Quienes hemos tenido la idea de adentrarnos en el tema de la Comunidad Diversa desde distintas disciplinas, o bien, manifestar una opinión al respecto favoreciendo la igualdad de derechos para los hombres y mujeres hetero, homo y bisexuales, hemos tenido un precio que pagar. El precio viene en distintos formatos y suele ser aplicado a quienes abiertamente defienden los derechos de los homosexuales y bisexuales o a quienes deciden trabajar con ellos de forma directa y tratarlos de manera justa.
Pero algunos rubros que antes no se cobraban, ahora tienen el famoso precio. Sería bonito poder echarle la responsabilidad al alza de la gasolina (como hacemos con todo lo demás) pero es más complejo que esto y el metafórico precio que se pagaba antes por defender los derechos, se paga ahora por NO favorecer la desigualdad. Paso a explicar:
Hace varios días, Rolando Mirones, el Director de la Policía en mi país, NO se opuso a la inclusión de personas homosexuales en el cuerpo de policía. Sus palabras parafraseadas quitaban el valor a tomar en cuenta la orientación sexual heterosexual como criterio de inclusión para los aspirantes a ser miembros de la fuerza policial. Sus comentarios no me sonaron a una defensa aguerrida de los derechos de los homosexuales (y no tenían que serlo), más bien fueron una falta de oposición a la exclusión que, a mis oídos, sonó muy lógica.
Hace tres días alguien subió un vídeo musical a la página de YouTube dedicado a Rolando Mirones. En el vídeo y la canción, se ataca abiertamente a Mirones y, entre otras cosas, se le responsabiliza de la violencia en las calles y se le presenta como alguien que desea incluir agentes homosexuales en la policía (lo cual no me parece que sea lo que él haya dicho porque, algo así, sería una discriminación negativa). Pensaba yo en lo bonito que es encontrar un culpable para la violencia que hay en nuestro país en el Sr. Mirones, o en el presidente, o en cualquier mandatario (no importa de qué partido sea) en lugar de pensar qué estamos haciendo nosotros para contribuir a la franca desorganización de este país y, con él, del mundo.
«En la vida nada es gratis», comentábamos mi padre y yo hace años y le he recordado viendo el mencionado vídeo en YouTube (no pondré el enlace pero pueden buscarlo, no es difícil de encontrar). El sistema (las personas) no sólo no permite ser abiertamente distinto, sino que te castiga si no intentas expresamente ser igual a los demás. Este sistema, como todos, trata de mantener su equilibrio y sobrevivir a como dé lugar, abortando a todos los que sean diferentes y que amenacen su homeostasis. Curiosamente, el sistema no reconoce que todos somos distintos, ninguno de nosotros es igual al otro. ¿Podemos darnos el lujo de permitir el equilibrio del sistema?
¿Qué dicen ustedes?