Algo interesante que he hallado en varios varones gay es lo que yo denomino «el fenómeno del alter ego». No es algo demasiado complejo por el momento, pero cada vez reconozco más la necesidad de incluirlo como parte de un cuerpo teórico. Paso a comentar lo que, hasta el momento, son meras observaciones mías.

Sucede que muchos varones homosexuales que conozco hacen un empleo de sus nombres de manera distinta a la que he observado en otras personas. He notado que varios se dan a sí mismos un nombre nuevo y lo emplean con algunas personas, mientras que usan su nombre original con otras. Así, «Arturo» puede ser conocido como «Julio» por uno de sus círculos de amigos, mientras sigue siendo Arturo para su familia y la gente del trabajo. Curiosamente, quienes le llaman Julio suelen creer que ese es su nombre real, es decir, no lo ven como un apodo, lo cual es un fenómeno diferente. Esto lo he notado en muchas ocasiones y, más significativo aún, un par de veces algunas personas se presentaron conmigo sin saber cuál nombre usar, lo cuál disparó conversaciones más que interesantes.
Si usamos una interpretación «de cajeta» (una no personalizada para cada caso, sino basada en una impresión muy general de la situación y el conocimiento teórico) podríamos apuntar al tema de la identidad, ya que el nombre tiene una carga psíquica tan básica respecto de quién es cada uno.

Muchas preguntas se forman en mi cabeza de manera natural ¿Qué significado tiene este nuevo nombre? ¿Por qué la elección de ese nombre específico? ¿Qué aspectos de la identidad personal representa este nuevo nombre? ¿Por qué el nombre original no puede representar esos aspectos? ¿Son esos aspectos excluídos de la identidad original? ¿Son permitidos, aceptados, rechazados o requieren ser protegidos y «guardados» en otra categoría?

Muchos escritores y artistas a lo largo de la historia han empleado un seudónimo para cubrirse de persecuciones religiosas o políticas o bien para representarse a sí mismos de una forma que encuentren más apropiada para el contexto (por ejemplo, si tienen un nombre impronunciable en el lugar en que publicarán). Observamos que el cambio de nombre, al igual que todas las conductas humanas, cumple una función.

Mi impresión es que el cambio de nombre se relaciona con un proceso de búsqueda de identidad que no se ha terminado, muy similar a lo que sucede con los adolescentes y que, como ya hemos mencionado antes, es bastante común en personas gay en esta época y en nuestro contexto.

Como todo se trata de grados, si aumentamos la severidad, observamos a quien tiene un tastorno de identidad sexual y necesita cambiar su cuerpo para ser quien siente ser. Estas son personas transexuales o transgénero. Luego podemos ver a los trasvestistas que toman una identidad diferente durante un período corto de tiempo y no de manera permanente. Luego a quien actúa de manera neurótica pretendiendo ser alguien que no es. En grados menores vemos los cambios de nombre que he descrito antes y cosas que pueden ser bastante inocuas y hasta sanas, como seguir la carrera de actor o la asimilación de un apodo (todos tenemos algún sobrenombre) o la elección de un «nickname» en internet que nos represente.

Así que me estoy refiriendo específicamente a ese nivel casi intermedio. Si mi nombre es Alvaro y yo me presento con ustedes socialmente diciendo «Mucho gusto, me llamo Gustavo» y, además, sostengo esto tanto como pueda, tenemos algo que revisar. Yo lo he visto suceder bastante y créanme, sé de lo que hablo cuando me refiero a aspectos divididos de la personalidad. ¿Estaremos frente a un problema, a un proceso que está dándose de manera natural o a una situación tipo Dr. Jekyll / Mr. Hyde?

Cada caso es diferente así que espero comentarios.