Así empieza la canción de Alejandro Sanz en la que se resiste a despedirse de alguien que le abandona y que ya no quiere saber más de él. Escucharla después de un par de años me conectó con un antiguo dolor muy personal, de esos que te dejan el músculo cardiaco un poco endurecido y con algunas rajaduras.

«Tú no tienes alma,
y yo no tengo valor para ver cómo te marchas, como si no pasara nada
Tu no tienes ganas,
y yo me muero por darte las fuerzas que hagan falta
Tú no tienes derecho a decirnos adiós y yo no tengo el derecho a decirte que no.
Si no tienes ganas, yo no tengo nada.»

He visto esta historia suceder en tanta gente que estoy casi convencido que existe un patrón. Lo que he encontrado también es que muchas veces, quien abandona estuvo en el lugar del abandonado en alguna relación anterior, antes de la cual había esa sensación de «no poder ver» la situación en toda su dimensión. ¿Acaso logramos comprender a cabalidad las situaciones a través del dolor? ¿Es cierto aquello de solo comprender el amor verdadero luego de haber sufrido por él? ¿Cuál es nuestro concepto del amor?

«¿Cómo tienes cara? ¿Cómo puedes dejar de mirarnos a los ojos?
como si no pasara nada, nada, nada.

Seguiré inventando sin pararme en los detalles;
Cada día, otro motivo pa’ esperar al alba.
Seguiré gritando que ni el cielo fue bastante.
Pa’ olvidarte, d
ame un alma
Que no sepa nada de tus manos.»

Me pregunto cuántas veces, cuantos de nosotros hemos estado en una situación similar. He llegado a pensar que es un rito de pasaje, una especie de experiencia necesaria en el crecimiento relacional de hombres y mujeres, sin distinción de su orientación. Recordar a voluntad requiere algún esfuerzo y atención. Olvidar a voluntad, por otro lado, es imposible.

«Tú no tienes alma
te abandonas cansad@ a un destino que te marca
Tú no tienes la vida más tiempo que yo
y yo no tengo la llave que cierra el dolor
si no tienes alma, yo no tengo nada.»

¿Se acaba viendo a quien abandona como eso? ¿Se le ve como una carcasa vacía que no tiene sustancia alguna en el interior porque no puede conectarse con nuestro dolor del momento? Y Cuando se les ve así ¿Estaremos en lo correcto? ¿Será que ser lastimados deja a algunas personas demasiado dolidas como para establecer nuevamente una conexión afectiva? ¿O será que no fuimos capaces de despertar esa conexión?

Si es así, ¿Por qué aferrarse (aunque sea a través del odio) a quien se amó alguna vez? Tal vez porque, en ese momento, podemos sospechar la posibilidad de convertirnos en ellos en el futuro, de perder el alma y acabar hechos una carcasa vacía capaz de lastimar.

He sabido de rencores que duran por años y he escuchado historias de quien tarda menos en recuperarse y se sube nuevamente al caballo de las relaciones en un tiempo más prudencial. Nuevamente, las personas lidian estas situaciones de todas las formas posibles. Algunos talentosos disparan su proceso creativo y se vuelven muy productivos, otros con menor recurso personal pueden deprimirse tanto que lleguen a pensar que su vida misma pierde todo sentido. Hay muchos factores involucrados en la reacción que cada persona tenga y creo que es importante comentar este tipo de cosas porque pienso que no se hablan mucho. Creo que, a veces, nos olvidamos de este fenómeno a punta de mirar otros aspectos más concretos.

Bueno, veamos qué piensan ustedes.

«Mira, no inventes: ‘pasa la gente, pasan las cosas… pasan tan rápidamente’ «