Uno de los primeros artículos de este blog se llamó «Las Etiquetas Necesarias» (por allá por el 2007, cuando todo era oscuridad y el espíritu del blog caminaba sobre las aguas). En aquel entonces yo sostuve que es necesario mantener algunas categorías y/o etiquetas con la finalidad de hacer ciencia y poder clasificar el conocimiento. Hoy día me pregunto si más allá de hacer ciencia pura y dura estas categorías son realmente necesarias. ¿Qué pasa socialmente en la interacción entre dos o más individuos adultos? ¿Es importante que intentemos clasificar a las personas conscientemente según los diferentes aspectos de su sexualidad?
En este momento no lo sé, esa es mi respuesta. Creo que hay momentos y situaciones en que es necesario hacerlo y creo que es importante tener categorías para enseñar a nuestros niños a organizar su pensamiento. Sin embargo también pienso que es menester ayudar a esos mismos niños a sobrepasar ese pensamiento infantil, dicotómico y concreto a medida que se acercan a la adolescencia y la adultez, ayudarlos a trascender con su cognisción todas esas categorías que servirán de referencia durante su vida pero que no son capaces de contener en sus límites a la complejidad del ser humano.
Tal vez esa sea la base del respeto. Tal vez lo que sucede es que seguimos creciendo en edad y físico pero no en cuanto a ideas y nuestra forma de entender la realidad. Quizás lo que debemos hacer es enfocarnos en lograr esos últimos niveles de desarrollo del pensamiento, lograr ver la sexualidad y al ser humano como algo más abstracto y no como algo tan concreto como las prácticas sexuales, después de todo sexualidad es más que lo que hace uno en la cama (o el sofá o la cocina o donde sea que les guste). Sí, la abstracción debe ser la respuesta. También es la respuesta para terminar de una vez con las peleas sobre religión y la discriminación y el prejuicio contra grupos minoritarios en términos de étnia, género, nacionalidad y demás. Creo que una vez más la respuesta está en nuestras mentes y en cómo usarlas.
Pero, si hemos evolucionado hasta aquí. ¿Por qué no logramos masivamente alcanzar esos niveles de abstracción, ese entendimiento mutuo y ese respeto? ¿Por qué seguimos aferrándonos a las categorías y denominaciones que tantos problemas nos dan para relacionarnos? ¿Por qué no podemos vivir en paz?
Creo que somos víctimas de un sistema de control más allá de nosotros, me parece que tanta televisión basura y revistas de moda, siempre diciéndonos quién está bien o mal vestido, qué colores debemos usar y cuánto dinero debemos ganar para comprar esas cosas que nos harán supuestamente felices nos ha impedido continuar nuestro desarrollo cognoscitivo. Creo que nuestra sexualidad está siendo manejada en un nivel concreto incluso por nosotros mismos y por eso al pensar en creatividad y erotismo pensamos en juguetes sexuales y lencería en lugar de pensar en redescubrir a nuestras parejas una vez más. Tal vez por eso nos enfocamos más en las calificaciones que obtenemos que en nuestro aprendizaje real, tal vez por eso es más sencillo tener todas las aplicaciones para comunicarnos en el celular que sentarnos a tener una conversación en vivo, personalmente, con alguien cuya compañía disfrutemos. Tal vez por eso es mejor casarse pronto sin importar si no prestamos atención a la elección que hicimos o si nos divorciaremos dos años después, después de todo es mejor haber tenido un matrimonio que haber permanecido sin casarse aunque tal vez eso significara más salud.
Estamos echando por la borda nuestras relaciones y nuestra sociedad, nuestros hogares y la crianza de nuestros hijos. Hoy día leer y pensar es un ejercicio tan tedioso para la mayoría que solo escribimos mensajes en redes de microblogging como el twitter y, si queremos pensar menos aún, siempre están las redes sociales que solamente se basan en imágenes. 
No sé si necesitamos las etiquetas, pero sí estoy seguro que necesitamos retomar la antigua costumbre de pensar, y no solo de retomar las frases célebres de los griegos antiguos para ponerlas como status de Facebook, sino realmente producir nuestras propias conclusiones sobre los hechos que vivimos, compartir experiencias, crear conocimiento. Pensar creativamente es un patrimonio de la humanidad, ninguna otra especie en el planeta puede hacerlo como nosotros, si nosotros no dominamos este arte corremos el riesgo de convertirnos en borregos, no pensantes, dependientes de la televisión, las revistas o las estrellas del pop para decirnos qué hacer, cómo vestir, cómo «hacer como que elegimos» cómo vivir. 
Hay mucho más pasando de lo que nos damos cuenta.