Ayer se dieron los ataques terroristas en París, Francia que todos recordaremos desde el día de hoy. Al momento de escribir esta entrada en el blog lo que se sabe es que hubo múltiples puntos de ataque, tiroteos con AK-47 y atacantes suicidas que vestían bombas en una acción coordinada para que se diera simultáneamente en seis (6) puntos de la ciudad. Al menos 128 personas murieron y 180 fueron heridos según reportes de la BBC. Son los ataques más mortales en Europa desde madrid 2004.
Las redes sociales se han llenado de posts con el hashtag #PrayForParis (Reza por Paris) y cientos de miles de twits, entradas de blogs, estatus de facebook, fotos en instagram y demás nos dejan saber que personas en todo el mundo mantienen su atención en la capital Francesa. Pero ¿Por qué “rezar” por París? ¿Hace alguna diferencia? ¿Hay algo mejor que podamos hacer?
Rezar, en última instancia, implica recordar, por eso se reza por alguien cuando está pasando por un momento difícil o cuando ha muerto. Rezar por alguien es un intento de mantener a esa persona viva y a salvo en nuestra mente, significa que no le olvidamos y que deseamos que se encuentre bien. Rezar conlleva una buena intención.
Pero rezar no es suficiente. Con el paso del tiempo rezar y orar han sido presentados como comportamientos que equivalen a tener una conversación con dios (minúscula intencional), se utilizan para pedir cosas, que sucedan eventos o para agradecer los que ya han pasado. Según muchas religiones la palabra tiene un poder místico que se ha enseñado de una generación a la otra y que, si me preguntan, hoy día se ha tergiversado demasiado. Es hora de hablar sobre esto.
Lo cierto en lo anterior es que la palabra tiene poder. Sí, tiene el poder de organizar el pensamiento, por eso los primeros recuerdos de la vida rondan los 3 años de edad, cuando ya hemos desarrollado suficiente lenguaje para estructurar nuestro psiquismo, nuestra mente. También es una de las razones por las cuales las terapias psicológicas son tan efectivas, porque la gente cuenta sus experiencias, pone nombre a sus afectos, dice lo que le sucede y lo que piensa al respecto y esto, con la ayuda de un experto entrenado en el proceso, permite estructurar las ideas, ver patrones en el comportamiento y mejorar lo que sea necesario. No hay nada de magia, el poder de la palabra no es místico, es sencillamente una forma de organizar el software que opera nuestro hardware, la mente que habita nuestro cerebro, el fantasma que vive en nuestro cascarón.
Así que la respuesta es: sí, hay algo mejor que podemos hacer además de rezar. Podemos responsabilizarnos más de nuestros comportamientos y tomar las riendas de nuestras vidas. Porque orar y rezar está muy bien para expresar deseos y esperanzas, pero esos deseos y esas esperanzas no cruzan a la realidad a menos que tomemos acciones. Cuando alguien sale bien de una cirugía está muy bien que agradezcamos a dios por ello si creemos en un ser superior, pero también debemos agradecer al equipo médico que estudió por años, y trabajó por muchas horas durante el procedimiento para poder lograr ese resultado. Como nosotros solo pudimos esperar afuera nos da la sensación de que el paciente mejoró por nuestros rezos cuando la realidad es que alguien (el equipo médico) estaba tomando responsabilidad y trabajando para lograr ese resultado. Debemos notar que siempre existen personas accionando o reaccionando ante eventos, es nuestro comportamiento (como humanidad, a través de cualquiera de nuestros representantes) el que produce los efectos. Solo rezar sin tomar acción y responsabilidad es lo mismo que tomarse solo un café y pensar que ya hemos tenido un desayuno balanceado, es como conformarnos con comprar el libro sin hacer el esfuerzo de leerlo y llenarnos la boca diciendo que sabemos lo que dice.
Así que, además de rezar, disparemos una conversación al respecto, intercambiemos ideas, opinemos sobre lo que ha sucedido, hablemos, señalemos cuando algo nos parece peligroso sin importar si nos darán like o no en redes sociales por pensar diferente. Es brutalmente importante que empecemos a considerar que muchas de las cosas que hemos hecho como humanidad están mal, no solo en el sentido moral, sino en términos reales de salud porque la gente muere y mata sosteniendo ideas cuadradas que le impiden ver a los demás como seres humanos, no en vano ha causado tanto impacto en nosotros el ataque a Francia mientras que, para muchos, los más de 250,000 muertos (incluyendo más de 30,000 niños) en Syria no parecen tan impactantes. Todos somos seres humanos, por lo tanto cuestionemos TODO. Cuestionemos la religión y a los gobiernos, a la vecina y a nosotros mismos, trabajemos en nuestra propia salud mental tomando responsabilidad y sabiendo que nos toca hacer algo a nosotros, no dejarlo pasar a ver si alguien (dios, el gobierno, la vecina, etc.) hace algo al respecto.
Empecemos por acciones sencillas, del día a día, elijamos qué comer, pasemos menos tiempo viendo televisión y más tiempo produciendo algo, haciendo actividades creativas, escribiendo, dibujando, hablando entre nosotros, leyendo libros y generando ideas. Si logramos hacer este proceso con suficiente frecuencia, las minorías fundamentalistas no podrán ganar, los fanáticos de cualquier religión o movimiento, esos que asesinan y amenazan países, no tendrán un espacio. Usemos la palabra para comunicar, para decir, para escucharnos, para compartir ideas, no solo para pedir a un ser supremo que las cosas mágicamente vayan mejor mientras nos sentamos a esperar. Eso sería lo mismo que hace un infante cuando llora para que su madre le alimente. Ya no somos infantes, ya no somos bebés, ya debemos salir de la ilusión de que las cosas se conceden sin que hagamos nada más que pedir. Ya somos adultos y es momento de comportarnos como tales.
Dr. Alvaro