¿Les ha pasado que ven personas en redes sociales hablando de qué hacer para sentirse mejor, empoderarse, vivir felices, desapegarse o cualquier otra cosa similar? Muchos te hablan de alguna forma de filosofía que tratan de posicionar, a veces en un intento genuino (aunque fútil, luego les explico por qué) de ayudar y otras veces para ganar popularidad y eventualmente hacer dinero vendiéndote algo.

En la época de los tutoriales por internet, en la cual haces una búsqueda y te aparece alguien diciéndote cómo resolvió un problema similar al que tú tienes en el momento, parece que hemos perdido un poco la perspectiva y hemos caído en lanzar al aire palabras que antes fueron conceptos importantes y profundos en el terreno de la salud mental. Uno de esos conceptos es el tergiversado Amor Propio.

Y es que buscar un tutorial para tomar notas de manera más eficiente, seleccionar la mejor lavadora para la casa u organizar la maraña de cables que cuelga detrás de tu escritorio no tiene nada de malo. Sin embargo he notado que desde san valentín hasta el día de la mujer, desde recomendaciones para sobrevivir a una ruptura de pareja hasta tips para salir del closet con tus padres, muchas publicaciones de gente que no maneja el tema hacen un empleo equivocado del supuesto amor propio.

¿Qué es Amor Propio?

Ahora bien, pensemos en qué significa eso del amor propio. Sí, se trata de quererse uno mismo pero no es tan sencillo ni termina allí. La relación que tenemos con nosotros mismos implica muchas cosas, lo que sentimos y pensamos de diferentes aspectos nuestros (el cuerpo, las decisiones, nuestras habilidades, gustos y torpezas, nuestras relaciones, etc.) afecta lo que (nos) hacemos, cómo nos (des)cuidamos y nuestro estilo vincular. Recordemos que la naturaleza de nuestros vínculos es el factor más importante para nuestro bienestar general, así que se imaginarán el gran peso que tiene en nuestra salud todo el tema del amor propio lo entendamos bien o no. Vale la pena profundizar, ¿No les parece?

 

 

La manera en que nos pensamos, sentimos y cuidamos viene en gran medida de la forma en que fuimos tratados cuando íbamos creciendo, sobre todo en etapas muy tempranas de vida, cuando incluso no teníamos lenguaje. Piensen en el bebé que llora en la cuna porque está expresando una necesidad que no puede satisfacer por sí mismo. El grado de dependencia y vulnerabilidad que se experimenta en ese momento es algo que ni siquiera podemos nombrar en esa etapa, nuestra absoluta supervivencia depende de la respuesta y acciones de otra(s) personas. Esta es una experiencia que todos llevamos en alguna parte de nuestro equipaje y, dadas las condiciones adecuadas, podemos revivirla en la adultez en momentos muy específicos.

«No Puedo Vivir Sin Ti»

¿Alguien recuerda estar enamorado y decir «no puedo vivir sin ti»? Un coach de amor propio te diría que debes liberarte de esa sensación, empoderarte, comprarle su curso sobre desapego o cualquiera de esas hierbas aromáticas que dicen quienes hablan desde el trauma y no desde el estudio o la salud.

 

 

La realidad es que esa sensación de «no puedo vivir sin ti» es algo natural en determinados momentos de relaciones muy particulares. No es malo sentirse así, lo dañino sería no pasar a etapas siguientes y quedarnos fijados en la desesperación que implica ser adulto y sentirse absolutamente a merced del otro.

Ahora bien, solo quienes hayan tenido una historia del desarrollo con cuidadores y condiciones suficientemente sanos van a encontrar sencillo quererse a sí mismos en la adultez, porque la manera en que nos tratamos a nosotros mismos no es más que una repetición de la forma en que fuimos (mal)tratados, es la experiencia que conocemos y a la que volvemos una y otra vez. Por eso hay quienes pasan tanto trabajo dejando relaciones de abuso aunque estén conscientes de lo dañinas que son, porque nuestra tendencia natural es a lo familiar, a lo conocido, no a lo más sano. Así que tener una historia del desarrollo cargada de abuso, negligencia, falta de límites sanos o excesos hará que ese patrón se repita una y otra vez. Podemos incluso entenderlo sin poder evitarlo, no se trata de lo intelectual sino de lo vincular.

¿Destinados al Dolor?

Pero no todo está perdido si hemos tenido una historia del desarrollo poco saludable, de esas que nos han dificultado llevar en el equipaje experiencias necesarias para estar tranquilos en nuestras relaciones adultas. Experiencias de vida dentro de relaciones sanas en la adultez pueden proveer a la persona de esa capacidad gracias a la plasticidad neuronal, lo cual significa básicamente que podemos aprender estas experiencias emocionales. Recuerda: no todo está perdido.

La traba está en que la gente no va por la vida poniendo todo a un lado para atender tus necesidades, lo cual se entiende porque cada quien tiene las suyas y se espera que en la adultez nadie tenga ese tipo de dependencias. Es como poner a un chico de primaria a jugar en el mundial de fútbol, la demanda de ese medio es algo que requiere un desarrollo superior y muy particular, quien funcione como un jugador de primaria no podrá desempeñarse allí sin considerable sufrimiento.

