Es esa época del año nuevamente, ya fui al médico hace un par de días y esta mañana fui al laboratorio clínico para dar las muestras de fluidos que requieren para realizar mis exámenes de rutina. Aunque un examen de VIH no era parte de la lista enviada por el médico, le pedí a la gente del laboratorio que incluyeran ese examen. Lo cual me hace pensar y dispara esta entrada en AlSerDistinto. Aquí vamos:

Realizarse el examen de VIH debería ser algo rutinario para gente sexualmente activa, al menos eso pienso yo, y al decir «rutinario» me refiero a que una prueba al año no estaría mal, suponiendo que te encuentras en una relación de pareja estable y monógama. Si cambias de parejas con relativa frecuencia o estás teniendo sexo casual, hacerse la prueba de VIH debería estar al menos un par de veces en tu calendario y el uso del condón debería ser mandatorio, así como la evitación completa de cualquier intercambio de fluidos que pueda ser peligroso.

Todo lo anterior suena a que uno tendría las bases cubiertas y que todo el mundo podría tenerlas, pero resulta que esta semana he tenido un par de conversaciones interesantes con gente que rodea mi edad, varones homosexuales alrededor de los treinta años, que me cuentan con distintas actitudes cómo nunca se han hecho una prueba de VIH o bien se hicieron su primera prueba recientemente (sufriendo el terror que les producía la espera de los resultados) así que el mundo no está tan seguro. Es por esto que se dice que por cada persona infectada que se ha detectado existen muchos más que no se han registrado o que incluso desconocen su status en cuanto al virus.  El temor hace que la gente deje para después la realización del examen, curiosamente ese temor no parece detener a un gran sector de la población cuando se trata de tener intercambio sexual de manera riesgosa o con gente cuyo estatus de VIH es desconocido. Digamos que es la fuerza del impulso sexual, una de las fuerzas más grandes en el psiquismo humano.

La experiencia es descrita de manera similar en varios casos, yo mismo tuve esa experiencia alguna vez en mi vida; llegas al laboratorio, das tu muestra de sangre, te avisan que los resultados estarán al día siguiente y da inicio tu período de 24 horas preguntándote a ti mismo ¿He vivido la vida que quiero? ¿Qué pasaría si estoy infectado? ¿Habré estado en riesgo alguna vez?.  Y ni hablar si tus muestras las tomas un viernes y el laboratorio abre hasta el lunes. En ese caso tienes un boleto directo y obligatorio hacia un lindo fin de semana de reflexión que ningún monasterio pede superar.

Algunos pasan en su mente por la lista de los encuentros sexuales que han tenido, otros recuerdan esa vez (o veces) específicas que les preocupan porque saben que estuvieron en riesgo, algunos más se consumen con la ansiedad mientras esperan los resultados.
¿Cómo sería para ti? ¿Estás tranquilo con la forma en que llevas tu vida sexual de pareja? ¿Has estado en riesgo? Cualquier respuesta es válida, pero todas deben ir seguidas de ese test de VIH (sobretodo si has estado en riesgo de infección alguna vez, si estás seguro de la infidelidad de tu pareja o si no estás en una relación monógama. Qué tal si somos un poco responsablesy respondemos esas preguntas para nosotros mismos, nadie tiene que saber las respestas, solo nosotros, lo único que no se vale es mirar hacia otro lado y evitar saber.

Saludos y, ya sean positivos o negativos, que estén bien.