Renata Saleci, Investigadora Yugoslava, cuenta sobre la ansiedad que nos produce la posibilidad de elegir y cómo esta ansiedad dificulta la aparición del cambio social. Ya sé, suena comunista, pero es interesante jugar con sus ideas si queremos mirar nuestra forma de vida desde un punto de vista externo y así, entendernos mejor.
Desde elegir entre una serie de productos en el pasillo del supermercado hasta elegir pareja, la capacidad de elegir entre distintas opciones nos produce alguna forma de ansiedad. Algunas notas sobre lo que comenta Renata, ya pasadas por mi propio filtro y algunos minutos de reflexión, son las siguientes:
1- El valor que le damos a la opinión ajena: mis elecciones hablan de mí. Si elijo tener reuniones de vinos y quesos, conducir un auto caro y asistir a «eventos VIP», probablemente seré visto como perteneciente a la clase más alta de la sociedad. Si en lugar de eso bebo agua o me niego a dichos eventos, seré percibido como perteneciente a otro grupo que puede ser menos valorado por la sociedad actual. La ansiedad que produce la opinión ajena hace a muchas personas elegir hacia un extremo o el otro, dependiendo de lo que valoren ellos mismos. Por ejemplo, personalmente valoro la
salud y desprecio las reuniones superficiales donde la gente le sonríe a los demás, hace conversaciones poco profundas y luce bien mientras le desea la muerte a su prójimo y compara su ropa con la del otro (esta descripción es válida para fiestas de moda y para la misa del domingo). Por lo tanto, yo elijo beber agua y minimizar mi asistencia a aquellos «eventos VIP». Y lo hago, en parte porque valoro ser visto como un académico que está libre de esos convencionalismos sociales. Es decir, valoro cómo me ven los demás. Otras personas pueden elegir algo completamente opuesto y su elección dirá de ellos que desean ser vistos así, que no son como yo, o que valoran cosas distintas, al menos en ese sentido. (Nota: me van a matar por criticar tanto, lo sé.)
 
2- Nos preocupa hacer la elección ideal: elegir lo ideal es una gran fuente de ansiedad, por lo cual muchas personas cambian constantemente de proveedor de teléfono o hasta de pareja, porque tratamos de elegir la opción ideal. Pero la realidad es que ninguna es ideal y todas tendrán defectos importantes. Mientras más intensa sea esta ansiedad, esta necesidad de conseguir la opción ideal, más evidente será nuestra ceguera ante la realidad de que uno elige la mejor opción entre las que existen (basado en lo que uno valora) y luego trabaja para hacerla funcionar. Si lo vemos en términos de pareja, muchas personas desean a una pareja que sea brillante, tenga estabilidad financiera y emocional y además tenga el físico de un atleta profesional. La realidad es que no hay nadie en el mundo que pueda reunir todas estas cualidades a la vez, tal vez logre tenerlas todas pero le tomará toda la vida conseguirlas y no las tendrá todas al mismo tiempo.
 
3- La ansiedad de la Pérdida: una de las más importantes piedras en el camino de tomar una decisión. Cada vez que elegimos una opción, perdemos la posibilidad de muchas otras. La capacidad que se haya desarrollado para lidiar con las pérdidas en general influye en nuestra capacidad de elegir y de comprometernos con nuestra decisión. Si lo decimos en cristiano: no puedes tenerlo todo en la vida y, si deseas tenerlo todo, acabarás por perderlo todo. Si eres un emprendedor completamente enfocado en hacer dinero y trabajas 18 horas al día, perderás la oportunidad de criar bien a tus hijos porque, sencillamente, no estarás allí. Si eres una mujer que elige embarazarse, perderás tu figura juvenil. Si eres un hombre (o mujer, da igual) que elige formar una relación seria y monógama con otra persona, automáticamente perderás la posibilidad de estar con otras personas. Perderás, perderás, perderás. Uno aprende a lidiar con las pérdidas y a estar en paz con ellas a través de la práctica, así que no sabrás lidiar con las pérdidas si no has realizado bien el proceso de duelo cuando has tenido pérdidas en tu vida, desde la muerte de esa mascota tan querida cuando eras niño, hasta la pérdida de un ser querido a mitad de la adolescencia, pasando por perder tu condición de niño y crecer, perder un trabajo o perder la imagen ideal que tenías de un mentor, perder el respeto de alguien importante a causa de haber cometido alguna imprudencia, aceptar la adultez y perder la juventud, etcétera.
La incapacidad para lidiar con las pérdidas, la dificultad de decir un «no» rotundo a las costumbres y al estilo de vida de la soltería, es un gran obstáculo en la formación de una pareja estable y duradera en esta sociedad. Es lo que llamamos coloquialmente «Temor al compromiso», porque comprometerse significa perder a lo que estoy acostumbrado y que puede incluso ser parte de mi identidad.
Además, comprometerse significa que ahora debo pensar «de a dos» y que debo pensar en los tres puntos anteriores vistos desde mí perspectiva y también desde la perspectiva de quien me acompaña. A mayor cantidad de personas «importantes» para mí, mayor complejidad al tomar decisiones. Así, tendré que considerar si lo que piensa de mí mi familia de origen es más importante que lo que piense mi pareja con quien trato de formar una familia nueva, y luego los amigos, y los jefes, etc.
Sencillo ¿No?