Al momento de escribir esta entrada nos encontramos en medio de una discusión importante sobre Matrimonio Igualitario en nuestro país. Basta con dar una vuelta por las redes sociales o escuchar conversaciones en la calle para notar que el panameño no tiene información en dos áreas específicas: Derechos Humanos y Educación Sexual. Sin entrar en el tema de por qué en nuestro país no tenemos educación sexual de buena calidad, lo cual nos llevaría vergonzosamente a recordar que en Panamá se hacen marchas en contra de la misma, quisiera compartirles mi pensar sobre la discusión que se da actualmente sobre el Matrimonio Igualitario.

Mi impresión es que estamos teniendo dos conversaciones paralelas y tal vez no lo estamos advirtiendo. Si escuchamos a quienes defienden la aceptación del matrimonio igualitario en Panamá notaremos que suelen ser personas conocedoras de Derechos Humanos y que argumentan algo bastante sencillo de comprender y que va más o menos así: los Derechos Humanos son muchos y muy variados e incluyen el derecho a formar una familia, la cual se forma según las normas de cada país y que, en el nuestro, se constituye a través de la figura del matrimonio. Por lo tanto, si todos tenemos derecho a formar una familia y la familia se forma a través del matrimonio entonces todos debemos tener acceso al matrimonio. De paso, los estados no pueden obligar a una persona a conformar un tipo de familia específica (con una pareja del sexo opuesto, por ejemplo) porque los pactos que hablan sobre los derechos humanos, y que hemos firmado como país, protegen a todos los tipos de familia, entre esas a las familias homoparentales. Así que el acceso al matrimonio no puede negarse a unas personas solo porque su orientación sexual es homosexual ya que esto sería (y está siendo actualmente) discriminatorio y todos debemos ser iguales ante la ley. ¿Vamos bien hasta ahí?

Por otro lado, si oímos a quienes se oponen al matrimonio igualitario en Panamá escucharemos frases como «dios hizo a Adán y Eva» o señalamientos sobre el uso del recto como órgano sexual o la capacidad reproductiva de las parejas homosexuales porque «la palabra ‘matrimonio’ viene de ‘matriz’ y por eso no se le puede dar acceso al matrimonio a dos hombres porque en esa pareja no hay una matriz». Otros argumentos hablan sobre desatar la ira de dios si se permite a los homosexuales casarse entre sí y cómo esto traería el fin de la especie humana. Incluso alguien dijo con tono alarmista en televisión nacional hace unos meses que sería la extinción del «neanderthal». No sé ustedes pero considero necesario resaltar que hace unos 35,000 años más o menos que no vemos neanderthales caminando la tierra, pero no nos perdamos en detalles.

Mi punto es que pareciera haber dos conversaciones paralelas, lo cual explica en parte por qué no estamos llegando a un terreno común y logrando entendernos. Quienes están a favor quieren que se apruebe el matrimonio igualitario y quienes se oponen quieren evitar que se apruebe la homosexualidad. La diferencia es sutil pero suficiente como para evitar una conversación productiva porque el «matrimonio» requiere aprobación legal pero la «homosexualidad» no, ya que ha existido desde siempre y seguirá existiendo para siempre. Los opositores parecen pensar que aprobar el matrimonio igualitario significa aprobar la homosexualidad y es ahí donde son remitidos a todos los temores que les hayan enseñado en sus diferentes religiones al respecto. Por eso es tan importante darnos cuenta de estas dos conversaciones paralelas, porque nadie está pidiendo a las personas creyentes que «aprueben la homosexualidad» y es por eso que nadie les pide que casen a parejas del mismo sexo en sus iglesias o templos. Lo que se está solicitando tiene que ver con el estado, con la legislación del país que se aplica a todos y ante la cual no puede haber diferencias basadas en religión, fe, orientación sexual o cualquier otra condición social. Si en su templo les parece que la homosexualidad es una inmoralidad pues nadie les pide que dejen de creerlo pero por su creencia no podemos bloquear el acceso a formar una familia a las personas homosexuales.

Además de señalar la existencia de estas dos conversaciones me gustaría comentar sobre algunos argumentos comunes de los opositores, pero creo que dejaré eso para otra entrada ya que vale la pena dedicarle espacio suficiente.

Que estén bien,

Dr. Alvaro