Este año la discusión en redes no es sobre el tamal con pasitas o la pizza con piña. La cosa ha escalado a pelear sobre si debemos decir “felices fiestas” o “feliz navidad”. Quienes defienden lo primero dicen que es un intento de ser inclusivos y prácticos, reconociendo que hay otras fiestas que se celebran en esta época (Hanukkah, por ejemplo) y que vale ahorrarse nombrar cada fiesta en particular. Quienes defienden lo segundo aseguran que decir “felices fiestas” es invisibilizar la navidad, que debe ser reconocida como “la fiesta” de la época y que la gente debería mencionar cada festividad dependiendo de con quién esté hablando.
Yo crecí católico y, aunque ya no me considero creyente, la cena de fin de año sigue siendo un momento donde la familia se reúne y toca base para fortalecer el vínculo. A veces hay miembros nuevos (novios, novias, parejas o mascotas), a veces se pierden otros (este año papá cumplió 20 años de haber fallecido), a veces somos los mismos.
Como siempre lo más importante no es si celebramos navidad, hanukkah, kwanzaa o alguna otra fiesta, o bien si no somos creyentes. Al final del día la fiesta en particular es solo el vehículo mediante el cual volvemos a encontrarnos según nuestra cultura, lo importante más allá de las etiquetas es el vínculo. Con esto no quiero decir que la fiesta específica carezca de importancia porque los tintes culturales de cada una también nos conectan con nuestra comunidad y nos generan la sensación de pertenencia, irónicamente separando a nuestro grupo específico del resto de la gente. Es el ir y venir de la identidad con su doble definición de singularidad y comunión con otros.
Pero más allá de las divisiones culturales o religiosas todos compartimos la tierra, la vida, el sufrimiento, todos somos humanos y nos sentimos solos en un mar de gente de vez en cuando. Mitigar esa sensación se logra a través de la conexión con otros y es allí donde esas tradiciones pasadas de una generación a otra crean espacios universalmente valiosos.
No se trata de la comida que hay en la mesa (aunque entiendo perfectamente que en términos de conexión con nuestra historia y nuestra tribu sea importante diferenciar entre “hallacas” y “tamales”), tampoco se trata de vestirse bonito para cumplir o de dar regalos caros. En su lugar se trata de reencontrarnos, de recibir a los nuevos, despedir a quienes se van, recordar a quienes hacen falta y seguir adelante con quienes están presentes.
Dividirnos entre quienes dicen “felices fiestas” y quienes dicen “feliz navidad / hanukkah / etc.” es la última versión de “ustedes vs. nosotros” y puede hacernos pelear si no entendemos el proceso y nos quedamos en la superficie de la discusión del momento. Ya pasamos por la pizza con o sin piña, tamales con o sin pasitas, tamales vs hallacas, barca vs. real madrid, feliz navidad vs. felices fiestas, hombres vs. mujeres, gays vs. heteros, nacionales vs. extranjeros, pobres vs. ricos… podría seguir pero creo que queda claro el punto (aunque en redes sociales uno ya no sabe).
En fin, espero que tengan muchas oportunidades de conexión, intimidad y fortalecimiento de esos vínculos que les ayuden a vivir mejor, porque #ElVínculoCura y familiares, amigos, amantes, mascotas y hasta extraños pueden ayudarnos a conectar con la vida luego de un año difícil o con altibajos emocionales. Celebres lo que celebres es importante participar, salir a ver gente, compartir. Tal vez estés en una situación particular en la cual no tengas a nadie conocido a mano, tal vez haya cosas que no quieras compartir con tus familiares y amigos aún. Pero a tu ritmo y dentro de tus posibilidades ve a participar, sal a eventos públicos, llama a las personas, utiliza las redes para decir lo que sientes y pedir algo de conexión, debemos usarlas para eso en lugar de para presentar una vida irrealmente perfecta.
Todos somos humanos y todos podemos sentirnos mal, pero enfocarnos en lo que tenemos en común en lugar de resaltar las diferencias que nos presentan nuestras festividades ayuda más a todos y es mucho más cómodo y sano que pelear.
Que estén muy bien, un abrazo fuerte.
Dr. Alvaro