En otras entradas he comentado sobre la diferencia entre fidelidad y monogamia y sobre como ser fiel no significa necesariamente ser monógamo. También hemos discutido en este blog sobre la infidelidad y lo común que es sin importar la orientación sexual del individuo o si las parejas son del mismo sexo o no.
Este fin de semana he tenido una conversación interesante con mi pareja sobre el tema de la infidelidad. Si hay algo que debo agradecer al universo y por lo que hemos trabajado mucho es por mantener presente que nuestra relación es como la queramos hacer y que una de las cosas que vienen con no tener una pareja tradicional por temas de orientación sexual es que tienes la oportunidad de diseñar la relación como desees, sin seguir reglas culturales que no te funcionan o que fueron creadas para circunstancias distintas. Al mismo tiempo, tener una pareja no tradicional te da la oportunidad de estar consciente sobre cuales reglas culturales vas a seguir y cuales no, qué reglas nuevas querrás implementar y en qué medida se irán adaptando las cosas. Esto suena mucho más sencillo de lo que es, pero cada vez que se tiene una conversación en pareja sobre estos temas se crece un poco más. Les comparto lo anterior porque a partir de esa conversación se ha generado la reflexión que escribo a continuación.
En mi trabajo clínico veo pasar frente a mí múltiples casos que incluyen temas de infidelidad, monogamia, amor, deseo, ex parejas, nuevas parejas, parejas múltiples, parejas con hijos, parejas abiertas, parejas cerradas, parejas jóvenes, parejas maduras, parejas improvisadas y parejas con reglas muy estructuradas y rígidas así como otras muy flexibles en cuanto a lo que se permiten o no hacer. Créanme, he visto de todo y aunque hacer un juicio de valor puede ser un impulso natural, un buen terapeuta forma su opinión en base a la salud de los involucrados en la situación más allá de las morales individuales.
Ayudado por esa atención a no formar un juicio moral he notado que la infidelidad puede tener un origen distinto, no solo para cada persona, sino en cada evento. Esa diversidad de causas para la infidelidad es tema de una entrada siguiente en el blog pero es una de las cosas que he observado en el trabajo clínico, así como en la interacción con amistades y contactos sociales. Pero por ahora toquemos el tema de la infidelidad misma a través de las siguientes preguntas:
¿Qué es una infidelidad? ¿es cuando piensas en alguien más o solo cuenta como infidelidad cuando se tiene sexo con alguien que no es la pareja? Si es lo último ¿qué es tener sexo? ¿Acaso es besarse, tocarse, masturbarse, penetrarse? ¿Dónde está el límite? Si la infidelidad incluye pensar en alguien más ¿Cómo deben ser esos pensamientos? ¿Solamente se incluyen pensamientos con temática sexual o también cuentan los de índole romántica o hasta amistosa? ¿Afecta en algo en qué contexto se disparen dichos pensamientos/acciones o su frecuencia?
Hay muchas preguntas que se generan a partir de este tema. Lo importante, si me preguntan a mí, es tener en mente que entre pensar en otra persona en términos sexuales o románticos y mantener relaciones sexuales con esa persona hay todo un espectro de posibilidades de interacción y cada pareja debe tener claro qué está permitido y qué no para cada miembro. Una vez estos parámetros han quedado claros podremos hablar de infidelidad, antes no, porque la fidelidad es el cumplimiento del trato establecido y, si no se ha establecido, no hay trato que cumplir… al menos técnicamente.
Antes de recibir todas las críticas (me ha pasado antes) por proponer la descabellada idea de hablar, es necesario que aclare puntos importantes que sostienen mi postura:
  1. Las parejas son entes vivos: como todos los entes vivos, las relaciones de pareja crecen, se desarrollan en distintas direcciones, cambian, adquieren necesidades nuevas y dejan otras atrás. Es bastante común que algunas personas necesiten pasar mucho tiempo en pareja al inicio de la relación, lo cual responde a la formación del vínculo pero, una vez el mismo se ha conformado y fortalecido, la distancia entre los miembros de la pareja puede tolerarse mucho mejor porque ese algo invisible que los une está ahí aunque no se vean constantemente. En momentos de crisis o ataques externos al vínculo es posible que ambos requieran pasar tiempo juntos nuevamente para volver a fortalecer ese vínculo. Lo mismo sucede con otras necesidades, la confianza, por ejemplo, que necesita trabajarse mucho luego de un momento de infidelidad. A medida que las relaciones se desarrollan los tratos deben volver a conversarse para asegurarse que las necesidades afectivas, sexuales, y demás de cada miembro sean conocidas por ambos y traten de satisfacerse tanto como sea posible sin que se lastime a nadie.
  2. Nuestra cultura nos hace dar cosas por hecho: es muy común que entremos a una relación con las expectativas que nos hemos forjado por experiencias anteriores, propias o ajenas, o por lo que se nos ha enseñado desde chicos. La fantasía de que existe una persona perfecta para uno, la persona indicada («the one», en inglés) o que el amor significa estar juntos siempre y nunca siquiera considerar la posibilidad de estar con alguien más o sentir deseo por otra persona o que alguien debe ser capaz de llenar todas nuestras necesidades y nosotros las suyas.  Todas esas mentiras que sirven solo para las películas animadas sobre princesas y caballeros que viven felices para siempre están en nuestro bagaje cultural, en ese adoctrinamiento que se refuerza cuando estamos en etapa de enamoramiento y sentimos exactamente eso, que hemos encontrado a la persona indicada y que queremos estar siempre juntos sin importar nada más porque podríamos dejar de comer o respirar, pero no podríamos separarnos de él o ella si hemos de seguir viviendo. Pero eso es solo una etapa, solo una en el largo camino de la vinculación entre dos (o más, pero eso es tema de otro día) personas.
  3. Ser vulnerable es ser fuerte: a veces la idea de conversar sobre estos temas puede parecernos una muestra de vulnerabilidad y, por lo tanto, de pérdida de alguna forma de control o dominio dentro de la relación. Sin embargo, el reconocimiento de las propias necesidades y la capacidad de manifestarlas a nuestro(a) compañero(a) significa que hemos realizado una trabajo introspectivo sumamente importante sin el cual el crecimiento es imposible. Además, si mostrarse como uno es incluso con inseguridades y demás frente a nuestra pareja nos parece un signo de desventaja tal vez no estemos en una relación de pareja sino en una de competencia y eso, mis queridos lectores, es un juego totalmente distinto. Las parejas sanas no compiten secretamente a ver quien gana o quien es mejor, las parejas sanas crean una relación que es un producto único que solo pueden hacer esas dos personas y por lo tanto se aprecian.
Cerremos aquí esta entrada porque ya es mucho material y vale la pena tomar un tiempo para digerirlo, además me encantaría recibir sus comentarios. Pueden hacerlo vía twitter, Facebook o instagram como @AlSerDistinto, por email a alvarogomezprado@gmail.com o dejando sus comentarios en el link para eso en esta entrada. Cuéntenme qué piensan sobre esto de la infidelidad, cómo la definen ustedes o cualquier otra idea u opinión que tengan, recuerden que aquí se vale estar en desacuerdo así que siéntanse libres de decir lo que quieran.
Saludos y que estén bien.
Dr. Alvaro