He visto, durante los últimos años, cómo se presenta una y otra vez en los medios la imagen de una mujer poderosa y en control de la casa, con la capacidad multitareas de criar hijos sanos (y sin problemas de apego materno) y ser una profesional trabajadora que pasa 18 horas diarias en la oficina, además de lucir como una supermodelo y tener el cabello perfecto con microbolitas enriquecidas con protoplasma de genes de diosa del olimpo (lo último para la fortaleza de la raíz a la punta). 

Esta supermujer suele estar emparejada con un esposo que es un eterno niño, hipnotizado con el fútbol en la televisión, que sólo sabe de autos y cerveza (y a veces ni eso) y no sabe ni calentar agua en la estufa (mucho menos prepararse un plato de cereal o freír un huevo).  Es el hombre cavernícola que solo sirve para hacer que la mujer se vea mejor y que es únicamente reemplazado por una versión un poco más amable y elogiada de sí mismo cuando se acerca el día del padre… claro, para poder vender más en esa época.

Al principio, hace años, todos reímos con estas muestras (y llamo la atención sobre el hecho de que las cosas risibles muchas veces lo son por su carácter ridículo) pero, ahora que se han popularizado, no me producen mucha gracia y me pregunto si no estaremos cruzando el fino límite entre una reivindicación de la imagen femenina y una devaluación de la figura masculina.

Las mujeres deberían pensarlo mejor, me parece fantástico que se reconozcan sus capacidades porque, como siempre digo, “este mundo sin mujeres no sería igual”, pero creo que la imagen de superheroína que les están reflejando de sí mismas ha empezado a aumentar sus exigencias a tal grado que alcanza la irrealidad (porque nadie puede criar un hijo sin problemas de apego separándose de él 18 horas al día y dejándoselo al energúmeno del marido con el que se casó la mujer de la televisión).

Por otro lado, con figuras masculinas devaluadas masivamente en los medios ¿Qué le dejamos a los niños que van creciendo como modelos a seguir? Ah, ya sé… les dejamos dos opciones, a saber, ser un hombre cavernícola que no se atreve a leer algo más complejo y profundo que el periódico o… SORPRESA!! SER UNA MUJER!!.

Aunque los primeros casos han aparecido desde hace unos años, preveo muchos más problemas de identidad acercándose a toda velocidad y de manera masiva… ¿alguien tiene un velocímetro?

Claro, todo eso se refiere a la pareja heterosexual tradicional. Sería interesante que jugáramos con estas ideas si pensamos en parejas homosexuales.

¿Ideas?