La sexualidad humana es genial, además de darnos identidad, sus aspectos más mecánicos sirven como forma de expresión, para conseguir placer, como método para reproducirnos, etcétera. En serio, los fines son infinitos porque cada cabeza es un mundo y cada historia de vida matiza la sexualidad con diferentes posibilidades.
Pero hoy quiero tratar el tema de la comodidad que tengamos con nuestra propia sexualidad en pareja. Y es que, a veces, uno se encuentra gente que presenta dificultades para conciliar varios aspectos de la sexualidad en pareja. Me refiero a los aspectos románticos y a los aspectos más agresivos y propiamente sexuales.
Es común que algunas personas (hombres y mujeres) opten por lo que yo llamo «una relación de pareja segura» con alguien a quien admiren y puedan tener en un pedestal, sin embargo, luego se encuentran con que no sienten deseo sexual por esa persona o bien hay algún problema en el desempeño sexual de uno de los dos o de ambos. Culturalmente se nos ha vendido mucho la idea de que una esposa hermosa, que cocina bien, es profesional, es buena madre y cuida de la familia cuando alguien se enferma no puede coexistir con una mujer sexualmente capaz de revolver una cama con la intensidad de un tornado. Los medios y muchas veces las generaciones anteriores (nuestros padres y abuelos) nos han enseñado que se tiene sexo salvaje con una mujer (la amante) que solo sirve para eso y a quien se puede usar cuando venga en gana, pero no con la esposa abnegada a quien prometimos amor eterno, porque sería como objetificarla, mirarla de menos o «mancharla» con la suciedad de la sexualidad.
Pareciera que en nuestras mentes aún mantenemos esa división mente-cuerpo que es culpable de tantos desbarajustes hoy día. Esa división es la precursora de otras divisiones, como amor-sexo, afecto-intelecto, esposa-amante, novela rosa – pornografía, ángel-diablo y hasta terapia-medicación. No podemos permitirnos caer en la trampa de estas divisiones porque el precio para nuestras relaciones es muy alto y tiene que ver con la dificultad para sostener relaciones monógamas que duren lo suficiente como para cumplir ciertas tareas de vida, como criar hijos (en caso que se desee tenerlos) o bien acompañarse de manera plena a lo largo de la vida.
Básicamente, si ambos aspectos no puede coexistir en nuestra mente, es decir, si sentimos que al tener sexo salvaje y primitivo (como es el buen sexo) con nuestras parejas, le perdemos el respeto y perderemos la capacidad de idealizarles otra vez para devolverles a su pedestal, entonces casi irremediablemente buscaremos a un tercero fuera de la relación a quién usar como un objeto para tener ese sexo salvaje y primitivo que es tan placentero, necesario y requiere expresión. Pero si hacemos esto faltaremos a los acuerdos más básicos de monogamia (en caso de que los hayamos hecho) con nuestra pareja, devaluaremos al tercero al verle como un objeto y usarle y haremos más grande la brecha entre los aspectos románticos y los aspectos propiamente sexuales que hay en nuestra mente. Al final, todos perderemos.
Así que los invito a atreverse un poco más a «ensuciar» su relación, porque siempre que nuestras prácticas sexuales sean saludables, sean de mutuo acuerdo y se realicen de manera que no nos lastimemos nosotros mismos o a nuestros compañeros o compañeras, el resultado no puede ser más que una mayor unión entre las partes, al compartir esa forma de intimidad tan especial y primitiva que ha mantenido al mundo girando desde sus inicios.
Convérsenlo con sus parejas, compartan sus fantasías, hagan el acuerdo de conversar sin juzgarse y a lo mejor descubrirán cosas que no se imaginaban de su pareja o de ustedes mismos, necesidades insatisfechas, temores, deseos y algunas otras cosas que sería bueno compartir.
Por cierto, todo lo que he escrito se aplica a relaciones homosexuales y lésbicas también.
Saludos,
Nota: la imagen que acompaña esta entrada la tomé del internet.
Interesante evaluar el aspecto de la desgenitalización del amor.
Hola Álvaro!
