Quiero comentar sobre las simbiosis madre-hijo que se perpetúa muchas veces más allá de lo necesario. El concepto de simbiosis es una metáfora biológica que usamos en psicología para describir la situación de unión psicológica de dependencia en dos individuos. Esta dependencia es normal en etapas muy tempranas de la vida después del embarazo, pero deja de ser saludable si se hace permanente a medida que el bebé deja de ser un bebé.

El embarazo podría entenderse como una forma de simbiosis, es decir, la madre y el bebé son uno durante nueve largos y psicológicamente muy intensos meses. Si uno de los dos muere, la vida del otro peligra de manera inmediata.

Al momento del parto, el corte del cordón umbilical representa una separación física sin precedentes en la vida del bebé. La madre ya había vivido una separación como esta al nacer, cuando fue separada de su propia madre. Los hombres no tenemos nunca más la oportunidad de ser uno solo con otra persona, experimentar y re-experimentar esa vivencia es una capacidad que sólo tienen las mujeres y créanme, tiene un peso psicológico muy importante.

Resulta que el corte del cordón significa la separación física definitiva, la madre y el bebé no son uno solo nunca más de manera física, pero en términos psicológicos todo es más complejo y todavía les falta mucho por desarrollar. A nivel psicológico, madre e hijo tomarán algún tiempo para independizarse el uno del otro.

Con los años y a medida que el hijo (digamos que es varón el bebé pero se da igual en las niñas) va creciendo, va ganando más autonomía, aprende a hablar y a pedir cosas, logra caminar y empieza a movilizarse. A los dos años no quiere comer o vestirse y suele desafiar todas las reglas impuestas mientras hace un ejercicio psicológico inconsciente por incorporarlas.

Pero el gran ausente en todo este escrito es el padre (o la pareja de la madre), así que hablemos de él (digamos que es varón para ser prácticos y escribir menos). Los padres tienen funciones muy importantes, tradicionalmente ceden mucho del espacio que han tenido con su pareja y lo comparten con su nuevo hijo. Algo de celos puede haber, pero siempre que no se salgan de control todo será parte del proceso de adaptarse. Sucede que a medida que la madre va dejando ir al hijo para permitirle mayor independencia y el hijo se va sintiendo orgulloso de sus logros (celebrados por los padres) como caminar, hablar, razonar y aprender sobre su entorno, también el padre debe ir entrando en la relación entre madre e hijo. En psicología se dice «romper la simbiosis» y es el gran trabajo del padre.

Romper la simbiosis entre la madre y el hijo se oye como algo agresivo, pero no lo es. Es sencillamente el proceso por el cual el padre enseña a sus hijos que en la vida hay más que la madre y que deben responder a varias normas más allá de las que ella impone y sin descalificarla. La inclusión del padre implica que la relación ya no es de dos (madre-hijo) sino de tres (Padre-Madre-Hijo) y, con esta nueva situación triadica, el niño aprende que hay muchas formas de pensar, distintas normas, distintos géneros, otras figuras que lo protegen y que, a pesar de amar a su madre como todo niño, existe todo un mundo allá afuera que puede explorar de la mano del padre. La madre enseña el amor en la forma de unión, aceptación incondicional y tranquilidad en momentos de ansiedad, el padre muestra el camino hacia la independencia, el respeto por la diversidad, la posibilidad de identificarse y querer ser como alguien además de la madre y el sentido de pertenencia a un mundo (con reglas y normas) más allá del conocido hasta entonces… el mundo real.

El papel del padre es fundamental para la vida, las relaciones triadicas son el marco en que todos aprendemos que hay opiniones distintas (la de la madre y la del padre), son las relaciones en que se sienten por primera vez en la vida los celos y se aprende a manejarlos y a compartir, a no querer acaparar a las otras personas hasta asfixiarlas porque, de hacerlo así, terminarán por separarse y dejarnos. Así de importante es el papel del padre y así de importante es el de la madre, porque si ellas no lo permiten, el padre nunca podría hacer su trabajo.

Así que, en el día de las madres (8 de diciembre en Panamá) quiero felicitar a todas aquellas madres que hay allá afuera y quiero recordarles que lo más sano que se puede hacer por un hijo es apoyarlo en sus intentos de independencia, aunque duela y, si sienten que les cuesta demasiado, es importante revisar cuáles son sus necesidades personales que les impiden realizar este paso porque, de no hacerlo, el hijo no podrá continuar su desarrollo saludable. Recuerden, no hay tal cosa como una «madre-padre».

Como dijo una vez mi antiguo maestro, el Dr. Ramón Mon: «la madre da las ganas de vivir y de ser, el padre da las ganas de hacer y pertenecer«

Saludos,