Hace días he recibido varias historias por diferentes fuentes (fuera del consultorio) sobre gente homosexual que ha iniciado tratamientos de “terapia” con otros “profesionales” (a veces colegas míos y a veces psiquiatras), pero que ha tenido una mala experiencia por lo que, según veo, es la forma de aproximarse al tema de la homosexualidad que tienen estos profesionales.

Es por eso que quiero escribir una nota al respecto, porque es importante dejar algunas cosas claras para que los lectores y aquellos a quienes conozcan puedan tomar decisiones informadas cuando se trate de elegir terapeuta.

Empecemos:

  1. En primer lugar, el objetivo de la terapia NO DEBE SER “cambiar” la orientación sexual del paciente.  Esto es de crucial importancia porque ha sido probado en múltiples ocasiones que lo único que se logra al perseguir este objetivo es lastimar al paciente, repitiendo el rechazo a su orientación que muchas veces dicho paciente experimenta en su vida cotidiana y que le impide tener una vida más productiva y feliz.  Si su terapeuta le dice algo como “eso se puede cambiar”, corra despavorido en dirección opuesta.
  2. Los terapeutas no deben ver en terapias paralelas a varios miembros de la misma familia.  Aunque raras excepciones pueden hacerse dependiendo de factores que no discutiremos aquí, es importante dejar claro que el terapeuta del hijo NO DEBE SER el terapeuta del hermano y al mismo tiempo el terapeuta del padre, la abuela, o la esposa.  No vayan a psicoterapia con el mismo terapeuta que está atendiendo a su madre o a su padre o a su hermano o a su mascota (especialmente si es a su mascota).  Si un terapeuta les dice que puede ver a varios de su familia al mismo tiempo (sin que sea terapia de familia) y que eso no producirá ningún problema, lo más seguro es que esté más interesado(a) en su dinero que en su salud.  Cambie de terapeuta.
  3. Los terapeutas tenemos áreas de especialidad.  Aunque estamos listos para ver una gran variedad de casos, la mayoría de los terapeutas desarrolla más un campo de acción que otros, sobre todo por el área de investigación que hayan elegido, el tipo de pacientes que ha visto en su mayoría, y otros factores.  Así, habrá terapeutas más dedicados a casos de problemas alimentarios, otros a problemas infantiles, otros a problemas relacionados a la diversidad sexual y otros más dedicados a trastornos problemas de lenguaje, etc.  Los pacientes tienen todo el derecho a preguntar sobre la experiencia y la formación de sus terapeutas. 
  4. Evalúen a sus terapeutas de la misma forma en que ellos los evalúan a ustedes.  Si hay algo que quieran saber, pregunten.

Los terapeutas somos personas y establecemos relaciones interpersonales diseñadas para permitir que los pacientes se observen a sí mismos y a su alrededor de manera más real.  Esto, paradógicamente, NO EVITA que las relaciones terapéuticas sean sinceras y espontáneas. Aunque se den dentro de un marco profesional, siguen siendo relaciones interpersonales y, como tales, son todas diferentes.  Cualquier incomodidad que sienta en la terapia, coméntela.  Poder hablar de todas esas cosas es parte del tratamiento y su terapeuta debe ser receptivo a críticas y poder explorar con usted el significado de esa queja.