Desde la ventana de mi oficina se ve la construcción del «Megápolis», hace días miraba por la ventana y observaba cómo ha avanzado la construcción en los últimos 3 meses. Los «cascos azules» trabajan rápido y una grúa impresionante lleva grupos de varillas de un lado a otro, a veces pasan tan rápido y cerca de mi ventana que me asusta. la primera vez, no pude ocultar mi cara de desagradable sorpresa y mi paciente del momento (quien no podía ver la ventana y que estaba bastante asustado por cosas personales) se intranquilizó más de lo necesario al ver mi cara producto del acercamiento excesivo de aquel dinosaurio mecánico. En ese momento pensé que lo adecuado sería poner una cortina, pero no lo hice porque me gusta mirar hacia afuera, aunque tal vez lo haga pronto para darle más contención al ambiente.

Como sea, en un espacio en que no tenía pacientes y, mientras miraba a los trabajadores con sus cascos azules, pensaba en que la humanidad siempre ha sido buena construyendo cosas y eso nos ha hecho cambiar por completo la fachada de la tierra, esta gran casa que todos compartimos. De ese pensamiento salté a la idea de que una casa no es un hogar sin las relaciones que se dan dentro de ella y, de inmediato, me pregunté si existe alguna esperanza de mejorar cómo nos llevamos quienes vivimos aquí.

Alejandro Cantón y yo nos reunimos en mi oficina hace un par de semanas y comentábamos sobre la idea de un mundo en que se acepte a los demás como son a pesar de las diferencias. ¿Será posible algo así o sólo podremos aspirar a la lucha constante y a tratar de llegar a la conciencia de una persona a la vez? ¿Será suficiente hacerlo de esa forma? ¿Cuál es la raíz de la falta de aceptación? Supongo que deberíamos hallarla si de verdad la queremos alterar.

He mencionado en algún escrito anterior que la base de la homofobia podría estar (como dice Castañeda, 99) en el temor primitivo de cambiar de género y, por lo tanto, perder una parte tan básica de la identidad de cada uno. Eso lo podríamos solucionar educando a quienes aún no saben que ser gay no significa que se quiera ser una mujer, y que ser lesbiana no significa que se quiera ser hombre o que ser bisexual no significa que uno ande confundido sobre si es un hombre o una mujer.

«Ya, pues, me parece maravilloso» – pensé y luego empecé a pensar en las otras formas de diversidad. ¿Y los negros? ¿Y los latinos? ¿Y los gringos? ¿Y los viejos? ¿Y los pobres? ¿Y los ricos? ¿Y todos los demás?.

¿Cuál es la base de los rechazos a estos y otros grupos? ¿Algún día dejará de existir ese rechazo?

Tal vez la humanidad, en el proceso adolescente que le observo, aún lucha consigo misma para armar su propia identidad. Esos procesos son largos y dolorosos ¿Estamos listos, como humanidad, para sobrevivir con poco menos que algunas cicatrices este gran camino que hemos iniciado?

¿Estamos tratando de conseguir un imposible o tratamos sencillamente de lograr que las cosas sean mejores cada día?

Me gustaría saber cómo desearía cada uno de ustedes que evolucionara el pensamiento de nuestra gente sobre temas de diversidad. ¿Son realistas nuestras metas? ¿Cuáles son nuestras metas?

En la vida todos llevamos nuestra versión del casco azul, pero me pregunto si para construir estamos tomando como referencia los mismos «planos».