Todos sabemos lo mucho que pueden molestarnos las etiquetas en determinadas situaciones. Muchos miembros de la comunidad prefieren «no meterse en un grupo u otro», tal vez con la fantasía de evitar, de esa forma, las «connotaciones negativas» que usualmente se imponen con determinadas etiquetas, sobre todo aquellas etiquetas que hacen referencia a nuestra sexualidad.

Ahora bien, podríamos pensar que la solución para un problema como este sería eliminar las clasificaciones de una vez y para siempre, promover que se nos cuente como seres humanos y no como gay, straight, bisexual o cualquier otra denominación.

Muchos profesionales que se han lanzado a construir lo que hoy se conoce como la «Queer Theory» suelen promover esta aceptación de la diversidad como inherente a la naturaleza humana y la abolición de etiquetas referentes a diversos aspectos de la sexualidad. La teoría queer tiene un valor indudable como producto de un movimiento profesional y social de aceptación a la diversidad. Mi apoyo a su postura respecto al tema de la aceptación (no solo la tolerancia) es total. Sin embargo, siendo un hombre de ciencia y observando la gran dificultad que constantemente encuentro en las personas que me consultan para aceptar el tema de la diversidad humana, es común que descubra que uno de los pilares que sostiene esa falta de aceptación es una falta de conocimiento sobre el tema sexual.

Pareciera que hace falta poner orden en el pensamiento para evitar que se sigan confundiendo términos o ideas, significantes y significados. Y es que confundir a una persona transexual con un homosexual o a un bisexual con un tranvestista no debería ser un problema en un mundo que se acepte a sí mismo, el mal entendido no debería ser más que eso, algo que puede solucionarse con una aclaración sencilla. Pero ese mundo ideal está muy lejos de la realidad en que vivimos, sobre todo en latinoamérica, y lo cierto es que, en algunos momentos, las etiquetas son necesarias. Imagina una forma de clasificar las prácticas sexuales de mayor riesgo para la transmisión del VIH u otras infecciones de transmisión sexual si no tuviésemos nombres y descripciones para dichas prácticas.

¿Cómo podríamos hacer investigación sobre grupos de riesgo y programas de salud si no pudiésemos decir algo como «el grupo de varones heterosexuales posee X o Y prevalencia de transmisión con el virus VIH», o bien «los varones homosexuales han presentado estadísticamente un mayor y mejor uso de preservativos en el último año en comparación a sus contrapartes heterosexuales»?

A continuación, una breve clasificación que me resulta útil emplear a la hora de hacer ciencia, de explicar el tema a mis alumnos o al momento de ordenar algunas ideas. Recordemos que la diversidad es eso, diversa y, por lo tanto, de vez en cuando podemos requerir algo de organización mental para comprender más a fondo la naturaleza humana. Esta lista es un resumen del trabajo de muchos autores, incluyendo a mi tocayo Alvaro Campos (sexólogo en Costa Rica).

  1. Sexo Biológico: por lo general se nos clasifica a todos desde el momento del nacimiento (muchas veces desde antes) según nuestros órganos genitales. El sexo biológico nos divide en 2 posibilidades: Macho o Hembra. Existen personas, sin embargo, que pueden presentar condiciones especiales en las que no es del todo claro a simple vista si poseen genitales de un tipo o del otro. Últimamente se ha llamado a estas personas intersexuales.
  2. Rol de Género: es lo que esperan los demás, la forma en que te tratan y las conductas que esperan de ti los demás a partir de si naces siendo un macho de la especie o una hembra. Por lo general, las personas esperan que su hijos(as) adopten una de dos posturas, que se comporten de manera masculina o femenina.
  3. Identidad De Género: a una edad tan temprana como los 18 meses, los infantes parecen haber incorporado sus identidades de género, es decir, la forma en que se piensan y se sienten a sí mismos. Esta identidad de género los acompañará toda la vida ya que es el elemento más inalterable de todos los de esta lista. La identidad de género implica que cada quien se siente y se piensa a sí mismo(a) como hombre o mujer. Lo interesante de esto es que la identidad de género, tan inalterable una vez que se ha establecido, puede ir de acuerdo con el sexo biológico o puede ser opuesta al mismo (como en el transexualismo). Por esto existen personas que pueden haber nacido como hembras de la especie, pero se piensan y se sienten a sí mismas como hombres, lo cual les produce una incomodidad subjetiva en la mayoría de los casos. También se dan casos opuestos.
  4. Orientación Sexual: esta es la característica que ha provocado revuelo durante las últimas décadas. La orientación sexual tiene que ver con el sexo de las personas hacia quien uno se siente atraído. Es decir, no es «quien eres» sino «qué te gusta», pero no sólo implica una capacidad de sentirse eróticamente atraído por personas que tenga uno u otro sexo biológico, sino también la capacidad de sentirse afectivamente involucrado por aquellas que posean una identidad de género, rol de género etcétera, que nos resulte atractivo, al grado de poder alcanzar un verdadero enamoramiento. La orientación sexual tiene tres posibilidades: bisexual, homosexual o heterosexual.
  5. Expresión de Género: tiene que ver con los comportamientos (gestos, formas de hablar, etc.) que caracterizan a una persona en particular. Cada uno de nosotros posee un paquete de conductas que forman nuestra expresión de género. Así, puede existir una expresión de género tradicionalmente masculina y una tradicionalmente femenina, así como expresiones de género ambiguas que no sean fácilmente identificables como masculinas o femeninas. Las expresiones de género cambian dependiendo de los deseos del individuo y el contexto en que se encuentre, por ejemplo, los actores cambian su expresión de género a voluntad. Es una característica que responde fácilmente a los deseos del individuo y se relaciona entonces con los diversos manerismos que presente cada persona.
  6. Prácticas Sexuales: se refiere a las conductas que el individuo realiza al momento de mantener una interacción sexual con otra(s) persona(s). Las prácticas sexuales son muchas y muy variadas, van desde los besos, caricias, masturbación, penetración (anal, vaginal, etc.), sexo oral (cunnilingus, annilingus, felación), hasta prácticas que pueden ser dañinas para uno o más de los involucrados, por ejemplo: conductas paidofílicas (sexo con niños, lo cual implica abuso sexual), zoofílicas (sexo con animales), coprofílicas (gusto por las heces fecales), necrofilia (excitación sexual con cadáveres), etc.

Todos los seres humanos podemos clasificarnos en estos seis apartados, todos tenemos sexo biológico, un rol de género, identidad de género, orientación sexual, expresión de género y prácticas sexuales específicas que nos caracterizan. Cada característica de la lista es relativamente independiente de las demás, así que las combinaciones son infinitas, dando lugar a cada individuo como un ser único y diferente. Antes de clasificar a otros, sería un buen ejercicio usar la lista y clasificarnos a nosotros mismos. Tal vez podamos aprender una u otra cosa sobre quiénes somos, lo que nos atrae, cómo nos comportamos o qué nos gusta hacer.

Que estén bien,