La Madre Percibida
El amor no tiene mucho que ver con la sexualidad física, aunque esta última es una manera que carece de equivalente para expresar el amor. A medida que crecemos es sencillo confundir el placer genital con el amor, uno siente que «se entrega a sí mismo» en una u otra ocasión, pero aquello puede o no ir acompañado del amor. Es sencillo confundirse y prestar más atención a lo bien que lo pasa uno y olvidar aspectos faltantes y más elevados. Lo cierto es que el sexo nos da mucho placer, la compañía del otro nos hace sentir menos solos y la admiración que recibamos de ellos alimenta nuestra autoestima por momentos y nos hace menos inseguros. Pero no es amor.
Validar significa reconocer todos los aspectos del otro, cómo se siente, qué le gusta, cuáles son sus talentos, qué lo hace reír, qué lo hace llorar, en qué no es tan bueno, con qué cosas necesita ayuda. Una parte importante de la tarea de los padres es validar a sus hijos, es decir, llegar a conocerles de manera tal que reconozcan todos los aspectos que le conforman.
Como la validación viene de afuera y se trata de «cómo nos ven los demás», hay una parte de nuestra sensación de ser valiosos (nuestra autoestima) que depende de los demás y se ve comprometida si no la recibimos. Si esto sucede durante suficiente tiempo o en una determinada intensidad, el daño a la autoestima puede ser tal que se desarrollan maneras insanas de sentirse mejor consigo mismo. Una de esas formas es prestar excesiva atención a cómo nos perciben los demás y tratar de «parecer» muy agradables, atractivos, poderosos, ricos, hermosos, etcétera.
No es difícil, por lo tanto, encontrar el origen que tiene el intento generalizado de los varones homosexuales por ser «bien vistos» por los demás. Algunos de ellos tratan de ser bien vistos y sentirse importantes a través de usar ropa de moda o tener cuerpos de revista. Porque eso les da la sensación de ser estéticamente correctos. Después de todo, si todos admiran a los modelos de revista y las celebridades, tal vez viendose como ellos se pueda lograr algo de esa admiración.
Otros intentan sentirse importantes en otros aspectos, enfocándose en la cantidad de dinero que ganan al mes y haciendo alarde de eso frente a otros con la intención inconsciente de producir envidia en los demás y sentirse superiores. Algunos más se fijan en el tamaño de sus casas o la zona en que viven, haciendo grandes esfuerzos para sostener residencias que no pueden costear. Lo mismo sucede con la marca, el tamaño o la potencia del automovil que se maneje. Otros más se enfocan en su conocimiento y cómo pueden «saber» más que los demás. Hay quien llena su autoestima gracias a conseguir un «puesto importante» en el trabajo o cosas por el estilo.
En fin, cada cosa que hacen estos individuos suele estar motivada por una intención inconsciente de ser bien vistos (validados) por los demás. Además, es curioso ver cómo existe una comparación constante con otros, como quien trata de asegurarse de estar en una posición superior o suficientemente buena. Este «ranking process» es constante, se comparan con otros y los devalúan cuando tienen oportunidad, o bien los idealizan excesivamente queriendo ser como ellos. De cualquier forma, tratan de compararse para ver si son suficientemente buenos, se muestran arrogantes cuando se saben mejores que otros y se sienten muy incómodos si son rechazados y se elige a otros en su lugar.
Todas las personas gay padecemos de esto en mayor o menor grado, dependiendo de las historias de vida de cada uno. Así que es importante estar conscientes de cómo se manifiesta en nosotros esta búsqueda de validación porque, a veces, se puede poner en riesgo la vida, la salud, la seguridad financiera, la tranquilidad al dormir o las relaciones interpersonales por conseguir una sensación de ser importante. Es entonces cuando esa búsqueda es un problema.