Siempre he tenido una incomodidad con el agradecimiento. Todos los días escribo en mi journal un par de líneas sobre las cosas por las cuales me siento agradecido, pero nunca tengo claro a quién agradecer. Yo no soy creyente y decir «universo» o las estrellas o algo similar se siente como una incongruencia viniendo de mí.

El ejercicio de escribir algunas líneas sobre lo que «agradezco» acaba siendo entonces uno en el que reconozco las cosas buenas del día, lo que valoro y aprecio. Este ejercicio suena fácil pero no lo es, a veces cuesta traer esas cosas buenas al frente, no darlas por hecho y reconocer que sin ellas el día pudo ser peor. En mi intento diario por anotar estas cosas que valoro trato de prestar atención especial a las relaciones humanas, las interacciones que se dieron en el día y que hicieron todo mejor o me enseñaron algo. Así, acabo «agradeciendo» por tener a tal o cual persona en mi vida, por un consejo, un comentario, una sonrisa, por la compañía, la atención o incluso alguna situación desagradable que me haya permitido aprender algo de mí mismo a través de esa interacción.

Hasta aquí nos puede parecer que todo va muy bien, pero como llevar una bitácora es en última instancia un hábito que se perfecciona y del cual se aprende, resulta que encontré una falla importante en mi sistema y me parece que puede sucederle a otras personas. Y es que, si no me fijo bien, acabo encapsulando en el papel lo que siento o valoro, registrándolo en las páginas, trayéndolo al frente para mí mismo de manera que lo aprecie mejor sin darlo por hecho. Sin embargo encuentro que, como ya lo reconocí para mí, acaba siendo una tarea completada y lo saco de mi mente.


La realidad es que ponerlo en papel no es suficiente cuando se trata de relaciones humanas. Es muy importante no solo escribirlo sino decírselo a la gente, comunicarle a esa persona que hizo una diferencia en el día lo importante que fue para ti. Hacer esto tiene beneficios importantes para la salud mental de los involucrados. Por un lado debemos recordar que el factor más importante para el bienestar general del ser humano es la calidad de sus vínculos afectivos, y esos vínculos se fortalecen a través de tener esos momentos de intimidad psicológica en que nos decimos lo que sentimos y pensamos de manera asertiva y sin juicio.

Además de lo anterior, sacar esto del papel y llevarlo a una conversación con esas personas importantes resuelve el enigma de a quién agradecer. Si lo que agradeces es un vínculo o una interacción (como yo suelo hacer) pues sería una buena idea agradecerle a esa persona por ello, esto robustece el vínculo y le deja saber al otro que lo tienes en tu mente. Por si fuera poco, todo esto es un ejercicio de humildad que, en última instancia, nos ayuda a crecer y ser más compasivos con nosotros mismos y con los demás.

Recientemente perdí un amigo, he pensado por días en qué significa esta distancia y cuál fue mi responsabilidad en ello. Creo que tengo algunas respuestas sobre en que falté (tal vez esa sea la palabra precisa). Revisando entradas anteriores de mi bitácora encontré varios momentos en que anotaba lo importante que este amigo es para mí y lo «agradecido» que estoy por su sola existencia. Pero caí en la trampa de papel, esa que me da la falsa impresión de que, una vez escrito, el proceso está terminado.

Así que aquello de llevar un diario de gratitud no se trata solamente de reconocer para nosotros mismos lo que vemos como importante, sino de recordar que cada comportamiento puede ponerse en relación y tal vez esa otra persona podría beneficiarse de saber cuanto le valoramos.

El papel aguanta todo, eso es verdad, pero los vínculos solo pueden aguantar una limitada cantidad de ausencia.

El Vínculo Cura. Di a la gente lo importante que es para ti,

Dr. Alvaro

@AGomezPrado