El siguiente texto es una respuesta a este escrito:
https://www.facebook.com/notes/lydia-aquino/todas-somos-putas/263678753667327
Ahí va:
A mí las mujeres no me gustan. Vaya, me gustan, pero no como pareja y siempre me río cuando alguna trata de acercarse y poner en práctica eso de «saber manipular a los hombres», sobre todo si lo intentan hacer con su sexualidad. Confieso que me divierte mucho el gesto que hacen cuando no resulta, es una cara de confusión y molestia y hasta se siente en el aire esa tensión que produce el narcisismo herido (tal vez esas son las malas putas). Solo las más inteligentes, las más evolucionadas, las realmente pensantes acaban por sonreír y reconocer que si su ego se vio lastimado, se lo merecen, por subestimar mi consciencia de la situación. Soy un hombre y me subestimaron, pensaron, como dice la autora que soy «un animal» y eso es ofensivo. La falta de respeto no fue solo hacia mí, sino hacia sí mismas por reducirse a funcionar como una «mala puta». Su técnica no funcionó conmigo y, desde ese momento nos reconocemos como igualmente pensantes y nos tratamos con más respeto. Porque si no funcionó conmigo entonces existen otros con quienes tampoco funcionará e intentar manipularles es un irrespeto.
Siempre pensé que mi homosexualidad me blindaba contra esos intentos de manipulación a través de la sexualidad que emplean muchas (no todas) mujeres.  Escribiendo esto he pensado que tal vez a eso se debía mi buena experiencia con ellas. Ah! porque yo salía con mujeres (salía y entraba) y era genial. La pasábamos de lo más bien y nadie se acostaba con nadie «para mantener al otro contento», sino porque quería y en su libertad lo pedía o se dejaba seducir. El juego de la seducción con las mujeres es divertido si quieres jugar, pero es ese mutuo respeto lo que curiosamente te permite llevar esa sexualidad a terrenos insospechados. Los heterosexuales (hombres y mujeres) deberían aprender eso de una buena vez y dejar de jugar a manipularse. Y manipularse NO es lo mismo que seducirse, que eso quede claro.
No sé cómo es para los demás, pero para mí una parte importante del placer sexual es que mi pareja lo disfrute. Y como tengo esta maldición de poder leer entre líneas y encontrar el significado de las cosas, resulta que puedo reconocer en el gesto más sutil cuando hay placer o displacer. Adiós orgasmos fingidos. Claro que es difícil que tu pareja finja un orgasmo cuando lo ves eyacular igual que tú. Acabo de pensar que la situación es bastante simbólica, después de todo, con los hombres las cosas son mucho más claras, dentro y fuera de la cama.
Por último, debo reconocer que aquello de emplear la sexualidad para manipular a otros y emplear sus recursos es algo que se da en mujeres y en hombres. Así como vemos a la mala puta de la que habla la autora, también vemos al mal puto, que es igual que la mala puta pero con un pene.  En psicología le llamamos a eso «histrionismo» y aunque es una forma de funcionar, si me haces salirme del consultorio y ponerme la ropa de civil tal vez te diría que el Alvaro humano ve muy mal esa conducta y que sabe que su origen está en una sensación de no poder valerse por uno mismo, esa creencia de no tener poder personal mientras otros sí lo tienen. Por eso el histrionismo se veía más en mujeres al principio, allá en la época victoriana cuando tener un pene te ponía por encima de la mujer, que quedaba reducida a usar esos trajes ridículos de la época y parir.
Entiendo que el escrito de la autora puede dejar a muchas mujeres con esa sesación de superioridad que es muy seductora, pero tengan cuidado. El hombre heterosexual ya cayó en esa trampa y se quedó ahí por siglos, no cometan el mismo error. Si quieren igualdad, hombres y mujeres debemos vernos como iguales en términos de derechos aunque en el fondo, en cuanto a nuestro funcionamiento psíquico y físico, seamos muy diferentes.
¿Saben? mi pareja (que también es hombre) y yo nos abrimos la puerta de los lugares el uno al otro y ninguno hace nada que no le guste en la cama para conseguir eso. Mientras las mujeres sigan pensando que los hombres tienen que abrirles la puerta del carro, pagarles la cuenta y pararse frente a ellas en la escalera eléctrica, los hombres seguirán pensando que cada vez que hacen una de estas cosas, esas mujeres tienen que hacer lo que ellos quieran en la cama aunque a ellas no les guste. Tal vez en el futuro podamos abrirnos la puerta por cortesía, no esperando que nadie se ponga en cuatro y nos dé ninguna parte privada de su anatomía.
Saludos y que estén bien,