Cantón me preguntó a través de su blog sobre si dar un «abrazo de oso» a los pacientes implica «un pequeño cruce de manera inconsciente e inocente» desde el cariño hacia la sexualización. Alejandro Cantón ha mencionado en varias ocasiones que solía dar este tipo de abrazos a sus pacientes homosexuales y racionalizaba esto asegurando que muchos de ellos debían aprender a tener contacto entre hombres sin que existiera un interés o intención sexual de por medio.


Aunque ya contesté con mi opinión en el blog de Cantón, he querido publicar aquí mi respuesta, porque él y yo tenemos opiniones muy diferentes al respecto y considero importante dar a conocer mi postura y que los lectores puedan hacer un contraste de ambas. Recordemos que Alejandro Cantón y yo, pese a que nunca nos conocimos antes de encontrarnos en el internet gracias a nuestros blogs, somos una suerte de dos generaciones de Psicólogos Clínicos que hemos decidido, cada quien en su momento y por sus razones específicas, dedicar parte de nuestra práctica al trabajo con personas homosexuales. Aunque podemos compartir ideas similares, también diferimos mucho en nuestra forma de trabajar, de entender a los pacientes y de aproximarnos psicológicamente a los casos. Eso es común porque no todos los Psicólogos Clínicos pensamos de igual forma y, como ven, hay diversidad en todo. Dicho esto, aquí va una versión más elaborada de mi respuesta a la pregunta de Cantón en su blog:

El «abrazo de oso» no es algo que yo emplee en mi trabajo. Para mí es difícil que un abrazo sea una conducta técnica, porque siempre va cargado de un afecto específico. Justo anoche hablaba con alguien sobre cómo los abrazos reales (de oso, de gato, de lo que desees) van siempre cargados de un afecto específico que quien lo da intenta transmitir. Sin embargo, es impredecible la significación que quien recibe el abrazo le dé. La transferencia es traicionera y, muchas veces, si los pacientes DESEAN el abrazo del terapeuta es porque NECESITAN ese abrazo de parte de OTRA PERSONA. Si les damos el abrazo y aplacamos momentáneamente el DESEO, aplacamos también la posibilidad de elaborar el significado completo de esa NECESIDAD en la mente de nuestros pacientes. Y a la terapia uno no va a vivirse sus deseos, sino a elaborar y entender sus necesidades.

La intención del abrazo de oso tal vez sea buena. Pero no me parece que asegura un avance terapéutico. Eso no significa que un abrazo en un momento dado no pueda ser una «respuesta óptima» (concepto de Howard Bacal) porque sí puede serlo, pero debe ser algo súmamente bien pensado y no de empleo constante.

Desear y Necesitar no son lo mismo, tal vez escriba una entrada sobre esta diferencia tan importante.

Saludos,