Alejandro Cantón me envió por e-mail un enlace a la página de MsNBC donde se reporta que nuevos estudios sobre las causas de la homosexualidad se están realizando.

Aunque no se comentan los detalles metodológicos de los estudios, no son los únicos y me resulta muy interesante la forma en que el antiguo debate entre lo biológico y lo ambiental sigue vigente. Mientras una nueva generación de estudios se empiezan a reportar con preguntas sobre los orígenes de la homosexualidad, yo prefiero formular una pregunta diferente: «¿Por qué queremos saber?«

Décadas atrás sucedió algo parecido a estos estudios genéticos cuando las hormonas hicieron su aparición, entonces todo el mundo buscaba una causa hormonal para la diferencia que nos mantiene visitando/escribiendo el blog. Puede ser un asunto de moda, aunque hay que reconocer que sería interesante ver cómo giran las cosas si descubren una combinación entre genética y crianza que desarrolle varones o mujeres homosexuales.

Pienso que, a veces, la comunidad siente que podría estar tranquila si todo fuera genético, porque eso le daría un carácter de «natural» que sería irrevocable y eliminaría todo permiso de discriminar o catalogar de patológico a cualquier persona no-heterosexual. Sin embargo, como bien comentan en el enlace que me envió Cantón y en algunos libros y otras fuentes que he usado para mi investigación, la certeza de un origen genético para las orientaciones sexuales también implicaría un poder muy negativo en las manos equivocadas (y las manos equivocadas son las que mecen la cuna del mundo actualmente) para eliminar a las generaciones futuras de homosexuales y, con ellos, puntos de vista distintos sobre la vida, las relaciones y hasta procesos creativos con resultados diferentes y enriquecedores.

En efecto, el peligro de saber si nuestras diferencias tienen base genética radica en que, si se llega a probar, algunos malintencionados con mucho poder podrían hacer pruebas prenatales para identificar a quienes posean «la marca» genética e intentar eliminar a generaciones futuras de homosexuales, tratando de ejercer un «control» en la población diversa y promoviendo un movimiento elitista que quiera seleccionar a los superiores heterosexuales y eliminar a los indeseables homosexuales (o viceversa). La figura difusa de un nuevo Hitler se dibuja en mi mente cuando pienso en esta posibilidad. No creo que esto sea paranoia, no soy el único que lo ha considerado y pienso que es un escenario posible.

Mi postura en este artículo no está sostenida por una intención política pro-gay, sino por una apreciación y deseo de respeto por las diferencias. Los seres humanos necesitamos (aunque no es seguro si nos merecemos) ese respeto y la oportunidad de vivir en paz aceptando que somos distintos y que, aunque no siempre estaremos de acuerdo, tampoco tenemos que resolver nuestras disputas tratando de probar que todos aquellos que no sean como nosotros, están enfermos, equivocados o defectuosos.

El peligro solo se mantiene mientras las personas sigan considerando a los homosexuales, bisexuales, lesbianas, etc. como seres «dañados» como dice el conocido chiste de mal gusto que compara a los hombres con los teléfonos públicos. Así que continuemos la campaña reflexiva.

Ya he dicho antes que considero muy útil y sano para el sentido de identidad, que cada persona homosexual o bisexual tenga su propia teoría sobre por qué es como es y que desarrolle esa teoría a través de la introspección. Pero me preocupan mucho las consecuencias de un conocimiento de esta orden que se intente generalizar a toda la población. Si la generalización fuese realmente posible, no habría «diversidad». Tal vez algunas cosas, a veces, es mejor no saberlas.

Alvaro.

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