Pocas cosas ponen los problemas en perspectiva como la cercanía de la muerte.  Hace varias semanas he estado ocupado en la apertura de la nueva Clínica, hay muchos detalles de los cuales ocuparse y mi nivel de estrés ha aumentado considerablemente, he bajado 7 libras, dejé de escribir en el blog y apreté mi agenda lo suficiente como para ocuparme de los arreglos necesarios para la transición.  Cuando pensé que estaba zambullido en el mar de los problemas y noté que podía respirar bajo el agua recibí un mensaje de una compañera de la secundaria: un viejo amigo nuestro acababa de morir.

¿Cómo era posible? ¿Qué le pasó? La noticia se pasó rápidamente de un contacto al otro del internet, facebook echó una mano en aquel proceso y mi círculo de amigos del colegio estaba sorprendido.  Él era uno de nosotros ¿Cómo podía ser cierta semejante noticia? De pronto, el gypsum y la plomería dejaron de ser importantes, el impacto de la noticia entre mis amigos fue significativo.  Yo, personalmente, he tenido problemas para concentrarme en mis ratos libres.

Hoy fui a su funeral, fue sorprendente ver a sus padres ya mayores y con el aspecto demacrado que perder a un hijo sabe dejar, recordé cuando iba a su casa a estudiar y les decía «tíos» y aquel proyecto de física que nunca pudimos realizar del todo bien, pero que pasamos tremendo rato tratando de descifrar.  En esa época, entender las fuerzas que incidían sobre un objeto, el lanzamiento de proyectiles o cómo diablos se daba el proceso de alguna reacción química eran un problema para nosotros.  Para mí, a veces, todavía lo son.  Yo soy un tipo más de filosofía y acabé siendo Psicólogo, a él le gustaba el diseño y construir cosas y acabó siendo arquitecto.  Podrán comprender por qué la química nos costaba tanto trabajo.

El viaje de la vida terminó para él, más temprano de lo que ninguno de nosotros habría previsto.  No es el primer hermano de generación que perdemos, pero sí el primero que era un amigo cercano.  Verse en ese espejo y ponerse en contacto con la propia mortalidad es una experiencia desagradable, pero única en su cualidad de poner las cosas en una perspectiva tal que acabas agradeciendo por el solo hecho de seguir respirando y por la posibilidad de llorar a tu amigo muerto porque, si puedes llorarlo, es porque significó algo para ti y, aunque una parte tuya se haya ido con él, poder llorarlo es una prueba física de que todavía sigues aquí.

Que estén bien,