Hace unos días me reuní con un colega retirado que parecía preocupado por la manera en que otros colegas me perciben.
«A mí me veían como el psicólogo de los gays» – dijo mi colega quien, por muchos años, se dedicó a atender varones homosexuales en psicoterapia. Luego de una larga charla, quedo claro que se preocupaba por mi imagen profesional y que la misma fuese empañada por las cosas que la gente sabe de mí.
Lo cierto es que con el paso de los años me han llamado de todo, entre otras razones, por atreverme a atender a personas gays, lesbianas, bisexuales y trans de manera abierta. Es decir, aunque guardo la confidencialidad y nadie sabe de las historias de mis pacientes o quienes son, sí me resulta muy fácil decir que atiendo gente homosexual, bisexual, lesbianas o transgénero y que no intento cambiar sus orientaciones o sus identidades. Aunque muchos de mis colegas también atienden personas LGBT, no todos lo dicen o lo reconocen (tampoco tienen que hacerlo), o bien no es intencionalmente una parte importante de su práctica profesional. Para mí sí lo es por mi interés particular de enfocarme en estos temas.
Todo lo anterior causó que llegara el momento en que yo también era «el psicólogo de los gays» en Panamá. Aquello fue hasta positivo para mí práctica, porque me dio la oportunidad de conocer la gran necesidad de atención que existe en mi país y el temor permanente que la gente LGBT tiene de ser rechazada por profesionales de salud debido a su diversidad.
Ahora bien, desde hace muchos años, cuando decidí informar a mi familia, amigos y demás sobre mi sexualidad, mi vida se ha vuelto un libro abierto. Para mí la sensación liberadora del «coming out» es difícil de describir pero es muy positiva. Ese ejercicio de ser abierto en cuanto a quien uno es se ha expandido a otros terrenos, más allá de mi sexualidad y, hoy día, con el advenimiento de las redes sociales en el internet y la capacidad sin precedentes de compartir todo lo que uno hace o aquello que nos genera interés, sumado a mi necesidad casi neurótica de documentar todo, es bastante sencillo saber cosas de mi vida que otros terapeutas o psicólogos clínicos se esfuerzan en ocultar. Digamos que tengo una aproximación diferente a un problema de larga data en el mundo psicológico, el problema del anonimato.
El anonimato es algo que nos enseñan que debemos mantener desde el primer día de clases en psicología. Tus pacientes no deben saber cosas de tu vida porque, de ser así, se limitarían sus transferencias y dejarías de ser la pantalla blanca en que ellos proyectan sus relaciones pasadas, limitando así el material con que puedes trabajar terapéuticamente. Sí, bueno, aunque anteriormente estaba muy de acuerdo con todo esto, mi experiencia en el campo me ha llevado a aprender que las cosas no son siempre así. El proceso terapéutico es complicado y mucho más rico que como se presenta en los libros, diferentes tipos de pacientes necesitan diferentes cosas y a veces el anonimato es sencillamente una defensa del propio terapeuta que se avergüenza de su vida o trata de no exponerse al juicio de los demás.
La realidad para mí es que no todo es Psicología en mi vida, hoy día hago muchas otras actividades que me gustan o aportan algún beneficio físico, emocional o cognoscitivo. Desde niño he dibujado y la figura humana (sobre todo la masculina) ha sido mi principal foco, así que dibujo y pinto cada vez que puedo, tengo libretas de dibujo llenas de bocetos y cuadros más grandes hechos por mí. Por otro lado me mojo los pies en la playa del teatro y he estado en escenario o en ensayos de manera constante desde hace algunos años. También estoy muy dedicado a entrenar, como de manera saludable y mantengo una rutina de ejercicio físico todo el tiempo. Tengo una relación de pareja desde hace varios años también y él es bastante conocido en mi país así que esa información también es de dominio público. Todos estos aspectos de mi vida y varios más pueden verse en mis redes sociales en el internet. Mi política siempre ha sido ser muy abierto con estas otras cosas de mi vida porque considero que uno no debe esconderse o avergonzarse de quien es o lo que hace. Se necesita algún grado de valentía para vivir en público y, aunque no es obligatorio compartir tu vida en el internet, si decides hacerlo no deberías ser juzgado por ello.
Y la gente juzga, y le da una valoración moral a lo que ve de cada quien en el ciberespacio. Todos lo hacemos y lo saben. Pero cuando te enteras que alguien dice que eres «el psicólogo gay» o «el psicólogo que se la pasa pintando hombres desnudos», no puedes sino recordar que cualquiera de esas expresiones dice más de ellos que de ti y consideras realmente si debes darle color. Es como cualquier otro coming out, hay gente a la que no le gustará quien eres y, a menos que seas un asesino en serie o un delincuente de algún tipo, lo más seguro es que el problema lo tenga quien hace el juicio y no tú.
De cualquier manera, el mensaje para mis pacientes no es el mismo que dan mis colegas y no puede darse de la misma manera, porque viene de mí. El mensaje, según he aprendido en estos años, soy yo mismo. Es absolutamente necesario tener una vida sana si eres un profesional de la salud y más aún si eres un profesional de la salud mental, porque eso significa que debes vivir una vida menos incongruente cada vez, con mayor integridad y coherencia. No hay cabida para avergonzarse (el teatro me ha enseñado mucho eso) y no se deben esconder las habilidades con el fin de no movilizar a otros, porque esa movilización es la única forma en que el mundo avanza.
Si el mensaje soy yo y el mensaje eres tú, en la época de las redes sociales y la era de la comunicación masiva deberíamos preguntarnos ¿Qué mensaje estoy dando a quienes me rodean? ¿Estoy perpetuando el prejuicio? ¿Estoy viviendo mi vida de manera coherente? ¿Estoy ocultándome por temor? ¿Hay algo en mí que me avergüence?
Al final hay que ser quien uno es y es necesario hacer contrapeso a las imágenes irreales de los gays que se tienen hoy día. No podemos caer en ese juego, pero perderemos mucho tiempo atacando al estereotipo directamente, es mejor y más efectivo mostrarle a la gente que hay otras formas de vivir y no hay nada que temer por ser quienes somos.
Que estén bien,