Vivir en público: El Psicólogo de los Gays
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«Hace un año me conocí con un compañero de la universidad, y pues nos hicimos amigos. hacemos muchas cosas juntos (salir a comer, trabajos, caminar) y me enamoré de él. El es hetero, y no sé si confesarmele, me da miedo perder su amistad ¿que me recomienda?»
Luego de un momento tenso que me hizo cuestionarme algunas cosas sobre la postura de espera que tengo muchas veces en la vida he decidido utilizar el resto de la tarde para hacer algo que siempre disfruto hacer: escribir. Que dios (la minúscula es intencional) bendiga al inventor de las computadoras portátiles y qué suerte que llevaba la mía cuando esta urgencia de escribir ha tomado forma. Así que estacioné mi auto en uno de esos lugares donde venden bebidas cafeinadas con nombres que no me he tomado el tiempo de aprender, ofrecen internet inalámbrico y el ambiente huele a rollos de canela. Aquí, en medio de un suburbio creado lejos de la ciudad, decidí pasar un par de horas para expresar mi sentir actual.
Bajé del auto, tomé mi computador y entré (nota: mi humor no es el mejor, me invade la tristeza y eso usualmente hace que esté muy vulnerable a los ataques ajenos). Solo cruzar la puerta y escuché al gerente del lugar terminar una broma con el chico de la caja y la joven que prepara el café.
A veces no me reconozco a mí mismo. En otro momento de mi vida habría analizado el comportamiento del gerente y los dependientes y habría dicho algo sarcástico como “ya bájense de la rama”. Hoy día he tomado esa agresión en silencio y he dejado que contribuya a mi falta de esperanza. Pero ¿Por qué? ¿Qué ha cambiado conmigo?
Estoy cansado. Cansado de ser un ciudadano de segunda clase o, al menos, de ser tratado como uno. Desde la entrada anterior el tema de cuántas expresiones de afecto son demasiadas está rondando mi cabeza y, para ser honesto, me entristece mucho pensar que cuando estás enamorado no deseas tener límites en tus expresiones, nunca te parece haber dado demasiado y, al mismo tiempo, nunca te parece haber recibido suficiente. Así que, aparte de las reglas básicas de convivencia y de mantener la privacidad de la vida en pareja para momentos más íntimos, me permito responder la pregunta que lancé en la entrada anterior.
Pues creo que hay circunstancias en la vida en que demasiado nunca será suficiente. No sé si les ha sucedido pero, gente, a veces uno tiene esa sensación de que “too much is never enough”. Sucede con las adicciones y sucede con el amor, ese maravilloso estado afectivo al que todo ser humano aspira llegar (incluso si no lo sabe) y que, cuando lo consigue, teme expresarlo por vergüenza. Las contradicciones humanas son siempre comida para el pensamiento.
Hace varios años mi proceso personal llegó a ese punto en que uno decide que se quiere a sí mismo como es y que no va a vivir enmascarado nunca más solo para mantener el supuesto amor de otras personas (en el trabajo, en la familia, en la escuela, en la pareja, da igual). En ese momento me prometí a mí mismo que nunca más me pondría una máscara. Nunca más.
Pero, hace meses que lucho conmigo mismo. Lucho para resistirme a contestar los ataques del medio. Lucho para seguir siendo honesto conmigo y con los demás, para ser expresivo y más auténtico cada vez. Y lucho para esperar, desde mi punto del proceso, a que el proceso de los demás me alcance. Pero esperar es tan agotador y produce tanta incertidumbre.
