Una de las cosas que he encontrado en algunas relaciones de pareja entre varones homosexuales es una tendencia a competir entre sí. Digamos que se conocen, se forma una relación, empiezan a convivir y uno de ellos gana más dinero que el otro, todo está bien hasta que, de pronto, la mesa de la vida da vueltas y quien originalmente ganaba menos dinero acaba teniendo un mejor trabajo con el incremento en salario que ello implica. Lejos de ser esto motivo de alegría, quien anteriormente era el «Partner» con mayor ingreso empieza a resentir el avance de su compañero.
Pongamos otro ejemplo. Todos sabemos que toda pareja (homosexual o heterosexual) tiene un sinnúmero de posibilidades en cuanto a prácticas sexuales. Pero qué sucede cuando, en la pareja homosexual alguno (o ambos) puede limitar su exploración sexual por temor a ser visto como «menos masculino» que su compañero, idea que evidentemente se relaciona con prejuicios internos.
Más aún ¿Qué pasa cuando alguno de ellos obtiene mayor reconocimiento que el otro en una esfera determinada? Hablamos del ambiente social, laboral, familiar, etc.
Todos estos escenarios tienen un hilo conductor, todos se relacionan con la seguridad personal del individuo y cómo se perciben las «posiciones» en que se encuentres ambos compañeros en momentos determinados de la relación.  La importancia de prestar atención a si se está compitiendo con el compañero en términos económicos, sociales, familiares, laborales o sexuales es que ese tipo de competencia puede iniciar por cualquiera de esas áreas pero rápidamente afectar a las demás. Es decir, un miembro de la pareja puede sentirse inseguro sexualmente y tratar de compensar socialmente esas inseguridades o viceversa, por ejemplo.
Seguramente varios de ustedes habrán pensado ya que estas cosas suceden en todas las parejas y que es ya sabida la situación en que el hombre resiente que la mujer gane más dinero que él o algo similar. Y es precisamente hacia allá a donde quiero que miremos. ¿Cuánto de la cultura creada por generaciones de parejas heterosexuales se ha colado en la realidad del homosexual? ¿Cuánto de la manera en que juzgamos los roles en nuestra relación y la naturaleza de cada miembro de la pareja debe ser puesta en un microscopio para ser aceptada o rechazada luego de una minuciosa revisión?
No es mi intención sugerir que la cultura deba dividirse en heterosexual u homosexual o menos que una sea mala y la otra buena. No me gustan mucho las dicotomías, yo prefiero los contínuos. Pero sí quiero que veamos el ser distintos como una oportunidad de revisar cómo hemos vivido como humanidad hasta el momento, qué cosas podemos conservar y qué cosas nos hacen daño y perpetuamos solo porque siempre han sido así.
Así, y para usar los escenarios que coloqué al principio y que suelen aparecer en consulta, ser pasivo sexualmente no significa ser menos hombre, ganar menos dinero no significa tener menos derechos en las decisiones de la pareja y ser más reconocido socialmente no nos hace más importantes que nuestro compañero. 
Ya he mencionado en algún escrito anterior que la diversidad sexual presenta una oportunidad de ver las cosas en perspectiva y cuestionar nuestra forma de vida.  Tal vez podamos darnos cuenta que algunas de nuestras dificultades/inseguridades son más bien autoimpuestas y que dependen de cómo percibamos la situación basados en las costumbres, roles y modelos que hemos tenido desde la infancia, unos roles y modelos que deben ser retados todo el tiempo, si realmente queremos vivir en libertad.
En eso he estado pensando en estos días.