Aún así aprendí algo ayer en la tarde, la realidad de que lo que buscas alrededor del mundo muchas veces se encuentra en el patio trasero de tu casa, entre las cosas olvidadas y viejas.
Y sucedió así: estabamos sentados comiendo conos con helado (barquillos, para los panameños) a manera de postre, parecido a como lo hicimos alguna vez, cuando ella era la mujer maravilla y yo apenas empezaba a rayar papel. La única diferencia es que somos más viejos y, esta vez, yo pagué la cuenta.
«Mira a esas muchachitas ¡Qué vacías se ven!» – dijo ella mirando a una mesa vecina.
Al darme la vuelta pude observar a tres jovencitas de escuela, de menos de 15 años, en uniformes de colegio caro y con productos en el cabello, accesorios y teléfonos celulares de última generación, jugando con sus helados y diminutas cucharas, solo para dejar el contenido de sus copas allí, casi sin probarlo, mientras hablaban de moda y criticaban a alguna compañerita ausente (lo admito, usé mi superoído para meterme en su conversación, tampoco estaban tan lejos).
Así que recordé cómo durante mi niñez y mi adolescencia escuchaba a mamá mientras me enseñaba a reconocer algunas cosas en los demás y en mí mismo. Cuando reconocía cómo me sentía y le ponía nombre, cuando se sorprendía conmigo con la maravilla del evento más cotidiano solo porque era la primera vez que yo lo presenciaba. Hoy puedo decir que su habilidad para ver más allá de lo evidente casi nunca estuvo errada y que lo que aprendí de ella ha salvado mi vida (y la de otros) en más de una ocasión. Sí, esa señora que hoy camina despacio y es poco llamativa comparada con las viejas ataviadas y estiradas que insisten en tratar de retener algo de su juventud perdida (porque era lo único que tenían de valor), esa señora ha salvado mi vida en más de una ocasión, desde el día uno hasta hoy.
No importa mucho su deterioro físico o si parece ser ignorante de muchas cosas modernas. Solo toma sentarse con ella para darse cuenta que está más conectada con aquello que realmente importa que cualquiera persona que haya conocido. No cabe duda de que las voces de nuestras madres viven en nuestra mente para siempre y lo que nos dicen nos afecta cada día de nuestras vidas.
¿Qué les dicen a ustedes las voces de sus madres?
Nota: la foto es cortesía del internet.
Definitivamente, me encanta leerte… a pesar de ser mayor que tu me siento una nena al escuchar tu sabiduria «juvenil» (Luego de estar +graduado que un termometro). Mi madre, nuestra madre, es única. Nos ha enseñado bien y solo me queda tener la esperanza de seguir su ejemplo y aprender a ser tan buena madre como ella lo ha sido con nosotros. Aunque algunos de nosotros no hacemos los sordos y no queremos escuchar sus consejos… siempre nos queda la enseñanza. Ella no se rinde y «Siempre será nuestra madre»
este artículo me gusta mucho, me sentí identificada con este….
muy interesante y dulce…
Siempre e incondicionalmente están para nosotros.
Me gusto mucho tu artículo.