Suponer es sencillo, cuando alguien hace algo y no lo entendemos del todo o necesitamos interpretar, la primera opción es suponer. El error está en que mucha gente no basa la suposición en el conocimiento real de la otra persona, sino en sus propios contenidos. Es decir, no es lo mismo suponer que el otro hizo algo porque le conozco y sé que tiene ese patrón de comportamiento que suponer que lo hizo porque yo también lo haría.
La primera opción estaría basada más en una relación real con la otra persona, mientras que la segunda estaría basada en creer (ingenuamente) que todo el mundo funciona como uno. En psicología, donde nos encantan los términos rebuscados, la segunda opción de suposición estaría más afectada por lo que llamamos «proyección» y sería parte de… adivinaron: la mochila (ver entrada del mismo nombre en enero, 2008).
Los seres humanos suponemos todo el día, todos los días, a cada minuto. Es una forma de funcionamiento natural, si perdiéramos nuestra capacidad de suponer y, por lo tanto, prever lo que podría suceder (o pudo haber sucedido) en una situación determinada, estaríamos perdiendo también la capacidad de darle sentido a nuestras experiencias, cada situación sería completamente nueva y no tendríamos muestra alguna de nuestra capacidad de aprender del pasado. Imaginen a un niño pequeño que no logra determinar si sus papás se molestarán o se alegrarán por algo que él haya hecho, si no consigue dominar el arte de suponer adecuadamente no podrá «leer» a las demás personas y, por lo tanto, no podrá realizar funciones tan comunes como decir mentiras (podemos hacer un post sobre esto luego) o tan necesarias para su salud como ser empático o entender los chistes. Todas estas funciones y varias más dependen de la capacidad de suponer.
Sin embargo, en las relaciones humanas, suponer puede dar algunos problemas de vez en cuando, sobre todo cuando se hace en exceso, cuando no se basa en el conocimiento del otro o cuando no deja un margen de libertad para que el otro pueda tener expresiones diferentes a las usuales. Al igual que es difícil darse cuenta cuando nuestra mochila se hace presente una vez más, también puede costar algún esfuerzo advertir que estamos suponiendo en exceso. Para deshacernos un poco de los efectos de una suposición excesiva (que puede acabar en verdadero delirio) es importante realizar una especie de «prueba de realidad». Es decir, es importante hablar con el otro para aclarar las cosas.
El siguiente post será sobre esto de hablar, para seguir un poco con lo de la comunicación.
Saludos,