Leyendo a una de mis estudiantes en su trabajo semestral sobre la evaluación de un personaje adolescente y cierta problemática que presentaba, llamó mi atención el siguiente párrafo.

«El adolescente debe buscar la independencia frente a sus padres. Esta búsqueda de una nueva situación social genera también ansiedad e inseguridad, y, frente a los deseos de independencia, se crea contradictoriamente una necesidad mayor de dependencia de los demás [de los amigos…] y de que éstos apoyen la visión que está creando sobre sí mismo.»

Yo me preguntaba si se podría hipotetizar que esto también se da en la adolescencia tardía del homosexual típico en esta cultura. Hace ya casi un año que observo más de cerca el fenómeno de «los amigos gay» alrededor de los individuos y, como comentaba en alguna entrada hace varios meses, pareciera que los amigos definen al varón y la mujer homosexual de esta cultura.

Un amigo me comentaba hoy cuán difícil es «en el ambiente» separarse de los amigos «porque, Alvaro, los amigos son como una segunda familia cuando eres gay». Yo creo saber a lo que se refiere y es cierto que varios hombres y mujeres gay reciben de su círculo de amigos el espacio para expresar su sexualidad y su naturaleza diversa que no reciben en casa, por ejemplo.

Los amigos del hombre y la mujer gay son importantes y, de alguna forma, lo definen y dictaminan en gran medida cómo se vive uno su homosexualidad. Partiendo de la base que la homosexualidad ya no es solo con quien te acuestas, sino cuan selectivo o no eres en cuanto a las parejas sexuales, y cómo llevas tu vida en muchos otros aspectos. Ser gay hoy día no se trata para muchos de que te atraiga gente de tu mismo sexo, sino que ese aspecto viene inserto en un paquete cultural completo con formas de vestir y de peinarse, maneras de caminar y términos específicos que se usan al hablar. En cada grupo son diferentes, pero existen y eso es lo importante, el individuo los asimila y los incorpora porque aceptar esos aspectos y hacerlos suyos es el precio a pagar por ese espacio de expresión que solo consigue allí y no con sus seres queridos más importantes.

Así que no es solamente que los amigos sean importantes, es más bien su aceptación y su aprobación, la forma en que nos definen. Es igual en la adolescencia eterna del homosexual adulto que en la adolescencia normal a la que se refiere mi estudiante.

Mi pregunta es ¿Es esa aceptación tan necesaria que empaña nuestro juicio para determinar cuando nuestros amigos no son tan amigos como creemos?

Creo que la respuesta es afirmativa. Porque separarse del grupo implica perder un espacio importante que es más difícil de abandonar si no se ha construído ese mismo espacio en el seno de la familia o en un grupo más sano, es decir, si el proceso de coming out no ha avanzado lo suficiente. Además, llega un momento en que nuestro grupo nos define de tal forma, que aceptar manchas en ellos es como aceptarlas en nosotros mismos, porque lo más seguro es que hayamos establecido hábitos iguales a los del grupo sin medir que aquello era solo una etapa y, por lo tanto, sin prever consecuencias a futuro.

El gran trabajo del adolescente hacia el final de esa etapa es crear un criterio propio, ver las fallas de su grupo de referencia y formarse una identidad personal y única que lo separa del grupo y lo hace un individuo adulto. No solitario, pero tampoco amalgamado o sobreidentificado. Realizar esa tarea es la única forma de crecer. Y es esa tarea la que no realizan la mayoría de las personas gay. Porque son, al fin y al cabo, adolescentes eternos a quienes se les negó la oportunidad de integrarse por completo en el momento cronológico adecuado (en su adolescencia) y fueron lanzados al mundo adulto con todos los privilegios y permisos del adulto, pero sin la coherencia interna necesaria. Por lo tanto, la necesidad del grupo siempre estará allí, hasta que el individuo termine de pasar por esa etapa, lo cual es posible, pero requiere un trabajo personal muy importante.