La verdad es que es un gran trabajo, algo que cuesta mucho hacer y que se hace a diario. Ser uno mismo y vivir sin máscaras es algo difícil y que, de alguna manera, no se logra del todo. Es, más que un estado, un proceso, un camino hacia la mayor autenticidad.
A veces hay momentos en que sentimos que la autenticidad que hemos logrado se pierde un poco, momentos en que las circunstancias nos hacen elegir entre seguir siendo auténticos o tener una oportunidad laboral o un mayor ingreso o lograr una ventaja social, ser elegido en un grupo, etc. En fin, esos momentos donde nos dicen básicamente «para que te quiera, tienes que dejar de ser tú». Y debemos elegir.
Y que conste que no hablo de conductas, porque es diferente que le pidan a uno «para que te quiera debes dejar de HACER» a que le digan «para que te quiera debes dejar de SER». Porque dejar de hacer algo, sobre todo si es algo que hace daño no debería ser tan difícil (a menos que sea uno un adicto y tenga serios problemas dejando ese comportamiento), pero dejar de SER es imposible. Uno no puede dejar de ser homosexual, heterosexual, pareja, hombre o mujer.
Así que cada uno debe decidir cómo lidiar con esas situaciones donde debemos elegir si, para tener la aceptación y el respeto ajeno, dejaremos de ser quienes somos. Tal vez esa aceptación y ese respeto no sean tales, tal vez esa aceptación social o esa oportunidad laboral pesarán demasiado porque tendríamos, de allí en adelante, que sostener una mentira. Y mentir para que lo quieran a uno es un precio muy alto por el amor.