En un par de días cumpliré años (pueden enviar sus regalos a… no es cierto) y he estado haciendo el recuento de todo lo sucedido en la última década. Recordé un poema del cual mi madre me hablaba hace años, lo busqué, lo leí y no pude evitar identificarme con tantas partes de ese texto. Se los dejo acá por compartir y tal vez por si alguien puede identificarse a ratos con esta maravilla escrita por Gaspar Núñez de Arce. Las últimas semanas han sido agotadoras para mí, pero también muy enriquecedoras. He sentido el cansancio ajeno y propio, la desesperanza de muchos y la excitación de otros, el temor, la culpa y la alegría, ambivalencias e incertidumbres. Mucha gente atrapada en mi mente produjo la imagen que posteo a continuación, como siempre, luego de atraparlo en papel, me sentí mucho mejor.

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE
¡Treinta años!

1
¡Treinta años! ¿Quién me diría Tormented Empath - small
que tuviese al cabo de ellos
si no blancos mis cabellos
el alma apagada y fría?
Un día tras otro día
mi existencia han consumido,
y hoy asombrado, aturdido,
mi memoria se derrama
por el ancho panorama
de los años que he vivido.

2
Y aparecen ante mí
fugitivas y ligeras
las venturosas quimeras
que desvanecerse vi:
la inocencia que perdí,
y aquel vago sentimiento
que animó mi pensamiento
cuando eran mis alegrías
las mágicas armonías
del mar, del bosque y del viento.

3
Han sido para mi daño
en la vida que disfruto
un siglo cada minuto,
una eternidad cada año.
El dolor y el desengaño
forman parte de mí mismo,
y el torpe materialismo
de esta edad indiferente
cubre de sombras mi frente
y abre a mis pies un abismo.

4
Sacude el mar su melena
de crespas olas rugiendo,
y con pavoroso estruendo
los aires asorda y llena.
Pero una playa de arena
su audaz cólera contiene…
¡Ay! ¿Quién habrá que refrene
el tormentoso oceano
que en el pensamiento humano
ni fondo ni orillas tiene

5
¡La razón!…Tanto se encumbra,
tan locamente camina,
que ya no es luz que ilumina
sino hoguera que deslumbra.
Al horror nos acostumbra,
siembra de ruinas el suelo,
y en su inextinguible anhelo
álzase hasta Dios atea
con la sacrílega idea
de derribarle del cielo.

6
He visto tronos volcados,
instituciones caídas,
y tras recias sacudidas
pueblos y reyes cansados.
Propios y ajenos cuidados
muévenme continua guerra,
y mi espíritu se aterra
cuando perdida la calma,
siento rugir en el alma
la tempestad de la tierra.

7
Cuando pienso en lo que fui
hondas heridas renuevo,
y me parece que llevo
la muerte dentro de mí.
No veo lo que antes vi,
no siento lo que he sentido,
no responde ni un latido
del corazón si a él acudo,
llamo al cielo y está mudo,
busco mi fe y la he perdido.

8
Infeliz generación
que vas, con loco ardimiento,
nutriendo tu entendimiento
a expensas del corazón.
Díme, ¿no es cierto que son
vivas tus penas y ardientes?
¿No es verdad que te arrepientes
presa de terrores graves,
de los misterios que sabes
y de las dudas que sientes?

9
¡Yo sí! Feliz si lograra
después de mis desengaños,
lanzar hacia atrás los años
que el destino me depara.
Pero, ¡ay! el tiempo no para,
ni tuerce su curso el río,
ni vuelve al nido vacío
el ave muerta en la selva
ni quiere el cielo que vuelva
la esperanza al pecho mío.