burlas a un niño que empatiza y se horroriza con la violencia, esa censura a su expresión emocional es precisamente lo que la película nos invita a observar y evitar.
Me pregunté si estaba observando un momento trascendental en la vida de ese niño que, irónicamente, debía tener la misma edad que Bruce. Espero que esté bien y que el ambiente en que está creciendo no se caracterice solamente por ese tipo de burlas y censura emocional. Ojalá tenga otros vínculos afectivos que hagan contrapeso, ojalá no crezca sonriendo mientras llora por dentro o peor aún, censurando a otros y perpetuando la burla.
La tan esperada película de DC Comics es una obra maestra del séptimo arte. Esta presentación es cruda, gráfica, emocional y desgarradora, tan buena que es desagradable. Ojalá podamos pensar y generar conversaciones a partir de ella.
Sucedió que hace un par de semanas estuve de vacaciones y aproveché los días para viajar a la llamada ciudad que nunca duerme. NuevaYork es un escenario inmenso, que te provee de posibilidades ilimitadas, puedes encontrar lo que quieras si sabes dónde buscar y quienes pasan por la isla de Manhattan lo hacen por razones tan diversas que listarlas aquí sería una tarea interminable. En mi caso, esta vez fui por el teatro.
Muchos saben que Broadway es una especie de capital del teatro en este hemisferio, las historias que se cuentan en las tablas y la calidad con que se presentan son incuestionables. Y ahí estaba yo, junto a mi compañero de aventuras, camino a una semana de ver teatro musical, el cual ocupa un lugar especial en el corazón de este terapeuta.
Hace meses el Spotify me sugirió una canción llamada “Disappear” de un musical que no conocía, al revisar el resto del “soundtrack” no pude menos que obsesionarme con la obra. DearEvanHansen cuenta la historia de un adolescente de 17 años con ansiedad social, medicado, con una gran dificultad para conectarse con propios y extraños que contrasta significativamente con la época que vive (vivimos), en que las redes socialesy la presencia digital nos “acercan” más que nunca.
Evan, el protagonista, quien vive solo con una madre que hace malabarismos para suplir las necesidades económicas y emocionales de su hijo, se encuentra en una situación complicada cuando Connor (un compañero de clase) muere por suicidio y los padres de éste último suponen que Evan y Connor eran mejores amigos. Evan, por circunstancias personales, afirma que así es y da inicio a una espiral de mentiras que termina por atraparlo, no sin antes permitirle conocer a profundidad a la familia de Connor y verse tentado a satisfacer algunas necesidades a través de ellos.
Este musical nos hace pensar en temas importantes de saludmental como las dificultades adolescentes, la resiliencia del humano, la inevitable confusión de los padres en la crianza de los hijos, las necesidades afectivas y el papel que juegan en esa bifurcación entre el crecimiento sano y el desarrollo de síntomas de enfermedad mental como la ansiedad, la depresión y, finalmente, el suicidio. Acompañar a Evan en esas 2 horas de función significa llorar sus penas, cuestionar las tuyas y saber, en medio de la sala oscura del teatro, que todos a tu alrededor están atravezando el mismo proceso porque todos sollozan también. No sé cómo estos actores hacen este trabajo tan impecable 8 veces por semana, pero les estoy muy agradecido por una experiencia emocional tan especial.
Les invito a conocer más de Dear Evan Hansen, no es necesario ir a broadway para tener acceso a una parte importantísima de la experiencia: la música. En cualquier servicio de música que utilicen pueden encontrarla. Mis favoritas son “Waving through a window” en donde vemos la experiencia interna de una persona con ansiedad social y “Requiem” en que una familia de sobrevivientes al suicidio cuestionan sus reacciones ante una pérdida tan terrible. “To break in a glove” nos muestra la necesidad universal de aprender y enseñar que existe entre hijos y padres y “So big / So small” nos lleva directo al origen de todas las ansiedades: las pérdidas termpanas que producen sensación de abandono o desprotección.
Esta semana inicia el mes de la concientización sobre la salud mental, la prevención del bullying y del suicidio y todos estamos haciendo nuestra parte para informar y prevenir. Una buena forma de aprender sobre estos temas es acercarse a la experiencia interna de quienes los viven y pocos canales son más efectivos para lograr esto que el arte. Si toman mi recomendación déjenme saber qué les pareció la música de la obra, qué pensaron o si se identificaron con alguna pieza en particular.
En una de las islas de San Blas, donde fui hace unos días, noté que una chica trans nativa del lugar vendía las molas que ven en la foto. Me quedé pensando en el tema del género que ronda mi cabeza estos días y decidí averiguar un poco sobre como funciona esto de la transgeneridad entre la población Guna que habita estas islas.
Resulta que entre los Guna existen algunas personas con género fluído, se llaman «Omeggid«. Investigando un poco encontré a una persona que describe el concepto de omeggid como «transitar, convivir entre los dos géneros» y hace referencia a leyendas antiguas sobre tres personajes, uno masculino, uno femenino y uno que reúne características de ambos pero no está limitado a ninguno de los dos.
