¿Alguien conoce la historia de Pigmalión y Galatea?
Pues una de sus versiones va más o menos así: Resulta que Pigmalión era un escultor muy talentoso que creó, entre muchas esculturas, la figura de una mujer súmamente hermosa, a quien llamó Galatea. Galatea era tan hermosa que el artista se enamoró de su propia creación, deseando cada día que su escultura fuese una mujer real para poder consumar su amor. Para acortar un poco la historia, sucedió que el amor de Pigmalión por Galatea conmovió a Afrodita (la tan conocida diosa del amor romántico y la feminidad) y ésta decidió conceder el deseo al artista, dándole vida a Galatea (muy a lo pinocho) y el artista y su creación pudieron convertirse en una sola entidad (si saben a lo que me refiero).
Fuera del mito, un autor cuyo nombre no debo, no quiero, no puedo acordarme denominó un fenómeno muy común en las relaciones interpersonales como el «efecto pigmalión». El efecto pigmalión se caracteriza por que una persona trata a otra como si tuviese una característica determinada, digamos que la persona 1 trata a la persona 2 como si la persona 2 fuera una tonta, si lo hace con la intensidad y/o la frecuencia adecuada, la persona 2 puede acabar percibiéndose a sí misma como una tonta. El efecto se incrementa si la persona 2 tiene una vulnerabilidad en esa área, es decir, si en alguna parte de su mente, la persona 2 ya se sentía a sí misma como una tonta. ¿Complicado? Ahí les va el ejemplo clásico:
Juan trata a su pareja (Ernesto) como si éste último no valiera nada, le golpea, le grita, lo cela y le dificulta trabajar y tener cierta independencia en la relación. Sucede que su pareja perpetúa la relación a pesar de estar siendo víctima de todas estas formas de maltrato y se hace totalmente dependiente de su victimario. Es una especie de síndrome que caracteriza a las víctimas de violencia, Ernesto se enferma más y más y acaba pensándose y sintiéndose a sí mismo como un hombre inútil, incapaz y poco valioso. Así, Ernesto acaba transformándose en lo que Juan deseaba para él (el Efecto de Pigmalión)
Por supuesto, el Efecto de Pigmalión también funciona de forma positiva. Si los padres celebran los logros del hijo, aunque sean logros que nos parezcan cosas sencillas a los adultos, por ejemplo aprender a caminar, decir las primeras palabras, el esfuerzo y la dedicación al hacer esa manualidad poco agraciada aquel día en el colegio, traer buenas notas o esforzarse por conseguirlas aunque le resulte muy difícil, meter ese gol en el partido de fútbol de la escuela, ser afectuoso, físicamente fuerte o cualquier otra característica «deseable», los hijos van incorporando una imagen de ellos mismos como personas capaces y con cualidades y logros y se comportan como tales (el Efecto de Pigmalión). A medida que crecen, los logros son superiores y los cuidadores originales irán siendo reemplazados (o acompañados) por las personas con quienes el hijo elija vivir y relacionarse (parejas y amigos) porque todos elegimos las relaciones de forma tal que repitamos lo que conocemos (ver entrada titulada «la mochila» en enero 2008). Este caso seguro no será el de Ernesto, quien habrá tenido una historia familiar que sea muy similar a su relación con Juan en la adultez.
A echarle una pensada a ver cómo somos pigmaliones con otros y cómo otros han sido pigmaliones con nosotros.
Saludos,
Me quedó una duda, entonces el caso de la niña que vivió un cuadro familiar terrible en el que el padre era borracho y había maltrato, que cuando crece siempre se ve envuelta en relaciones de hombres así, y termina casandose con uno así. Es eso también el efecto pigmalión ???