«Together, all together, we can win.»
Ser homosexual en esta época es algo que se vive distinto dependiendo de muchos factores, entre esos está la edad. Aunque ya hemos tratado este tema en el blog en algún momento vale la pena revisitarlo porque es algo que seguirá sucediendo durante unos años.
La nueva camada de varones homosexuales, los cuales recién salen de su adolescencia y apenas tienen entre veinte y veinticinco años, perciben el mundo de una forma distinta a sus compañeros de equipo que hoy pasan los treinta y cinco y, a su vez, éstos últimos ven la realidad del homosexual de manera diferente a quienes hoy tienen cincuenta años de edad o más.
Una de las diferencias más marcadas se relaciona con el tema del «coming out» y la forma en que cada uno se vive una vida abiertamente homosexual o no. Aunque en cada grupo de edad podemos encontrar personas que aún mantienen vidas dobles y otros que son mucho más abiertos en cuanto a su realidad sentimental, sexual y de pareja, lo cierto es que, en general, las generaciones más jovenes suelen estar mucho más cómodas con la idea de la diversidad sexual y es un tema mucho menos tabú que como fue para aquellos que hoy día tienen más edad.
Esa diferencia representa el pulso de los tiempos en cuanto al tema de la sexualidad. Es decir, nos permite ver cómo va cambiando la sociedad en términos de aceptación a la sexualidad diversa y nos da esperanzas para el futuro. Sin embargo, nos tocaría preguntarnos si esto es solo el viraje de otro ciclo de la historia, si los hipsters son los nuevos hippies, si lo que vivimos es una nueva revolución sexual que, aunque necesaria, será enfrentada con una respuesta social a posteriori. Después de todo, ya vemos el endurecimiento de las leyes contra los homosexuales en Rusia y algunos países del medio oriente, sin contar las manifestaciones contra la realidad de la diversidad sexual por parte de grupos religiosos extremistas en el cinturón bíblico de los Estados Unidos y en la Latinoamérica de nuestros días. Podríamos pensar que cada quien decide cómo llevar su sexualidad (y eso es cierto en alguna medida) pero también es importante estar conscientes de que estamos insertos en un tejido de procesos sociales y grupales en términos psicológicos. Cada uno de nosotros es una muestra de su grupo de edad, cada uno de nosotros lleva las marcas de su generación.
Así que nos resulta muy fácil, en ocasiones, peyorativizar al varón homosexual de cincuenta a setenta años que se casó con una mujer y formó una familia en la cual nunca se sintió lo suficientemente cómodo como para hablar de su verdadera sexualidad. Sin embargo olvidamos que el mundo psíquico de estos hombres fue forjado en el fuego de una sociedad distinta a la que vivimos hoy y que, tal vez, lo que hicieron fue la mejor opción que encontraron dentro de sus posibilidades.
Al mismo tiempo, los veinteañeros de hoy, una vez han echado a andar el proceso de «coming out» suelen estar bastante más cómodos con que su información fluya, no se preocupan tanto de si alguien sabe que son gays o no y eso es bastante positivo porque pueden vivirse su sexualidad de manera bastante más integrada en cuanto a su identidad (no tienen dobles vidas a la usanza de los «senior gays»). Pero en sí, muchos fallan por ir a toda velocidad por la vida, como ejemplo vemos a los que se sienten atraídos por alguien y se mudan juntos un par de meses después de conocerse y viven idilios llenos de drama innecesario producto de la cercanía excesiva demasiado temprano. Todo esto pasa como lo mandan los «chic flicks» del cine y las series de televisión populares.
En el medio tenemos a los hombres en sus treinta y cuarenta, una generación bastante diversa en sí misma que recogen características de los dos grupos mencionados antes. Siendo lo suficientemente adultos como para ser profesionales productivos y/o haber evadido el balazo de crecer en la época del internet, habiendo practicado el olvidado arte de esperar por la satisfacción de alguna necesidad y habiendo crecido en un mundo que iba a un paso más lento y mejor pensado, también son lo suficientemente jóvenes como para deshacerse de etiquetas antiguas, prejuicios sociales y tabúes con tal de hacer una vida más integrada y honesta consigo mismos. Ellos son la generación del medio que, al igual que el hijo del medio de muchas familias, acaba perdiendo la atención en favor del hermano mayor que atraviesa por todo antes que nadie y del pequeño de la casa que es más incontrolable y llamativo.
Nuestras realidades son distintas, eso ya lo sabíamos. Tal vez es hora de tomar acciones para mejorar. Los jóvenes deben dejar de ser vampiros que solo desean el nuevo teléfono celular y la ropa de marca que les ayuda a definir su vacío personal, los más viejos deben pasar la información que tienen y ayudar a los que siguen a ser más respetuosos y tolerantes, todo esto basados en lo difícil que fue para ellos vivir sin ese respeto y tolerancia. A su vez, la generación del medio tiene la responsabilidad de ser los adultos a cargo, sin esconderse en querer ser un veinteañero y sin creer que ya no hay mejoras que podamos lograr. Todos tenemos cosas positivas pero también tenemos trabajo que hacer.
Es hora de unir esfuerzos. Es hora de cambiar para mejor.
Que estén bien.