Los omeggid son diferentes a nuestras personas #Trans porque la gente trans mantiene el mismo género todo el tiempo y usualmente se identifican como hombres o mujeres. ¿Qué otras diferencias habrá? ¿Dejaremos atrás el concepto binario de género alguna vez o aprenderemos a incluir otras posibilidades? ¿Tenían los pueblos originarios la respuesta a la pregunta sobre el género que nosotros apenas empezamos a formular?
El hecho de que existan omeggid en culturas tan antiguas como los Guna debe darnos pistas sobre la diversidad sexual humana. Tal vez no es casualidad que las molas tengan colores tan distintos, aún más que los de nuestra bandera de arcoíris. ?️?
¿Qué piensan ustedes?
Saludos y que estén bien
Dr. Alvaro
La gente de Teatro Carilimpia me invitó a participar de un conversatorio sobre matrimonio y adopción igualitarios. Les agradezco mucho la oportunidad y ojalá podamos tener más momentos como este. Abajo les dejo vídeos cortos que resumen lo que fue con participaciones de Hander y Alessandro quienes hablaron de su experiencia de vida y la perspectiva antropológica sobre el tema respectivamente. Además verán a Lucy Cristina Chau, poeta panameña que participó con sus comentarios sobre «El Mito de la Gravedad», la obra de Javier Stanziola que terminará el ciclo de T@ntos Mitos.
Entra ya a: costea.me/elmitodelagravedad y ayuda a Teatro Carilimpia a montar «El Mito de la Gravedad».
Saludos!
Dr. Alvaro
La gente de Teatro Carilimpia me invitó a participar de su último conversatorio «T@ntos Mitos», sobre matrimonio y adopción igualitaria. Hace unos días tuvimos el evento y conocí más del trabajo tan arduo que están haciendo para contribuir a la cultura y mejorar la sociedad desde su plataforma teatral. Quiero invitarles a que vean el siguiente vídeo porque Carilimpia necesita ayuda para seguir con esta labor tan importante.
https://youtu.be/V0OC5s9Ftic
T@ntos Mitos es el nombre de un ciclo de tres conversatorios y una obra de teatro que la gente de Teatro Carilimpia está presentando en Panamá en mancuerna con Javier Stanziola. El primer conversatorio fue hace unos días y se titulaba: «El Mito de la Loca y la Marimacha en el Teatro Panameño», fue genial escuchar a los expositores y ver reunida a tanta gente interesada en el tema de la diversidad. A continuación un corto vídeo de 3 minutos con algunas vistas sobre lo que sucedió.
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=vedkzWRAbM8?rel=0&controls=0&showinfo=0&w=560&h=315]
Anoche fuí a ver una adaptación para teatro de «El Principito», montada por el Teatro Rayuela de Panamá. El libro de Antoine de Saint-Exupéry ha tocadi la vida de luchas personas por la manera sencilla en que nos muestra algunos sinsentidos adultos en contraposición a lo que realmente importa en la vida: el establecimiento de vínculos y el crecimiento y responsabilidad que los mismos conllevan.
Quien no haya leído el libro está más que invitado a hacerlo, es una de esas obras de lectura obligada para quien viva en este tiempo.
El equipo técnico, artístico y de producción encargado de este montaje me ayudó a reconectarme con la importancia de los vínculos, lo efímero de la vida y la responsabilidad cuidar las relaciones una vez se han establecido. Fue una experiencia surreal, que te invita a llorar tus pérdidas y apreciar tu presente sin importar nada de esas vanalidades a las que les damos peso como seres humanos porque, al final, «solo se puede ver con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos».
Si se la perdieron pueden verla en el Festival de Artes Escénicas (FAE) 2016, así que estén pendientes!
Cuando era niño los dibujos animados que pasaban en televisión eran muy distintos a los actuales, aquellos lidiaban con temas del desarrollo, ayudaban a pensar o enseñaban lecciones de vida. En aquella época había una serie animada sobre una niña que se metía en problemas y salía de ellos con la ayuda de sus amigos, siempre aprendiendo algo en el proceso. Sus problemas, como ya supondrán, no eran catástrofes sobrenaturales y no se daban en escenarios apocalípticos, sino que eran situaciones del día a día de cualquier niño o niña de la época. La «pequeña Lulú» podía salir airosa de cada situación y sus amigos representaban distintas clases de niños en muchos lugares del mundo. Uno de sus amigos, en particular, era el orgulloso Toby, un chico regordete y a veces malhumorado que, junto a los demás chicos varones, se reunía en su casa del árbol. Lo especial de este club era que niguna niña era bien recibida, era un lugar exclusivo para varones.
Hace unos días, conversando con un paciente, el recuerdo de Toby vino a mi mente al hablar de esa sensación común a muchos varones homosexuales de no pertenecer o de no ser bien recibidos en la comunidad de hombres. He escuchado a muchos hombres gay contar sobre esa sensación y cómo a veces no están del todo cómodos con la forma en que los varones heterosexuales se relacionan entre sí o incluso con como se comunican con otros hombres más allá de la orientación sexual.
