Luego de las respuestas a la entrada anterior sobre cómo puedo sentirme de vez en cuando respecto a mi trabajo, quería comentarles que, por ratos me siento mejor. La sensación que describí en aquella entrada ha sucedido más de una vez y es el más claro indicativo de que necesito vacaciones. Ya he tomado cartas en el asunto y, acompañado de mi mejor mitad, estaré tomando unos días de merecido descanso.

Gracias por las respuestas a esa entrada, son todos muy amables al compartir sus propias experiencias y tratar de alentarme.

Partiendo de lo que comentaba en la entrada anterior quisiera dirigirme a un tema que atrapa a los terapeutas con cierta frecuencia y que tiene que ver con la privacidad y la información que el público general conoce de uno. ¿Es demasiado comunicar a las personas que a veces mi trabajo es agotador? ¿Es demasiado compartir la realidad de que podemos sentir desagrado de vez en cuando por algunas partes de lo que hacemos?

Mi impresión por las respuestas que recibí es que aquella entrada sirvió para muchas cosas (a mí personalmente me sirvió mucho), entre esas, para abrir el tema de cómo este fenómeno se da en otras profesiones y acompañarnos(me) por un rato con la cura temporal que provee la identificación. Es decir, la sensación de tranquilidad que surge a veces cuando uno sabe que a los demás también les pasa lo que a uno. El consuelo de los tontos, como se suele decir. Solo que, si me preguntan, prefiero ser tonto esta vez porque su ayuda me hizo sentir mucho mejor.

Un abrazo.