Y sí, digo lo siguiente sin la menor gota de modestia: no soy perfecto, nunca lo seré, pero sí soy veloz, siempre lo fui, soy responsable y comprometido, y busco la verdad y la salud y no perdí demasiado tiempo teniendo una vida doble. Yo fui honesto desde muy temprano en mi proceso. De alguna forma siempre supe que sería lo más sano. Yo corrí a través de la vida y por el bosque oscuro de mi inconsciente hasta llegar al punto en que estoy hoy. Yo me construí a mí mismo y mandé a la mierda a quien me dio a entender que me quería siempre y cuando no fuera gay, escupí la cara de quien citó una religión antigua para justificar tratarme como ciudadano de segunda clase y me enfrenté al endeble concepto de dios que tiene la mayoría de la gente. Tuve discusiones muy elevadas con quien se atreviera a devaluarme solo porque soy distinto. Nadie pudo contra mis argumentos (porque son ciertos) y con tiempo y trabajo me hice un hombre y un nombre y estoy orgulloso de quien soy. Lo que piensen los demás no me importa demasiado, tuve que dejar ir a mucha gente (familiares, amigos y amores) porque me resistí a ser aceptado solo de manera parcial o a vivir en la sombra para guardar las apariencias. Soy veloz, siempre fui impresionante para todos mis mentores, peligroso para mis competidores e incomprendido por quien no ve más allá de sus narices. Y lloré durante todo el proceso, porque no es sencillo ni placentero, sobre todo cuando lo haces solo, pero sobreviví y me quiero más a mí mismo que cualquiera que tenga una vida doble o que acepte los abusos de los demás solo porque vienen disfrazados de cariño.
Es como lo que canta la bruja verde en aquel musical que nadie comprende por qué me gusta tanto:
Todos los seres humanos (los que ya nos bajamos de la rama) luchamos en el duro camino hacia la mayor autenticidad, para encontrar la verdad, nuestra verdad, nuestra salud. Porque hasta las religiones organizadas (de las cuales saben que no soy muy fanático) reconocen que la verdad nos hace libres y, en este contexto, libertad es solo otro término para autenticidad y salud.
Hoy día siento que hay momentos en que me veo forzado a enmascararme, a vivir en la sombra, sobre todo porque resistirme a hacerlo podría poner en peligro un nuevo vínculo importante. ¿Estoy haciendo lo mismo que hacen otros? ¿Estoy traicionándome a mí mismo?
He sido rechazado y tratado como ciudadano de segunda clase, como menos importantes que mis equivalentes. Pues es el momento de despertar una vez más. Este es el momento en que mi tristeza se cubre de rabia, el momento en que esa vocesita dice en mi cabeza “Al diablo con todos, no podemos darle tanto control a un puñado de ignorantes solo porque ellos creen que están en lo correcto. Es hora de mostrarles su propia ignorancia sin importar si están listos para verla o no. Es hora de sobrecargar sus mentes y que experimenten el dolor de ver la realidad igual que nosotros experimentamos el dolor de vivir en la sombra». Somos demasiados como para dejarnos amedrentar de esa forma. Es hora de responder y de hacerlo de manera inteligente, sin armas, sin revueltas. Una verdadera revolución sin manos que empiece en cada hogar, en cada mente, en cada acción. Porque, después de todo, no todos tenemos el estómago para vivir en una burbuja.
«I hope you’re proud how you would grovel in submission to feed your own ambition»
Este es un corto diseñado para facilitar que la gente heterosexual se coloque en la situación que vive quien es gay o lesbiana. Fue hecha debido a lo sucedido con la Prop 8. Por lo tanto, es entendible que esté en inglés. Disfruten y comenten (gracias al Dr. R por el enlace al vídeo)
Este cortometraje se titula «The Closet» (El armario) y me ha gustado mucho. Me lo envió el Dr. R. y lo pongo acá porque es bastante inspirador. Llamo la atención sobre el nombre de la niña (o niño) que sale al final, si se fijan en los créditos encontrarán que se llama «Hope» (esperanza). Espero que les guste.
– Mi papá es gay
– ¿En serio? – responde la niña – una de mis mamás también es gay.
La escena me produjo mucha risa y la recordé leyendo un artículo en la revista Out, en su edición de mayo 2007, sobre el «closet de vidrio» (Glass Closet) en el que vive todo aquel cuya no-heterosexualidad es conocida pero que nunca se ha declarado homosexual o bisexual de manera oficial. Entre las figuras a las que se referían estaban varios actores, actrices y personalidades de la televisión, entre ellos Jodie Foster y (uno de nuestros reporteros favoritos) Anderson Cooper. En el artículo, el autor se preguntaba la razón que tendrían estas personas para no declararse homosexuales o bisexuales aunque las personas a su alrededor y en los medios conocieran su condición.
La pregunta que me hice yo fue ¿Y eso qué nos importa?
