Como Doctor en Psicología Clínica y Psicoterapeuta he trabajado durante más de veinte años con un sinnúmero de personas para el mejoramiento de su salud mental y emocional, sus relaciones consigo mismos(as), de pareja, familiares, sociales, laborales y demás. Aunque mi práctica ha evolucionado desde sus inicios, ampliando la gama de diagnósticos que puedo tratar e incorporando nuevas técnicas terapéuticas, hay una conclusión a la que siempre llego al trabajar con cada ser humano y al final de cada proceso terapéutico: el vínculo cura.
La importancia de nuestros vínculos afectivos, la forma en que se han desarrollado y en que funcionan hoy día, desde nuestros cuidadores originales hasta nuestras parejas, es determinante para nuestro bienestar. Lo anterior es una realidad para todos los seres humanos, más allá de la edad, etnia, sexo, género, orientación sexual, lugar de origen, creencia religiosa o tipo de familia. Todos los seres humanos tenemos eso en común. Saber lo anterior informa mi práctica y me hace valorar la relación con cada paciente por lo que es: un vínculo afectivo real que permite adentrarnos en lo profundo de su mente para explorar y entender su miedo, angustia, alegría, logros, decepción, ira, soledad, tristeza, felicidad, excitación, deseo, frustración, expectativas, ansiedad, rabia, dolor y demás emociones.
Una parte importante de mi práctica clínica durante las últimas dos décadas ha estado dedicada al trabajo con personas homosexuales, heterosexuales, bisexuales, transgénero, intersexuales y con quienes cuestionan su sexualidad aunque no se definan a sí mismas con alguna de las etiquetas anteriores. Hasta el momento he hallado que la sexualidad es compleja, es mucho más que quienes somos o lo que hacemos y, al mismo tiempo, no es suficiente para definirnos como personas. La sexualidad es un camino que seguimos y que vamos formando a medida que exploramos, pero también es un lugar adonde ir para lograr multiples objetivos, a veces tranquilidad, a veces expresar agresión en un espacio seguro, a veces el placer de jugar, a veces la sensación de ser cuidados o de proteger a otro y demás. Cada quien emplea su sexualidad, le da forma y se deja formar por ella de maneras diferentes, es parte de lo que hace que cada individuo sea único y que, al mismo tiempo, todos pertenezcamos a la misma humanidad.