Para regresar al blog después de varios días de ausencia (por enfermedad, no por carnavales) quiero tomar el tema que un lector envió por e-mail.  Las parejas y las mudanzas.

Sucede que es bastante común encontrar a una pareja homosexual o lésbica que renta un apartamento y se muda para intentar hacer una vida por su cuenta.  Esto no debería representar ningún problema si no sucediera, frecuentemente, que la mudanza se da luego de 1 mes de conocerse.

El caso que el lector exponía incluía mucho más tiempo de interacción, pero solo de interacción a través del internet, lo cual tampoco es mucha garantía de buena percepción para ninguna de las partes.

Conocerse implica muchas cosas y el asunto no se trata solamente de sentir que “nos conocemos de toda la vida” o que “tenemos tanto en común”.  Eso es solamente el inicio de un enamoramiento que tal vez pase a algo más, pero que necesita atravesar algunas otras etapas antes de saltar a aquello de irse a vivir juntos.

Quienes estén en esta situación, no se muden todavía, por lo menos antes de pensarlo bien y calibrar las razones reales para su mudanza.  He oído tantas razones distintas que van desde “no teníamos lugar para la intimidad” hasta “es que no aguanto vivir en mi casa”, pasando por “mis papás no saben nada y no puedo llevarlo a la casa”.  Ninguna de esas razones es una razón válida para cambiar de dirección residencial.

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