– «Somos dos adultos teniendo sexo, no pasa nada. Decidimos hacerlo y ya, sin compromisos ni drama.» – dijo uno al otro mientras lo trataba de seducir, haciéndole pensar que reconocía su capacidad adulta de separar los afectos de su experiencia corporal.

El otro cedió y «se dió» sin mayor reserva, diciéndose a sí mismo que iba a poder «comportarse como adulto» y que mañana todo seguiría normal.

A la mañana siguiente, por supuesto, nada siguió de manera normal puesto que ahora existía una experiencia compartida que es, en sí misma, muy íntima y personal. Además del agravante de que para uno de ellos aquello no merecía mayor importancia, mientras el otro se había involucrado más.

Es común que me toque escuchar a alguien (usualmente portador de un corazón roto) contarme una historia similar y decirme cómo ha sido dejado de lado por alguien con quien tuvo sexo, luego de hacerlo bajo la premisa de «somos adultos teniendo sexo, así que sin compromisos». Por suspuesto, uno de los dos (quien acaba contándome la historia) no pudo señirse a la regla de ese encuentro y acabó entusiasmándose más de lo acordado.

Y seamos realistas; la gente tiene sexo por diferentes razones, positivas y negativas, eso está claro. Puede ser por motivos reproductivos, como una forma de comunicación afectiva en una pareja, como forma de fortalecer un vínculo entre dos personas que se aman, para ejercer poder sobre otra persona (como cuando hay violación), para aumentar la autoestima (para sentirse deseados), para relajarse frente a situaciones de tensión, para autocastigarse (al ponerse en situaciones de riesgo) o solo por placer físico.

Cualquiera de las anteriores (y algunas otras más) son razones válidas para tener sexo. Si son moralmente correctas no es lo importante, porque la moral varía dependiendo de cada persona y sus creencias, su filosofía de vida, su religión, la crianza en casa, etcétera. Sin embargo, algo que no se puede dejar de lado es si las razones para tener sexo son prudentes o imprudentes, si tener sexo en determinada situación o con determinada persona puede ser contraproducente y si las razones para tenerlo nos llevarían a una sexualidad más sana o no.

Ya sé que para muchas personas puede sonar muy coplejo abordar el tema dándole tantas vueltas, después de todo, pocas cosas son tan animales como el acto sexual, donde podemos soltar inhibiciones y disfrutar de nuestros cuerpos y nuestras mentes con otra persona o a solas. Sí, el sexo es bastante animal y primitivo en su sentido más básico, y eso es sano y natural. Pero la sexualidad humana ADULTA es más que el acto sexual. La sexualidad humana ADULTA implica más que el placer sensorial e involucra afectos, expectativas, deseos, la propia identidad y varios otros elementos.

Así que la próxima vez que alguien les diga: «somos adultos así que podemos acostarnos y no pasa nada», sepan que sí pasa algo, que esa experiencia compartida quedará en sus mentes para siempre y que, en el futuro, siempre compartirán con esa persona la realidad de haber cruzado límites importantes y haberle «dejado entrar» en sus vidas de una forma que es demasiado íntima como para darle oportunidad a cualquiera. No por moralidad, sino por salud física y mental.

Separar el afecto de cualquier experiencia y no sentir, anular cualquier sentimiento y hacer las cosas solo por el placer físico, no son muestras de adultez ni de madurez. Son muestras de disociación, y la disociación no es sana NUNCA. Lo que es realmente adulto y maduro es elegir con cuidado a las parejas, y solo tener intimidad sexual dentro del marco de una relación más integral, donde hay afectos y objetivos comunes. Tener sexo solo por tener placer con tu pareja sí puede ser muy saludable, siempre y cuando se dé dentro de ese marco de una relación más integral, no con cualquier persona.

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