Después de una experiencia afectivamente devastadora como ____________________ (inserte la última experiencia que le haya roto el corazón en el espacio en blanco), pueden haber muchas reacciones o maniobras para evitar pasar por lo mismo otra vez. 

Mi amigo Pedro (nombre ficticio), el mismo de “El ilusionista” y “volver a intentar”, me comentaba hace días sobre su incapacidad para sentir y “dejarse llevar” en una relación actual con alguien que no ha mostrado nada más que madera de buena partido.

Mi impresión es que Pedro no ha sanado por completo las heridas causadas por el ilusionista y por uno que otro intento fallido de relación.

¿Existe un tiempo estipulado para curar esas heridas? ¿Durarán para siempre?

La intención de protegerse no es algo que se pueda dejar de lado voluntariamente, después de todo uno no gobierna el afecto y cuando alguna relación potencial se presenta en el horizonte y asusta, pues asusta y listo.

Ahora bien, el caso de Pedro es contrario a los que se han comentado en el blog de cantón (link en la columna derecha) sobre “mendigar afecto”.  Pedro no busca las migajas del afecto ajeno.  Pedro es, de hecho, quien da las migajas de su propio afecto a quien está dispuesto a entregarse en una relación completa.

aloneTal vez, lo que trato de decir, es que la grama puede no ser más verde del otro lado de la cerca.  No siempre quien evita involucrarse de lleno en una relación es un(a) malvado(a) sin alma, a veces solo es alguien que no la ha pasado muy bien en intentos anteriores y habrá que decidir si uno quiere quedarse y tenerle paciencia o recoger la dignidad y seguir su camino.

Un corazón roto puede tardar en sanar pero, como dicen por ahí, “cinta adhesiva y mucha paciencia hacen la diferencia”.  Pero quien debe tener la mayor cantidad de paciencia es Pedro.