Alex es nuestro artista residente, nos conocimos en el kinder cuando ambos teníamos cinco años. Él hizo un dibujo gracioso de He-Man, yo lo ayudé a colorear y el resto es historia. Tenemos mucho en común y somos tan cercanos que Alex es algo así como un ‘otro yo’ para mí. Su fijación con la figura humana tiene como resultado las ilustraciones que ven en el blog. Además de sentarse conmigo y ayudarme a darle forma a mis ideas para esta página, Alex ha estado ayudando a promover el blog entre sus conocidos.

-«Eso sí…» – dijo muy decidido mientras yo estacionaba el carro en la famosa tienda de materiales de arte – «no quiero que la gente sepa quién soy.»
-«Hecho» – dije yo sin pensarlo demasiado, pero con algo de curiosidad sobre las razones que motivaban su petición.
-«Es que no quiero meterme en problemas, ya sabes cómo es esta vaina» – y entonces un ‘flash’ de temor cruzó sus ojos por una micra de segundo. Supongo que mi naturaleza empática me forzó a conectarme con esa fugaz muestra de afecto.

El resto de aquella conversación (la cual inició todo este proyecto) llevó a mi amigo ilustrador a comentarme sobre las dificultades por las que ha atravesado y sus razones muy personales para mantener su anonimato. Aunque ya conozco la historia de Alex con bastante detalle, su elaborada explicación sobre el rechazo, la sociedad Panameña, sus experiencias con ‘la comunidad’ y demás razones me hicieron recordar historias que he escuchado tantas veces de boca de otras personas, sin importar su orientación sexual.

Y bueno, digo «sin importar su orientación sexual» porque he hallado en mi práctica clínica que muchas personas que me consultan lo describen más en términos de un problema de identidad global. Algunos sienten vergüenza de cierto aspecto suyo, muchos temen mostrarse como son realmente, todos sufren en algún grado por esa situación. Pero varios varones homosexuales parecen (y digo «parecen» porque esto es una mera observación mía) tener más acentuado ese paquete de afectos que les evita mostrarse como son realmente. No me refiero a colgarse un cartel o ponerse un t-shirt que diga con quién les gusta acostarse, sino a permitirse mirarse a sí mismos como son y reducir su necesidad de esconderse para sobrevivir. Es una mezcla variable de temor y vergüenza. A veces, algo de culpa y rabia también está dando vueltas en ese caldo afectivo. Podemos llamarlo «homofobia internalizada» como comúnmente se conoce, o ponerle otro nombre, pero lo importante es saber que está ahí y hacer ese viaje interno que nos permita saber con tanto detalle como sea posible la forma en que operan estos afectos en nosotros mismos. Especialmente si pertenecemos a un grupo minoritario porque, de ser así, tal vez haya menos espacios de expresión y menos oportunidades para sentirnos cómodos(as) con quienes somos.

Alex aún está pensando el asunto de cómo se siente consigo mismo, ojalá se sienta más cómodo en un futuro cercano. Con su talento, es una lástima que sienta que debe esconderse. Yo pienso que debería recibir el crédito por su trabajo. Pero su decisión debe ser respetada. De cualquier forma, ese viaje en nuestro propio tren interno desde el total desconocimiento hasta la afirmación de quiénes somos (mirarse al espejo y estar cómodo con lo que se ve) es bastante lento y varía para cada uno. Ese ritmo debe ser respetado. Si tratas de forzar a otro a avanzar más rápido de lo que debe, le evitarás detenerse en todas las paradas del viaje y, en cada una, hay algo que recoger o aprender para facilitar el camino y llegar airosos a la parada final (si es que existe alguna parada final). Así que, a dedicarle algo de tiempo a pensar este asunto y a consultar a alguien si quieren una mano leyendo el mapa durante el viaje.

Que estén bien.