Con la firma del mal llamado «Pacto por la Vida y la Familia» por los principales candidatos presidenciales para las elecciones de Panamá 2014, vale la pena revisar los puntos del mismo.
Uno de los puntos que más me preocuparon reza así:

«Nos comprometemos a defender el derecho primario de los padres a educar libremente a sus hijos en sus principios morales y religiosos, y reconocemos que esta libertad debe ser protegida y garantizada por el Estado.»

A primera vista suena bien, y podría decir que estoy de acuerdo con este derecho. Sin embargo, si revisamos más a fondo y prestamos algo de atención a quienes proponen este pacto (La iglesia católica y la iglesia evangélica) recordaremos que uno de los objetivos del cristianismo es convertir a tantas personas como sea posible en cristianos. Lo anterior a diferencia del judaísmo, por ejemplo, en que se debe nacer de una mujer judía para ser considerado como parte del pueblo de dios.

Ahora bien, si uno de los valores que se enseñarán «libremente» a la nueva generación de niños es que la gente debería ser cristiana (o judía o islámica o budista o atea, etc.) y, por lo tanto, que otras formas de pensar están equivocadas o son menos correctas ¿No será esto un problema en el futuro en términos de justicia social?

Además de eso, dado que este pacto es un intento de los grupos cristianos de dirigir la legislación del país, el sistema educativo estatal debería seguir estos lineamientos (asumiendo que se tome en serio el pacto en cuestión) y me preocupa mucho que el conocimiento científico y universal que nos atañe a todos corra el riesgo de ser invalidado por esos padres en casa bajo la excusa de ejercer el derecho a enseñar sus principios religiosos.

¿Cómo solucionar esto? ¿Debe prevalecer la mitología religiosa individual o el conocimiento que tenemos basado en la investigación? En otras palabras ¿Debemos enseñar lo que «creemos» o lo que «sabemos»?

Mi tentativa de solución ante esto es que se presenten ambas posturas pero en espacios diferentes. Es decir, es mi impresión que el sistema educativo estatal y particular (privado) debe proporcionar información científica de punta, enseñar sobre evolución, ciencia, investigación, sexualidad y demás. Al mismo tiempo, podríamos crear una asignatura dirigida a enseñar ética y, dentro de la misma, se podría hacer un recuento de las principales (sino de todas) morales de los distintos grupos religiosos que hayan pasado la prueba del tiempo (cristianos y no cristianos) y podríamos observar como la ética se puede nutrir de las diferentes morales pero no se ve limitada a ninguna. Me parece que esto sería enriquecedor para las nuevas generaciones, además de una postura no excluyente. Por supuesto, cada familia mantendría su derecho a enseñar sus propias creencias y tendría que respetar el derecho de los niños a conocer información realista sobre el mundo, su funcionamiento y todo lo que este incluye.

¿Qué opinan?