Ese día entré al vestidor para cambiarme luego de terminar mi rutina del día en «el gym» (Nota: para los que no sepan, la rutina son esos movimientos ridículos que uno hace usando pesas y que nadie haría en el mundo real), mi mente completamente fuera de este mundo gracias a la música que salía de mis audífonos, abrí el locker (casillero, para los defensores del idioma) y empecé a sacar mis cosas cuando noté que alguien a mi izquierda intentaba hablarme. Me quité los audífonos.

-«¿Saliendo?» – me dijo este muchacho, evidentemente años más joven que yo.
-«Sí, ya.» – contesté yo, seguro de que nunca en mi vida había visto a aquel individuo. La falta de música colándose por mis oídos hasta mi cerebro permitió que se reactivara mi tendencia natural para procesar información relacional. Antes de darme cuenta, ya estaba sospechando algo fuera de lo común.
– «¿Entonces, qué vas a hacer ahora?» – preguntó mi interlocutor con tono invasivo y procedió a hacer una propuesta muy rápida y explícita de sus intenciones. Era evidente que ese abordaje lo había hecho antes.

Yo cerré los ojos, respiré hondo, me puse los audífonos, terminé de recoger mi mochila y salí del lugar de muy mal humor. Mientras me dirigía a la puerta, vi que el muchacho se acercaba a otro hombre con la misma actitud que se había acercado a mí.

Empecé a revisar, camino al carro, la razón para ese mal humor. Para entonces, ni la música detenía el proceso de autoanálisis que se había iniciado.

Gente, mi autoanálisis lo dejo para mí, pero para todos allá afuera sólo el recordatorio de dos grupos de siglas importante: ITS y VIH. El deporte de la pesca no es un deporte de gimnasio y no es la mejor manera de tener sexo seguro. CUIDENSE.