Es decir, por qué debería yo preocuparme de si Anderson Cooper es gay, bisexual, heterosexual o incluso si se define a sí mismo como lesbiana. ¿Alguien ha visto su trabajo? ¿Planet in Peril? ¿CNN Heroes? ¿El debate de los republicanos hace unos días? ¿Aquel reportaje sobre su compañero periodista abusado sexualmente en la infancia? Vamos, el hombre sabe trabajar así que qué nos interesa si es un «silver fox» o solo un tipo cualquiera que llega a casa para encontrarse con mujer e hijos. Sobre Jodie Foster, mejor no entrar en detalles, una de las mejores actrices de nuestros tiempos.
Ahora bien, la respuesta que se comenta en el artículo de OUT (aceptado, no es de las mejores revistas pero hey, tenía que matar el tiempo) y en varias otras páginas que comentan sobre el closet de vidrio es que las carreras de estas personas se verían afectadas si declararan ser homosexuales de manera oficial, lo cual me lleva a otra preocupación. Aunque la orientación sexual es parte de la vida privada de cada individuo, aquellos que deseen expresarla encontrarán repercusiones en sus carreras y varias otras áreas de su vida. Es cierto, eso no es nuevo, después de todo el closet se inventó para mantener el secreto porque era más conveniente mantenerlo así. Pero las cosas han cambiado, una nueva generación de hombres y mujeres diversos ha aprendido a dominar el arte de la ambigüedad, la creatividad de decir algo sin decirlo a la vez.
Suena injusto no poder expresar la propia orientación si la misma es distinta a la heterosexual, uno pensaría que los heterosexuales no se presentan diciendo «hola, soy Pedro y soy heterosexual» así que por qué tendrían los bisexuales y homosexuales que presentarse de una forma similar. Pues no tienen que hacerlo, es verdad, pero también es cierto que la gente heterosexual se casa, dice piropos a desconocidos(as) en las calles, hombres y mujeres se toman de las manos mientras caminan entre la gente, bailan pegados, se besan o visten sus anillos de boda en público. Todas estas son expresiones de la heterosexualidad, es lo mismo que decir «soy heterosexual, entérense».
Los matrimonios gays no están aceptados (no se vale en algunas ciudades, o se puede o no), decir piropos a desconocidos(as) es mala idea a menos que se lleve un chaleco antibalas o se tengan reflejos de artes marciales (para evitar la paliza o las cachetadas), no pensemos en tomarse de las manos mientras se camina por un mall sin escuchar el cantito homofóbico que se entona en Panamá ante la presencia de alguien diverso (aunque hay quienes de todas formas se toman de las manos y cuando lo veo lo aplaudo), bailar pegados y besarse es mejor dejarlo para los bares «de ambiente» como dicen algunos, y los anillos… bueno, tal vez uno de plata 925 o de acero con onix en la mano derecha (por lo menos son baratos porque si la relación no sobrevive con tantas dificultades que debe enfrentar, al menos no se llora el costo de las alianzas). Ok, eso sonó muy superficial pero ustedes saben a lo que me refiero.
Como sea, el closet de vidrio es una forma de defensa que existe desde hace mucho tiempo y en Panamá se pone en práctica a cada rato; vivir una vida abiertamente distinta a la heterosexual, salir con parejas del mismo sexo o de sexos distintos y ser visto(a) en público pero nunca hacer una afirmación sobre la propia sexualidad de manera directa. Esto parece despertar el morbo de quienes pueden ver a través del cristal pero no pueden traspasarlo. ¿Me pregunto si el problema lo tendrá quien habite dicho closet o quienes se encuentran fuera? ¿Qué piensan ustedes?
Las teorías cruzaban sobre la mesa a toda velocidad y yo pensaba nuevamente en el tema de la bisexualidad y las infinitas explicaciones para un comportamiento como el descrito por el amigo de Ron.
Esta no es la primera vez que el tema surge en una reunión social a la que yo haya asistido y, cada vez que alguien trae el tema a la mesa, me hace pensar que la bisexualidad sigue siendo un misterio para mucha gente y el potencial homo y heterosexual en todos los seres humanos parece seguir siendo difícil de aceptar para la mayoría de las personas. Creo que no todos ven a las personas como potencialmente bisexuales, me pregunto si esto se debe a alguna connotación especial que la gente atribuya a la bisexualidad.
