De vez en cuando encuentro algunos “memes” de internet con los que congenio y que guardo para compartir en el futuro en la cuenta de @AlSerDistinto en twitter. Mientras salvaba uno más esta mañana pensé en como es infinitamente más sencillo compartir contenido ajeno que producir el propio. La idea me pareció mutiladora, paso a explicar por qué.
Hoy día no tenemos creatividad, las redes sociales consumen horas de nuestros días y el contenido que se ve es principalmente el reposteado, retweeteado, compartido o reciclado de cuentas de compañías que nos dicen como reír, de qué reír, qué creer, contra quien pelear y hacia dónde mirar para que no advirtamos que nos están robando. Y es así, nos roban nuestra capacidad de ser productivos, nuestro tiempo, nuestra creatividad, nuestro propio contenido, aquello que pensaríamos y que diríamos al mundo si no estuviésemos tan entretenidos viendo fotos de gatitos, peleando contra la idea de que los embutidos dan cáncer o discutiendo sobre discursos políticos diseñados para dividir a los pueblos y hacerlos enfrentarse entre sí. También nos distraen con el deporte, nos dividimos en equipos y nos criticamos, nos atacamos, nos peleamos porque nuestras vidas han llegado a carecer tanto de sentido que una liga deportiva ya está lejos de ser un entretenimiento sano y se ha convertido en lo que dicta nuestra identidad. Lo mismo pasa con el activismo, las denominaciones que usamos tanto en este blog porque es el lenguaje que tenemos hoy día se han convertido en una suerte de bandos que inician luchas sumamente agresivas, porque si no eres gay, lesbiana, trans, bisexual, intersexual, queer o cualquier otra denominación, entonces eres heterosexual, y seguramente un opresor miembro de la heteronormatividad. Si no eres feminista entonces eres un machista abusador de mujeres, miembro del patriarcado y representante de todo lo que está mal en el mundo.
¿Acaso no lo vemos? ¿Es tan difícil darnos cuenta de como es muy conveniente para aquellos en el poder que estemos peleando entre nosotros?
En Psicología Clínica conocemos de algo llamado el pensamiento dicotómico, que es natural en etapas tempranas (muy tempranas) del desarrollo cognoscitivo y que caracteriza a personas con Trastorno de Personalidad Borderline. Este tipo de pensamiento implica que uno divide los eventos, personas, situaciones y demás en “buenos” y “malos” y que encontrar áreas grises, puntos de encuentro o formas de conciliar resulta difícil. Aunque todos funcionamos en ese nivel de pensamiento en algún momento del día, este es el tipo de pensamiento que la masa de la gente alcanza y que emplea la mayor parte del día. ¿Se da esto porque seamos incapaces de lograr niveles de desarrollo superior? No, esto se da porque estamos adormecidos, porque no hemos hecho el ejercicio de pensar y porque generación tras generación hemos incorporado sin restricción todo aquello que nos aleja de estar presentes, de relacionarnos realmente y de alcanzar un grado de consciencia superior y, por lo tanto, mejor salud. En una época fue la televisión, hoy son las redes sociales y demás.
Hoy día (y por años) hemos estado expuestos a la publicidad que nos dice que necesitamos comprar ese algo que nos hará felices, comer bacon, salir de shopping, casarse, ser delgados, tener el cabello lacio, conseguir el siguiente modelo de teléfono inteligente o comprar ese auto nuevo, perseguir al Papa en todas sus presentaciones o conseguir popularidad en las redes sociales para que extraños nos validen con su “like”, tener la foto familiar de revista aunque la nana conozca mejor a mis hijos que yo y mi pareja y yo peleemos cada cinco minutos. Estas y otras cosas son muestras de lo dependientes que hemos llegado a ser, de lo concreto que es nuestro pensamiento, de lo que nos importa versus lo realmente importante.
No es casualidad que quien mantenga un pensamiento dicotómico, concreto y, por lo tanto, poco profundo y con un nivel de abstracción casi nulo sea propenso a tener arranques de ira, problemas para gestionar sus afectos y dificultad para manejar sus impulsos. La gente se pelea en la calle cada día más, conductores se insultan o golpean unos a otros, hombres y mujeres se atacan entre sí. Al mismo tiempo la gente también sucumbe a impulsos sexuales o de cualquier otro tipo sin poder gestionarlos, cuidarse a sí mismos o sus parejas o responsabilizarse de las consecuencias de dichos impulsos. La falta de pensamiento abstracto va muy relacionada a la falta de control de uno mismo.
Pensemos un poco sobre esto y tal vez veamos que todo está bien siempre y cuando sea en su justa medida, tal vez todos tenemos derecho a querer vernos mejor, a conseguir ese auto nuevo, nos emocionamos con la ilusión de validación en las redes sociales o quisiéramos conseguir esa foto de familia que sencillamente sería perfecta, tenemos derecho a identificarnos con una causa o a apoyar a nuestros equipos favoritos, pero nada de esto debe salirse de nuestras manos y sobrepasar la idea de que todos somos seres humanos y pelearnos por nimiedades como esas no es sano para nadie.
La próxima vez que compartamos, retweeteemos, demos like o reposteros un contenido de alguien más, tomemos un segundo para pensar si realmente es una idea con la que congeniamos o si es solo algo que estamos asumiendo como propio porque está frente a nosotros y nuestros filtros parecen fallar. Tal vez, en lugar de solo compartir contenido ajeno, podamos acompañar ese contenido con nuestros propios comentarios, nuestras propias ideas y poco a poco romper la barrera de los 140 caracteres que tiene a esta sociedad tan limitada en sus formas de expresión y su consumo de lectura e ideas importantes.