Desde niño siempre sentí gran atracción por los relojes; en varias
ocasiones un Alvaro bebé lanzó al piso los relojes de pulso de mamá
luego de estudiarlos. Me cuentan que en algún momento yo trepaba por
los muebles para alcanzar aquellos marcadores de tiempo que trataban
de ocultarme.
Cuando yo era niño, mi madre me compró mi primer reloj. Era un reloj
orient, con una esfera de fondo blanco y un marco metálico brillante,
de un color difícil de determinar. Recuerdo que los números brillaban
en la oscuridad y la correa era de color gris. En realidad era un
aparato sencillo, barato y que solo daba la hora. Era algo poco
vistoso que cumplía muy bien su función. Eso suena a la descripción
de los miembros de mi familia, ese reloj representaba el criterio de
selección que predomina entre nosotros: está bien si es bonito o a la
moda, pero es más importante que cumpla su función bien.
Cuando era adolescente me gustaba guardar dinero y comprar con él el
reloj tipo «bomba de tiempo», de esos que son tan grandes, pesados y
con tantas funciones que hacían difícil subir el brazo. Estaban de
moda y decían de mí que tenía muchas funciones a mi alcance, como todo
buen geek. El líder de nuestro grupo en el colegio tenía un reloj con
calculadora.
– Wow! Calculadora! – Pensamos varios de los demás. Mi bomba de
tiempo me definía como parte de aquel grupo. Me daba identidad y
pertenencia.
Muchos años y varios relojes después nos encontramos en 2010 con un
Alvaro adulto que lleva un par de meses en busca de un reemplazo para
su último reloj, el cuál se ha roto. Pasé por varias tiendas, todas
con marcas más o menos elegantes y diseños muy vistosos. Por un rato
me dejé seducir por la idea de tener una de esas maquinitas en mi
muñeca que no solo te dan la hora sino que traen consigo un toque de
sofisticación y dicen de ti que eres «gente bien».
Hace unos ocho o diez meses sentí mucha presión del medio hacia usar
ropas de marca o caminar por el lado superficial de la vida. Nunca lo
hice del todo, pero siendo hiperconsciente de las interacciones
humanas como soy, no solo sentí la presión, sino que pude recuperarme
de ella, deconstruírla y entender la intención inconsciente de mi
grupo temporal de referencia. Eso es lo importante. Lentamente he
podido recuperarme de esa presión, dar un paso atrás y observar otra
vez.
Hace dos días, caminando sólo una vez más, encontré el reloj adecuado.
Es un reloj orient, tiene números grandes que brillan en la oscuridad,
una esfera blanca con marco metálico brillante y correa de cuero
negro. Fue el más barato que encontré que pueda garantizar buena
calidad, no es tan vistoso como los demás que había visto y de seguro
NO le dice al mundo que soy gente bien. Pero, por alguna razón, me
hace sentir más congruente. Me hace sentir más yo.
Hola, me gustaría comentar sobre tu blog, me presento tengo 22 años y estudio medicina y recién leo tu blog y lo amo, te felicito, me renueva una fe mundana, en el creer sin ver que hay algun taller, ajeno a mis raigambres, para poder crecer; me encantó que compartas tu saber profesional sobre la adolescencia eterna que vivimos, es cierto reconozco que con cierta preteritez escogí dejar en stand by síntetizar mi ser y después de una latencia de algunos años, surje en un horizonte clínico como urgencia de identificación a partir de un cículo de amigos (que no he conseguido pff), jovialidad adolescente caduca para ami edad cronologica, ansiedad por perderme si no consigo identificarme entre otras.
Tu blog son como revisiones de evidencias obtenidas de «reporte de casos» que simplemente me hacían falta, salir o no del closet como lo dicen, es traumatico si no sabes que conlleva esa etiqueta y sobre todo cuando de por si es penado sórdamente el indagar la impronta cultural que requiere ameritarse bajo esa etiqueta y si mucho menos son divulgados los derechos y obligaciones que siguen; tus aportaciones me refuerzan la moral y para nada chocan con mi ética simplemente eres todo un profesional que habla con propiedad y vocación te mando un abrazo enorme y te agradezco mucho tu vocación y el espacio en tu agenda para nosotros tus lectores.
PD. Me gustaría muchisimoque comentaras alguna vez acerca de como sobrellevar la homosexualidad cuando de momento lo que importa mas es conocerce a si mismo que tener pareja
Me encantó el relato.
A.d.o.
Como siempre, inspirador! creo que has llegado a ese punto en la vida en que compras algo «porque es lo que nos funciona» no por lo bonito, no por la marca, no por el precio en sí (barato o caro)… es lo que nuestra madre nos ha inculcado. Si justo lo que necesitamos y el costo es razonable se paga. Quizas por ser mujer, más de 1 vez me he dejado seducir por la marca y la presion de grupo en el «Como definirme» dependiendo del grupo con el que este en ese momento. Ahora que me estoy re-descubriendo, he conocido a una Yani más mujer, más arriesgada, más como deje de ser hace 20 años… parece mentira como ciertos episodios en la vida nos marcan, aunque muchas veces creemos haberlo superado.
Ya me fui por la tanjente… pensando en cositas que he hecho y dicho ultimamente… Felicidades por tu super reloj, aquel que cumple su funcion…. yo no ando buscando un reloj (y decia que no andaba buscando nada o a nadie… pero creo que es Mentira)… Necesito seguir mi busqueda, pues soy a mis casi 40 muchisimo más exigente que a mis 19 añitos…. si entiendes a lo que me refiero
Álvaro, me has hecho recordar a mi papá que entre sus “hobbies” tenía la relojería.
Sabes, esto que comentas, me hacer recordar a los blackberrys y la sociedad consumista en la que vivimos. Porque la publicidad tiene mucho que ver en esto. Y nosotros que como humanos, fallamos a veces en cuestión de identidad y se nos olvida que somos más que un artículo en posesión.
Mi celular es un verdadero dinosaurio. A veces falla. Ya es hora de comprar uno nuevo. En el trabajo me han tratado de converncer de que compre un Blackberry. Por qué? “ay oye, porque es lo que todo el mundo usa, tarde o temprano vas a tener que comprar uno” – me dicen. Sí, estoy de acuerdo. Todos lo usan, y algún día tendré que comprar uno. Pero ahora no siento que realmente lo necesite.
En muchos casos, actuamos en base a cómo nos sentimos. Podemos sentirnos con la autestima por el suelo y la publicidad aprovecha la debilidad para convencernos de que sin X artículo no somos nada y No PERTENECEMOS. Y no es que sea malo pertenecer. Creo que todos tenemos ese sentimiento al sentirnos orgullosos de trabajar en una empresa que nos guste y portar su distintivo (carnet, sweater, agenda, etc.).
El problema es cuando perdemos nuestra identidad y caemos en el juego.
Desafortunadamente, esto se aplica mucho en el ámbito religioso, comercial, político, social, etc. con intenciones nada constructivas.