Lo cierto es que muchos varones casados y con una vida tradicionalmente heterosexual han estado en contacto con sus deseos homosexuales por largo tiempo, otros recién empiezan a descubrirlos o bien hasta ahora empiezan a permitirse actuarlos. Varios de ellos han mantenido relaciones extramaritales con otros varones durante años o bien han tenido encuentros homosexuales casuales con extraños o conocidos pero de manera fugaz y furtiva.
Me pregunto qué piensa la gente allá afuera. Entre lo que se dijo anoche, estaba aquello de que antes no era así o que sí era pero ahora se esconde menos. Alguien comentaba cómo la aceptación y la tolerancia al tema homosexual a crecido en Panamá y yo mismo relataba con otro asistente que la creciente aceptación puede verse en los colegios, donde algunos jóvenes homosexuales reportan tener un grupo de amigos gays en la escuela, cosa que era casi impensable para los jóvenes de hace años, incluyendo a esos que hoy día dejan a sus mujeres y familia para formar parejas con otros hombres.
Parece que las cosas sí van cambiando a medida que las nuevas generaciones reemplazan a las anteriores. Me gustaría saber cuáles cambios han notado ustedes ¿cómo es o fue para ustedes ser jóvenes con la orientación sexual que tengan (la que sea) y cómo es diferente de las generaciones actuales o pasadas? ¿Qué idea tienen de cómo se manejará el tema en el futuro?
Mi formación analítica (es muy complicado de explicar por esta vía pero estoy seguro que los colegas saben de lo que hablo) me recomienda mantener algún anonimato sobre aspectos varios de mi vida personal. Imaginen el tamaño de este reto siendo un terapeuta que vive en Panamá, donde es casi imposible ir al supermercado (aunque sea miércoles a las 3 de la mañana) sin encontrar a alguien conocido que también tuvo la brillante idea de ir a buscar algo necesario justo a ese supermercado y justo a esa hora.
Alejandro Cantón (un colega mío, retirado, que se dedicó por años a la atención psicológica de hombres homosexuales y demás), hizo un comentario sobre mi blog a un grupo de amigos suyos y, aparentemente la pregunta del millón de dólares no se hizo esperar.
«¿Es gay?» – me cuenta Alejandro que fue la cuestión.
Bueno, preparen su millón de dólares… para ser donado a la beneficencia, porque me veo imposibilitado para contestar directamente, al menos en el internet, por razones que ya expuse (¿ven por qué los psicólogos no somos millonarios?).
Sí comentaré que como tesis doctoral (la cual estoy escribiendo actualmente) trabajé con varones homosexuales en psicoterapia, la experiencia fue muy buena con los pacientes y no tan buena con mis colegas. Aprendí que esta temática te «expone» a ciertas situaciones no muy agradables provenientes de la interacción con algunos(as) colegas psicólogos(as).
«Oye y ¿por qué elegiste ese tema para tu tesis?» – preguntaban todos cuando les contaba sobre el tema que había escogido para convertirme en Doctor. La pregunta, por lo general, se hacía en voz baja e iba seguida de una ligera apertura de ojos y un acercamiento de sus rostros al mío como quien se prepara para recibir una información en secreto.
Yo contestaba sin chistar – «Te lo digo cuando le hagas la misma pregunta y con la misma entonación a los colegas que están haciendo tesis con ‘niñas abusadas‘, ‘temor a la muerte en policías‘ o ‘mujeres maltratadas por su pareja‘ »
Y en el acto regresaban a su postura original.
Nota: no me molesta que la gente me tome como homosexual, heterosexual, bisexual o lo que sea. Pero llaman mi atención algunas risas detrás de una opción o de otra. ¿Saben que uno que otro colega que antes decía que yo era un excelente psicólogo, ahora no me refiere pacientes desde que le conté sobre mi tesis? A veces la gente desecha todo lo que pensaban de alguien cuando el factor sexualidad se hace presente. Sí, la gente tiene problemas con la sexualidad y deberían resolverlos, porque vivirán con ella toda la vida.
Por lo demás, usualmente las personas (pacientes incluidos) me perciben como lo que necesitan percibir en el momento, y está bien. Gente, lo importante no es lo que yo sea, sino lo que ustedes se imaginan. Un abrazo.