Los grupos tienen requisitos, cada miembro los debe acatar o será expulsado del grupo. Además, los grupos tienen roles internos que han sido asignados de alguna forma (consciente o inconsciente) y que sostienen el funcionamiento del colectivo.

Hace semanas he pensado sobre el funcionamiento de la comunidad diversa. Hace un tiempo publiqué aquello de «tres formas de ser» y describía algunos subgrupos de nuestra comunidad. Recientemente he recibido de varias personas esa sensación de tener que llenar algunos requisitos para pertenecer al grupo de «los gays».

Sí, todos podemos jugar con la idea de vez en cuando, todos decimos tener este radar (gaydar) para detectar a otros como nosotros y hacemos chistes al respecto. Pero lo cierto es que no todos somos iguales, lo cierto es que lo único que tenemos en común es nuestra falta de heterosexualidad.

¿Qué pasa, entonces, con el muchacho que inicia su vida social homosexual? ¿Qué pasa con aquel que está aprendiendo sobre el ir y venir de la vida diversa? ¿Qué pasa con quien se ha acostumbrado al funcionamiento del grupo al que siente pertenecer? ¿Qué pasa con aquel que tuvo que formar un nuevo grupo, luego de que su grupo original dejó de existir años atrás?

Sucede que, al encontrar a otros que compartan su orientación, puede iniciar un proceso de asimilación dentro de ese grupo específico, asumiendo características de los miembros o del líder del grupo como quien se prueba una camisa a ver si le queda bien. Si el muchacho no conoce otras formas de ser pensará, erróneamente, que parte de ser homosexual es cumplir con la forma en que ese subgrupo específico se comporta.

Así, si encontré primero a quienes sufren su realidad diversa como quien carga una cruz a través de su vida, tal vez acabe viviendo la misma realidad. Si me encontré con aquellos que practican y celebran la promiscuidad sexual, acabaré pensando que parte de ser gay es acostarme con mucha gente. Si mi interacción es con el grupo de los que se hablan a sí mismos en femenino o salen de discoteca con frecuencia, esas características serán parte de mi concepto de homosexualidad.

Nuestras orientaciones sexuales no tienen nada que ver con la moda, con vestirse de una forma o de otra, con ir a unos lugares o a otros, con hablarse en femenino o tener un cuerpo de gimnasio, con acostarse con mucha gente o tener «fuck buddies». Ser gay o hetero o bisexual no tiene que ver intrínsecamente con tomarse cervezas con los amigos o ponerse detrás del volante luego de hacerlo. No tiene que ver con ser un artista o vivir deprimido tratando de salvar al mundo. Ser gay no significa que me preocupe por mi cabello o por la crema para la piel. Tampoco tiene que ver con ser un activista de la causa y salir en las caminatas del gaypride o pelear en una asamblea de diputados por los derechos. Ser gay no tiene que ver con visitar los chats para cazar prospectos para la noche o con llevar una doble vida. Ser gay, bisexual o hetero no tiene que ver con saber sobre el miss universo o preocuparme de no usar medias blancas cuando llevo jeans azules. Tampoco tiene que ver con «actuar masculino para que nadie se dé cuenta.»

Si uno practica alguna (o varias) de estas cosas, no debe hacerlo por pertenecer a un grupo o «porque se siente rico» cuando todos lo hacen y «se pasa bien». Tampoco debe hacerlo en automático, copiando a quien dirige el grupo solo porque esa persona lo autoriza o lo promueve. Por supuesto, si uno practica algunas de estas cosas, debe saber que aquello no tiene nada que ver con ser gay o bisexual o heterosexual. Tiene más bien que ver con la capacidad de cuidarse a uno mismo y si uno ejerce esa capacidad o no.

Ser gay no es menos complejo que ser un humano cualquiera y, como un humano cualquiera, hay billones de formas de ser.

Así que, la próxima vez que un grupo o el bombardeo de los medios les pida (verbalmente o de manera menos directa) cumplir requisitos, piensen un poco si es así como ustedes quieren ser, si están de acuerdo con lo que sucede o no y, si no lo están, díganlo, manifiesten su opinión y critiquen al grupo porque, si es un grupo sano, podrá sobrevivir las críticas y adaptarse para que haya respeto hacia todos los miembros. Si esto último no puede suceder, el grupo no vale la pena.

Critiquen, piensen, señalen. Sean, por el amor de Dios, ustedes mismos.