Cuando estudiaba licenciatura, mis amigos y yo hablábamos de cómo cada persona cargaba una especie de mochila psicológica. Cómo toda nuestra historia, nuestras penas, traumas, alegrías, relaciones, seres queridos, duelos y demás tipos de experiencias nos acompañaban para siempre y eran transportadas a cuestas por nosotros mismos.

– «Sí, sí… eso lo cargo yo en mi mochila» – decía alguno tristemente luego de relatar algún suceso personal.
– «¿Estas cargando tu mochila, verdad?» – preguntaba otro al ver sufrir al compañero.

Varios años y muchos pacientes después, quienes decidimos ser Psicólogos Clínicos y Psicoterapeutas (porque otros se fueron para la psicología industrial y una que otra compañera dejó la carrera del todo) ya no le llamamos «mochila» sino que empleamos algún término técnico más rebuscado. Yo, por mi corte psicoanalítico, le llamo «transferencia».

El concepto de transferencia es bastante complejo, pero es importante manejar lo básico de él: la gente repite, en sus relaciones adultas, las cosas que le pasaron en sus relaciones tempranas y, además, lo hace de manera inconsciente así que no se da cuenta que lo hace a menos que realice un esfuerzo considerable.

Por lo tanto, si fuimos partícipes de relaciones sanas cuando éramos bebés, niños y adolescentes, intentaremos (inconscientemente) entablar relaciones sanas en la adultez, elegiremos parejas que repliquen el patrón sano de funcionamiento y criaremos hijos a través de un patrón sano de interacción.

Sin embargo, si nuestras relaciones tempranas fueron más patológicas, si hubo abuso (sexual, físico, psicológico, etc.) o maltrato constante, si se dieron traumas importantes en nuestra historia (como pérdidas muy importantes a edades muy tempranas) la transferencia se manifestará en la adultez tratando de perpetuar ese patrón.

¿Suena sencillo? Pues sí, pero no lo es de ninguna manera. Porque la cosa se da a manera de contrapeso y las relaciones sanas y las patológicas se compensan (no se anulan) entre sí. Por lo tanto, si tuve un papá que no fue precisamente el mejor del mundo, pero tuve una madre que brindó mucho apoyo en la crianza, al menos tendré una relación sana inconsciente en la cual apoyarme, pero eso no significa que la mala relación con mi padre sea anulada, porque la madre nunca podrá ser padre y viceversa.

Verán, la mayoría de las personas posee una historia con buena parte de relaciones sanas y con otro tanto de relaciones patológicas, añadan a eso algo de abusos, alguna que otra pérdida temprana y demás vicisitudes difíciles de la vida y tendremos a alguien con alguna dificultad en la adultez. Todos cargamos nuestras mochilas, aunque no sepamos que están ahí. Todos seguimos el camino de la transferencia, incluso si nos resistimos a esa idea. Resistirse a la idea puede muy bien ser una manifestación transferencial más.

Darse cuenta de la acción de la transferencia no es fácil, sobre todo en los niveles más profundos y, luego de darse cuenta, alterar los patrones necesarios para tener una vida más sana es todavía más difícil. Nuestra mente, inconsciente y testaruda, es difícil de redirigir sin un proceso terapéutico adecuado.

Así que la próxima vez que piensen algo parecido a «a mí siempre me pasa esto con mis parejas» o «es que a mí se me pega la gente mentirosa» o «a mí siempre me acaban lastimando, todos son iguales» échenle una pensada y, de ser necesario, algunas horas de sesión en psicoterapia, porque el peso de su mochila se habrá manifestado una vez más y tal vez no es que todos sean iguales, sino que ustedes los escogen así.