Muy bueno tu contribución. Sería interesante evaluar la «desgenitalización» del amor. Me consultas cualquier cosa.
Abrazos,
Tita
Bueno… yo no sé… yo siempre consideré el deseo sexual y el «amor» como algo separado… además, no sé, pero no concuerdo con eso de que el sexo tenga que ser salvaje y primitivo para ser bueno…
Y también con toda esa cosa de la monogamia… yo creo que una cosa es el sexo por el placer y otra el erotismo y la admiración juntas que se da en el enamoramiento…
Hola Berta y Anónimo, gracias por sus comentarios.
Anónimo, esas divisiones existen, uno puede desear a alguien sin amarle (como a los levantes) y amar a alguien sin desearle sexualmente (como a los amigos). Pero estoy hablando de relaciones que son monógamas, de largo plazo y serias y en las cuales sus miembros no se atreven a tener ciertas prácticas sexuales porque sienten que «se perdería lo bonito».
Si en nuestras relaciones de largo plazo no nos atrevemos a tener ese mismo «sexo por placer», como lo llamas, acabaremos sintiendo que solo podemos tenerlo con otra gente. Ese es el punto del artículo.
En cuanto a lo del sexo salvaje, incluso si un acto sexual es suave y delicado, eso es una forma de ser salvaje y primitivo. No me refiero a que haya que rasgarse la piel ni darse golpes. Es primitivo porque es previo a todo nuestro desarrollo intelectual e incluso al desarrollo de nuestra consciencia de emociones.
Saludos,
Es verdad que el sexo se da y se tiene en una multiplicidad de expresiones, a lo largo y ancho de un vasto espectro físico y emocional y cómo materialice en un momento dado y específico depende de la conjunción de otra extensa variedad de circunstancias, emocionales, físicas, de entorno, bioquímicas, etc., etc.
Deseo sexual y amor no son antónimos ni están contrapuestos. Y ciertamente, en no pocas ocasiones el sexo salvaje y primitivo es supremamente bueno y no sacrifica ni «ensucia» para nada el amor que sienten los protagonistas.
En mi humilde opinión se trata de un asunto poderosamente conyuntural.
Cualquiera disquisición teleológica sobre el particular es un exceso… y ciertamente innecesaria y fútil.
Sexo salvaje y primitivo: ¡Buenísimo! y mucho mas cuando amas a tu pareja.
Saludos cordiales.
Es verdad que el sexo se da y se tiene en una multiplicidad de expresiones, a lo largo y ancho de un vasto espectro físico y emocional y cómo materialice en un momento dado y específico depende de la conjunción de otra extensa variedad de circunstancias, emocionales, físicas, de entorno, bioquímicas, etc., etc.
Deseo sexual y amor no son antónimos ni están contrapuestos. Y ciertamente, en no pocas ocasiones el sexo salvaje y primitivo es supremamente bueno y no sacrifica ni «ensucia» para nada el amor que sienten los protagonistas.
En mi humilde opinión se trata de un asunto poderosamente conyuntural.
Cualquiera disquisición teleológica sobre el particular es un exceso… y ciertamente innecesaria y fútil.
Sexo salvaje y primitivo: ¡Buenísimo! y mucho mas cuando amas a tu pareja.
Saludos cordiales.
Sabrás que he leído la entrada y enseguida la he asociado con unos videos de la Pilar Sordo, donde habla sobre su libro Lecciones de Seducción, que confieso aún no he comprado pero que está en mi lista.
En el video habla, brevemente, sobre la mujer buena y mala y de cómo es necesario la reconciliación entre ambas:
http://youtu.be/gDPNVPPRbdU?t=4m15s
Vinculando lo que dice Pilar con la entrada. Me parece que es una cuestión de permitirse a sí mismo el unir ambos polos, lo bueno-lo malo, el recato o el pudor con lo sensual y sexual. Es también, como tú mencionas, el permitirse concebir a la pareja no sólo con esta idealización, que parece casi como un manto de pureza.
No sé si recordarás la letra de una canción que hace alusión a esto diciendo muy directamente: «Dama en la calle, una loca en la cama…».