Venezolano me hizo saber que la entrada anterior no tenía nada que ver con su pregunta, lo cual me hizo descubrir mi poder mutante de elaborar mucho sobre algo que no me han preguntado (estoy seguro que habrá alguna forma de hacer dinero con esa habilidad, con algo de tiempo la encontraré y, si no lo logro, elaboraré al respecto). Además, me aclaró un poco que desea saber en un marco más general sobre esa desconexión entre conducta y afecto. Vamos a eso:

En comentarios anteriores, yo refería el típico caso de un padre que golpea a su hijo (no hablamos de un par de nalgadas cuando la situación lo amerita, sino de franco abuso físico) y racionaliza esta conducta diciendo algo como «a mí me pegaba mi papá de la misma forma y mírame, aquí estoy» o bien algo que suene así «a mí me pegaron así, así es como me criaron a mí».

Pasa que en un caso como ese es posible y bastante probable que el padre recuerde que fue golpeado en la infancia, pero no recuerde cómo se sentía cuando era golpeado. Es decir, recuerda intelectualmente el acto de recibir los golpes, pero no recuerda afectivamente la posible humillación, la impotencia, el miedo o la rabia que sentía antes, durante o después del evento.

La incapacidad para recordar estos estados afectivos de nuestras propias experiencias, es decir, la falta de integración de esos afectos al resto del recuerdo de la experiencia nos impide empatizar con aquellos a nuestro alrededor. Así que si no recuerdo cómo me sentí al estar en la posición del niño golpeado, no podré imaginar cómo se siente mi hijo cuando lo golpeo.

¿Por qué hay personas que no integran la experiencia afectiva con la experiencia cognoscitiva? En cristiano: ¿por qué solo recordar la experiencia en sí pero dejar fuera el afecto?

Pues sencillo, porque el afecto era demasiado intenso para ser procesado y/o entraba en conflicto con otros elementos intrapsíquicos. Por ejemplo, no puedes odiar a tu madre y desear destruirla si, digamos, es tú única fuente de protección y sustento, así que sencillamente envías ese odio al pozo de tu inconsciente para no amenazar la estabilidad de tu estructura psíquica. O bien, lidiar con la impotencia que significa ser abusado es tan difícil para un niño que es más sencillo partir la experiencia en pedazos y solo recordar aquello que le puede servir para protegerse. Recordar el abuso puede ayudar a evitarlo en el futuro, pero recordar los afectos puede amenazar la estabilidad de la estructura e impedir el funcionamiento. La mente humana siempre intenta seguir funcionando, no importa lo que pase.

En muchos casos de abuso (de cualquier tipo) sucede este fenómeno de «partir en pedazos» la experiencia y solo poder entrar en contacto con algunas partes a la vez. A ese fenómeno le llamamos «disociación» y es un mecanismo defensivo que intenta conservar tantas funciones intactas como se pueda pero que, a la larga, amenaza por sí mismo dicho funcionamiento.

Así que, algunas veces puede ser muy difícil para alguien lidiar con alguna experiencia y la persona acaba disociando algo del evento, o bien el evento completo. En la mente sería algo como «recuerdo que me acuesto con hombres pero no me conecto con lo que siento hacia ellos de manera romántica, si me permito sentirme románticamente atraído por ellos, entonces seré como una mujer», por ejemplo. O peor aún «no recuerdo que me acuesto con hombres», cuando ya lleva una lista larga. Esos momentos disociativos hablan de piezas flojas en la estructura psíquica, de algunas incongruencias que se dan entre lo que se ha aprendido intelectualmente («si te gustan los otros hombres eres como una mujer») y la experiencia real del individuo («me gustan los otros hombres»), las incongruencias requieren un parche y ese parche es la disociación («me acuesto con hombres, pero en realidad no me gustan»).

¿Comentarios?