Durante la infancia el proceso de socialización suele verse caracterizado por una tendencia de las niñas a emplear la palabra, manifestar afecto y practicar comportamientos de protección como jugar con muñecas y tener «juegos de niñas” que comparten con sus compañeras. Al mismo tiempo, los niños suelen estar en su mayoría orientados a la actividad física y se socializan con sus compañeros a través del contacto físico, la competencia deportiva y algunas formas menores de agresión. El hecho de que esto haya sido así durante mucho tiempo y que lo enseñen en los libros de texto en las universidades no necesariamente significa que sea un comportamiento con una base evolutiva y, de la misma manera, no hay forma de saber en este momento de la historia cuanto de esas conductas es algo promovido por la sociedad y cuanto posee bases orgánicas (biológicas).
Lo que sí sabemos es que los niños y las niñas suelen pasar por un período que los psicoanalistas llaman “latencia” en el cual la sexualidad genital se detiene y el interés en personas del sexo opuesto suele desaparecer, incluso hasta verse como desagrado por quien no pertenezca al propio sexo. Se teoriza que esta etapa, usualmente entre los 6 y los 12 años, se da de manera natural y es necesaria para dar oportunidad a los niños de aprender a socializar y avanzar en otras áreas del desarrollo como la relación con los pares, las capacidades físicas, coordinación motora de distintos niveles, procesos cognoscitivos y emocionales, identificación con el grupo de pares y demás. Es en esa época que los varones se agrupan entre sí y desarrollan esa forma de comunicación tan característica que incluye manifestaciones de cariño envueltas en una capa de agresión menor que les permita, al mismo tiempo, no estar tan cerca. Es “cariño masculino”, si se quiere y es como jugar al béisbol, si no lo aprendiste en esa época puede ser complicado que te unas a una liga después porque será como no hablar el idioma.
Aunque no les sucede a todos, muchos varones homosexuales, sobre todo aquellos que se sintieron distintos a sus compañeros desde pequeños o tenían esa flotante sensación de “no encajar” desde la primaria, reportan no sentirse cómodos al ser adultos al estar sumergidos en un ambiente dominado por varones heterosexuales, sobre todo porque muchas cosas suelen estructurarse en base a estos y, por lo tanto, se expresan con un lenguaje que el hombre homosexual no domina bien o que puede utilizar pero a causa de un esfuerzo mental considerable. Otros hombres homosexuales reportan sentirse muy cómodos con esa socialización y tienen, más bien, problemas con el lenguaje y la forma de socialización entre varones gais. Es importante dejar esto claro porque en cuanto a esto también hay diversidad.
De alguna manera tocaría preguntarse si los hombres (homos, heteros y bis) hemos construido nuestras propias “casas del árbol” de las cuales excluimos a todos aquellos que no sean como nosotros. Ya no solo hablamos de mujeres sino de varones que no comparten nuestra orientación. ¿Tienen las mujeres un funcionamiento similar? ¿Es esto algo que heterosexuales y homosexuales hacen (hacemos) por igual? Después de todo, pareciera a ratos que la forma de comunicación entre varones homosexuales es difícil de comprender para el hombre heterosexual y viceversa.
Tal vez todos tenemos nuestros clubes, tal vez el compartir orientaciones similares nos reúne como lo haría cualquier otra característica y, como tal, promueve que se desarrolle un lenguaje y un entendimiento basado en esto, algo que tal vez es difícil de compartir con quien no posee dicha característica. Tal vez todos tenemos casas en árboles diferentes. De cualquier manera tocaría recordar que todos vivimos en el mismo bosque y que, como tenemos una gran variedad de características más allá de nuestra sexualidad, quizás lleguemos al punto en que, de vez en cuando, podamos visitar los clubes vecinos y sentirnos como en casa.
Un Corazón Normal (The Normal Heart) es una obra original de Larry Kramer que cuenta la historia de un grupo de activistas durante la explosión de la epidemia del VIH-SIDA en la Nueva York de los ochenta.
Sin saber de qué se trataba, Ned Weeks observa como varios de sus conocidos van muriendo por esa nueva y rara enfermedad que parece solo afectar a los hombres homosexuales. La falta de ayuda por parte del gobierno y los conflictos de Ned y sus amigos respecto a visibilizarse como hombres homosexuales y ayudar a luchar contra la enfermedad sirven de marco para contar las historias más personales sobre el amor, el autocuidado, el respeto mutuo, la autoaceptación y las pérdidas afectivas.
La historia del VIH-SIDA es importante para toda la humanidad, el virus ha llegado para cambiar la vida de muchos, hombres, mujeres, homosexuales, heterosexuales, transgéneros y demás. Si hay algo que podemos aprender de esta obra es a no ignorar un problema solo porque, en inicio, parece ser el problema de alguien más. Un Corazón Normal es una historia desgarradora sobre empatía e identidad, sobre salud y toma de consciencia.
En Panamá se está presentando del 7 al 16 de agosto en el Teatro Inida, con actuaciones de primera bajo la dirección de Aarón Zebede. Es a beneficio de AID for AIDS Panamá y es de esas obras que te hacen llorar y conectarte con las dificultades que, expresadas por un grupo minoritario, son las penas de toda la humanidad.