Sobre un librero a la entrada de mi oficina tengo este libro, se titula «Panamá, te queremos mucho», es un compendio de fotos de nuestro país y poemas de autores panameños. Además, su autor es el Dr. Samuel Pinzón, quien fuese mi director de tesis en el doctorado, supervisor de casos en mi época de estudiante y a quien le guardo mucho cariño.
Algo que pocas personas saben es que cuido mucho de que cada libro, adorno, mueble y demás que esté en mi oficina, tenga un significado para mí. Desde mi silla de terapeuta, en mi campo visual y fuera de él reconozco la presencia de todos estos elementos que forman parte de mi historia profesional y que me alimentan de alguna manera. Cada cosa tiene un significado para mí.
El otro día un paciente, el cual amablemente me dio permiso para escribir sobre lo que contaré a continuación, sonrió al entrar a la oficina y ver el libro. Al preguntarle sobre su expresión me confesó que cada vez que viene a sesión y pasa junto al librero piensa por un segundo que el libro es un recipiente con cocaína.
La verdad yo nunca lo había pensado, pero no deja de sorprenderme como las cosas son solo significantes y como todos colocamos en ellas el contenido que traemos internamente. Este paciente lidia con el abuso y la dependencia de sustancias y su percepción del mismo estímulo (el libro) es totalmente distinta a la mía.
¿Cuántas veces percibimos cosas en nuestro entorno, en otras personas, en nuestras relaciones y demás que son solo proyecciones nuestras? ¿Cuántas veces pensamos que estamos muy claros en nuestra lectura de las cosas o de otras personas y no advertimos que es solo un espejo lo que vemos? ¿Cuánta gente reacciona frente a nosotros por sus propios contenidos y no realmente por nosotros? ¿Cuántas veces somos nosotros quienes cometemos el error?
Ahora bien, luego de estudiar nuevamente la portada del libro, que objetivamente es una foto de la espuma del mar, puedo reconocer como mi paciente pudo pensar que aquel rastro blanco parecía cocaína. Es decir, si me coloco en su lugar puedo entender a la otra persona y conocerle mejor.
Lo cierto es que estas diferencias de percepción siempre disparan conversaciones interesantes y muy valiosas para el conocimiento de otros y de nosotros mismos. Son estas diferencias perceptivas las que nos ayudan a crecer, al menos es así si las usamos bien y si tenemos la confianza suficiente en alguien más como para compartirlas. ¿Hacemos el ejercicio de ahora en adelante?
Un abrazo desde la clínica y que estén bien
Dr. Alvaro
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Psicología