Hablemos primero de la Moral:

La moral es un conjunto de valores que dictan la manera aceptada y aprobada de vivir. Nos dice cómo comportarnos con el fin de llegar a ser «como se debe ser«. Lo interesante de la moral es que varía entre un grupo humano y otro, así que no es lo mismo la moral cristiana que la moral judía o la moral islámica o la budista, incluso si comparten algunas cosas. Las morales también cambian dependiendo del concepto que se tenga de dios, o de la cultura en que uno haya crecido. Vemos entonces que no es lo mismo la moral de un estadounidense que en el 2007 alcanza los cuarenta años y que ha vivido en Washington D.C. toda la vida que la de una mujer de 25 años que creció en Tokyo y es producto de un matrimonio mixto (con padres de culturas diferentes). La moral proviene de nuestros padres, de nuestro entorno, de lo que hemos aprendido que está bien o está mal. En última instancia, la moral varía también de persona a persona y todos tenemos un código moral, no importa cuan distinto sea del código moral del vecino. ¡Ah! la moral también es cambiante y varía dependiendo de las experiencias de vida.

Ahora hablemos de ética:

Ética es un concepto universal, vas más allá de toda moral específica pero incluye seguramente aspectos de muchas de las diferentes morales. Ética es, en última instancia, el espacio que se brinda a los demás y a uno mismo para crecer y desarrollar tanto potencial como sea posible. La ética trabaja hacia la libertad y la paz universal, la moral trabaja hacia el concepto de paz que tengan quienes sostienen esa moral específica y puede o no valorar distintas formas de libertad.

Ética no implica un código de normas, por lo tanto la expresión «código de ética» no debería ser usada, porque la ética va más allá de cualquier código y es igualmente aplicable a abogados, psicólogos, recogedores de basura, vendedores, amas de casa, políticos o cualquier otra persona. No depende de tu profesión, depende de que seas humano o no. Ética implica aceptar al otro como es siempre y cuando no presente un entorpecimiento de la vida, la libertad y la paz de los demás. Porque aceptando al otro como es se le brinda el espacio de averiguar aún más a fondo quién es realmente y decidir por sí mismo si desea o no ser así. La ética funciona igual y es la misma para el hombre estadounidense de 40 años y para la mujer de 25 años que viene de una familia mixta y creció en Tokyo. Es tan universal que funciona sin importar el color de tu piel, tu identidad de género, tu orientación sexual, tu estatura, tu idioma o cualquier otra variante humana. La ética no apunta hacia lo que se considera bueno según mi grupo de referencia, sino hacia lo que es saludable para cualquier persona en cualquier parte del mundo. A veces, para ser éticos hay que dejar atrás la moral que uno posee. La ética requiere un pensamiento más abstracto, una capacidad intelectual y cognoscitiva superior y más humana. La moral, por su parte, solo requiere de nosotros un pensamiento concreto que puede muy bien estar basado en castigos y recompensas. Tener una moral inflexible es de niños pequeños, tener un pensamiento ético es de humanos adultos.

Ahora pongamos un ejemplo extremo:

¿Qué pasa si tengo a un asesino en serie frente a mí? ¿tengo que aceptarlo como es y dejarlo que mate hasta que averigüe si le gusta o no ser así?

Pues no, porque seguramente está preso de su propio impulso así que no es del todo libre y porque su acto de matar implica limitar la libertad de sus víctimas, así que no podemos aceptarle como es y dejar que cree disturbios en las vidas de otros como él. Pero tampoco podemos asesinarle para terminar con su amenaza, porque también estaríamos limitando su capacidad de elegir y, por lo tanto, estaríamos convirtiéndonos en algo similar a él. La respuesta estaría tal vez en contenerlo de alguna manera, brindarle un campo de acción diseñado para evitar que ejerza su impulso de matar mientras se trabaja con él para liberarlo de dicho impulso que es, a todas luces, poco saludable para otros y para él mismo. También la ética nos diría que revisáramos cómo podríamos prevenir que otras personas quedaran presos de sus impulsos igual que este asesino.

Ahora veamos la situación que nos trae a este blog cada vez: la psicología y la diversidad.

¿Qué pasa si tengo a un individuo homosexual o bisexual o transgénero? ¿le aceptamos como es y le dejamos que viva su homosexualidad o su bisexualidad o su transgenerismo hasta que averigüe si le gusta o no ser así?

Si sus prácticas no implican coartar la libertad de nadie, pues sí. Si sus impulsos homosexuales, bisexuales o su transgenerismo se relacionan de alguna manera con una fuente o consecuencia malsana para sí mismo(a) o para otros, eso debe determinarse en un proceso de psicoterapia si ellos desean emprenderlo. No tendríamos que fijarnos tanto en su orientación sexual o su expresión o identidad de género, sino en otras características suyas.

En conclusión:

Lo que trato de decir es que si vemos a las personas diversas con el lente de la moral, las juzgaremos siempre de acuerdo a si lo que hace o siente es algo que nosotros haríamos o nos permitiríamos sentir. Pero si las vemos con el lente de la ética, respetaremos su autenticidad aunque sean distintos a nosotros.

Qué estén bien.