 

 

Como esto es un tema de salud hay que darle un buen diagnóstico y el tratamiento adecuado. Usualmente el diagnóstico tiene que ver con temas de personalidad (cómo sentimos, pensamos y actuamos sobre las relaciones) y el tratamiento implica una relación humana diseñada para brindar experiencias emocionales correctivas, lo suficiente como para que las podamos llevar en nuestro equipaje por el resto de la vida. Entra en el escenario: la psicoterapia.

Psicoterapia y Otras Relaciones

La psicoterapia es una relación humana diseñada para ser lo más saludable, constante y frecuente posible. En el consultorio el terapeuta escucha tu narración, identifica tus necesidades una y otra vez, sobrevive a tus demandas y te permite experimentar que existe la posibilidad de que alguien responda cuando llamas por ayuda, te acompañe cuando te muestras vulnerable y no te juzgue cuando le muestres aquello que te avergüenza. Todo esto solo puede pasar porque ese terapeuta pone sus propias necesidades en pausa mientras atiende las tuyas, similar a lo que hace el padre o la madre al atender al niño que llora en mitad de la noche.

Ahora, no me malentiendan, otras relaciones sanas pueden ayudar o curar, pero amigos, amantes, compañeros de trabajo, parejas y conocidos en general no están allí para eso, usualmente porque están demasiado ocupados con sus propias realidades emocionales y eso está bien. Poner en pausa lo que uno (re)quiere para atender a otra persona de manera que ésta se equipe con la experiencia que necesita para vivir mejor es un trabajo (y uno de riesgo emocional), por eso no lo hará el coach de vibración cuántica ni tampoco el jefe en la oficina, incluso si tienen buena intención. El primero no lo hará porque no tiene idea de lo que hace, no nos llamemos a engaño, esto requiere salud y ciencia, no magia. El segundo no lo hará porque su rol en tu vida es otro, es el representante del metafórico mundial de fútbol que te invita a jugar con todos una vez salgas de la primaria. El mundo no se adapta a uno, a uno le toca crecer, el único espacio con paredes acolchadas para evitar que uno se golpee es aquella habitación psiquiátrica de sanatorio de los años 50, y nadie quiere vivir allí ¿cierto?

 

 

Si nos fijamos, tiene sentido que algunas personas que no han tenido esa seguridad en sus vínculos primarios y no van cargados con esa experiencia en la aventura de la vida se comporten de manera demandante, se molesten, hagan pataletas emocionales, porque todas esas cosas son intentos de probar que el otro no se irá a pesar de todo. Son formas de probar el límite, de hacer su parte para que aquello que debió pasar en la infancia se dé y puedan atravesar la etapa de desarrollo que aún no han podido «masterizar». Estas personas están tratando de crecer, con cada demanda, con cada pataleta emocional, con cada comportamiento «intenso».

Pero no depende solo de ellos sino de otras personas, quien reciba la pataleta debe estar capacitado para lidiarla de manera tal que la persona reciba lo que necesita para crecer (no necesariamente lo que quiere en el momento). Quedarse en el vínculo, sobrevivir a la demanda y ayudar a pensar, a organizar el pensamiento, a entender las necesidades de la persona es el trabajo del psicoterapeuta. Es emocionalmente incómodo, a veces desagradable, incluso agotador, pero el profesional sabe lo que está haciendo y tiene recursos para navegar la situación. Es más, el terapeuta tampoco hace ese trabajo en su vida personal con sus amigos o familiares porque se lastimaría a sí mismo.

Por lo anterior este no es un trabajo para los amigos o familiares ya que nadie en su sano juicio y de gratis se expondría a estas demandas por tanto tiempo como es necesario, sin los recursos del terapeuta un amigo puede intentar tener el mismo efecto y acabar afectando su propia salud mental de forma muy importante. Así que el amigo, conocido o incluso familiar acaba cortando el vínculo o alejándose en un intento de cuidarse de los embates de la demanda. Esto es algo que suele ser percibido por quienes necesitan la atención como un abandono, lo cual les hace sentir un monto de ansiedad importante, les desespera y dispara aún más demanda porque es lo único que saben hacer.

Conclusión y Recomendaciones

Tratemos de recordar que cuando algún término como «Amor Propio«, «vulnerabilidad«, «empoderamiento«, «toxicidad«, etcétera se populariza de esa forma acaba perdiendo su profundidad y se convierte en un molde hecho en serie en el que no caben todos pero que presupone que todos deben embonar en él sin realmente ayudar al crecimiento. Vaya, que se vuelve una moda.

Sí, existe el amor propio y surge de tener suficiente experiencia con gente que lo quiso/quiere/entiende/acepta a uno a pesar de lo que sea.

Amor propio no es esa hashtag/trending topic del que muchos se agarran ahora para hacer «virtue signaling» en redes sociales, vender filosofías pop inservibles, sentirse superiores, negar la necesidad que tienen de otras personas, cubrir sus traumas o justificar su alejamiento de vínculos profundos.

 

 

Vayamos a terapia, que esto no se arregla con placebos, publicaciones online o pastillas (esas son para otra cosa). El vínculo cura, pero debe ser un vínculo diseñado para curar, no una relación con cualquier persona que no esté entrenada en ello porque ambos participantes pueden salir muy lastimados. Hacerlo bien mejorará nuestra relación con nosotros mismos (amor propio) y nos acercará mucho más a hacer vínculos sanos y duraderos con los demás.

Un abrazo y que estén muy bien,

Dr. Alvaro