«Solo quiero que llegue, no sé por qué me cuesta tanto encontrar a la persona que se quiera comprometer para toda la vida» – decía Pedro mientras yo tomaba un sorbo del café mañanero del cual no soy muy fanático – «Alvaro, ya tengo 35 años… ya no estoy para perder el tiempo con gente que no quiere nada serio.»

La mesera se acercó para preguntarnos si queríamos algo más, a lo cual yo respondí que no con el gesto más amable que me permitía hacer el sueño que, ni la ducha fría de la mañana de aquel domingo, había podido quitarme. «Es mi amigo, pero tengo sueño…» – me decía a mí mismo luego de despertar gracias a la llamada de Pedro a mi teléfono celular. «Pero es mi amigo…» – repetí, minutos después, mientras me subía al carro para dirigirme a escuchar el último desastre relacional de mi compañero de equipo.

Según Pedro, todo en Agustín era perfecto, claro que para Pedro «todo» significa que Agustín tenía buenos biceps, medía seis pies (de alto) y, desde atrás, su espalda tenía esa famosa forma de cobra que sólo se consigue con una cintura delgada y mucho gimnasio. Si hago un esfuezo, creo recordar que Pedro mencionó algunos otros detalles físicos que mi somnolencia me evitó almacenar bien en la memoria pero que, conociendo a Pedro desde hace años, me permito imaginar cuáles son.

«¡Te juro que tienes que poner esto en el blog, que todo el mundo se entere quién es ese… ilusionista!» – Me dijo en un momento mientras yo observaba el drama producto de su última desilusión amorosa al terminar una relación de largo plazo con Agustín (nota aclaratoria: para Pedro, largo plazo significa 2 semanas, 3 días, 2 horas y 54 minutos). Su comentario me hizo despertar más que el café que acababa de hacer un esfuerzo por ingerir, el cual, supe después, era descafeinado gracias a un error de entrega de nuestra mesera estrella.

Pedro continuó después de un silencio largo – «es que era el tipo perfecto, yo estaba tan enamorado, nunca he sentido algo así. Yo hubiese hecho cualquier cosa por él.» (Otra nota aclaratoria: sólo el año pasado esta historia se repitió 3 veces en la vida de Pedro)

Con la intención de ahorrarles tiempo mientras leen esto y establecer un punto con la historia, sólo contaré que Pedro continuó dando vueltas mentales alrededor del tema de Agustín, lo cual es normal porque es la única forma de separarse de su más reciente (y octavo) «amor verdadero».

El punto al que quiero llegar es que el famoso «tipo perfecto» no existe, es probable que Agustín fuera un «ilusionista» como lo llama Pedro, pero la realidad es que la ilusión no te atrapa si tú no te enganchas con ella. Y, dependiendo de la ilusión, se atrapa a unas personas o a otras. Por ejemplo, por alguna razón psicológica en la cual no me adentraré por respeto a mi amigo (y porque yo no trabajo de gratis) Pedro respondió de manera muy intensa (afectiva y físicamente) a las características de Agustín y a su forma de acercarse, pero otra persona no habría respondido de la misma manera. Todo tiene que ver con un complejo juego de lo que significan los atributos del otro en tu mente, el valor psicológico e inconsciente (o sea, que ni lo sabes ni lo puedes controlar) que le otorgas a esas características específicas. Son respuestas automáticas que todos tenemos.

Estas respuestas automáticas no nos molestan cuando todo va bien en una relación, o cuando nos parece que va bien, pero a la hora del rompimiento, de descubrir que las cosas no eran como uno esperaba o de tocar fondo, el dolor te hace desear aprender una forma de evitar ese trago amargo (sin agraviar) en el futuro. La buena noticia es que sí se puede evitar y la terapia puede ayudar para que descubras qué son esos significados personales y únicos que tiene cada uno en su mente y que le empujan a «engancharse» con el anzuelo de un tipo específico de gente. Ya no se trata de si te gustan los hombres o las mujeres, sino de si te gustan los superficiales o los que te queman, los que te devalúan o los que te hace pasar por dolor y rabia innecesaros. Vale la pena revisar, muchachos.

Por cierto, Pedro está mejor. Esta vez tocó fondo en cuanto a su patrón de tropiezos relacionales y se está atendiendo con una colega mía. Le pedí su aprobación para este escrito antes de publicarlo y, luego de reirse por media hora después de leerlo, insisitió en que lo publicara. Además, quería que escribiera quién es Agustín, pero no lo hice porque ese no es el objetivo de este blog y creo que muchos allá afuera tienen, han tenido o tendrán su propio ilusionista, aunque tenga un nombre diferente. ¡Ah! Los nombres han sido cambiados.

Saludos,